Era de lo más inquietante pensar en como mi vida iba cuesta abajo y sin frenos. Es decir, como había podido pasar del todo a la nada con una persona. Sobre todo cuando era esa persona, quien con solo una sonrisa conseguía hacer mi mundo un poco más brillante. Esa persona con la que nunca pensaría plantearme un presente y con la que ahora no imaginaba un futuro sin él. Quien me había echo replantearme cosas. Quien puso patas arriba mi día a día, en el que tanto tiempo invertí para que estuviese bajo control.
Teníamos tantos planes, tantos sueños y ahora … simplemente no había nada.
Después de que Alex metiera la pata hasta el fondo él día anterior, lo saqué de casa casi a patadas. Bueno técnicamente no, pero sí lo enfrenté por hacer las cosas a su manera y sin previo aviso cuando le había dejado bien claro que el dichoso plan de intentar darle celos a Aaron estaba descartado. Pero claro, Alex nunca escucha. Siempre tenía que hacer las cosas a su modo, sin importarle las consecuencias. ¡Maldito Alex!.
Mientras permanecía tumbada sobre la cama sin apartar la mirada del techo, comencé a imaginarme como seria mi vida si no hubiese sido aceptada en la Universidad de Berkeley. Podría ser que en aquel momento no estuviese allí tumbada, si no que hubiese salido a pasar el domingo con algunos compañeros de clase o amigos que hiciese en aquella nueva ciudad. Quizás sin previo aviso tropezaría con alguien por pura casualidad y sin darnos cuenta hubiésemos comenzado a entablar una conversación dándonos cuenta de la infinidad de cosas que tendríamos en común; y quien sabe como hubiesen terminado las cosas. Si algo así hubiese ocurrido, no estaría lamentándome como lo estaba haciendo ahora mismo. Aaron y yo no hubiésemos sido vecinos, no me habría irritado cada día con su peculiar forma de ser, no lo hubiese besado por primera vez en el rellano de nuestro edificio, no conocería esa calidez que desprendía solo cuando estábamos a solas, él y yo nunca hubiésemos …
A quien quería engañar. Mi vida no hubiese sido lo mismo sin él. Todo hubiese sido sencillo, básico, aburrido.
-Elena ¿Por que eres así? - murmuré -.
Me di la vuelta hacia un lado de la cama y permanecí boca a bajo. Me apetecía gritar, tenía demasiada rabia acumulada. Me sentía impotente. ¿Habíamos pasado por tanto para acabar así? ¿Aquel era nuestro final?
Si la respuesta era sí, creo que me arrepentía de muchas cosas. Si aquel era el final que Aaron y yo nos merecíamos creo que me arrepentía de no a ver podido disfrutar aun más de su compañía, quizás estuve ocupada estudiando o puede que simplemente me negara a ir al cine una tarde con él. Me arrepentía de no memorizar cada una de las expresiones de su rostro, porque sí, aunque parezca extraño cada una de las muecas que Aaron hacía eran diferentes y eso ni hablar de sus múltiples sonrisas. La manera en la que comenzaba a esbozar una sonrisa cuando me veía aparecer aunque fuese de lejos, la sonrisa que intentaba poner de niño bueno cuando lo obligaba a ir a clase, la sonrisa de sorpresa que puso cuando le dije te quiero por primera vez, la sonrisa de superioridad cuando conseguía vencerme en alguna de nuestras discusiones. Todas y cada una de ellas son solo una minorías de las que Aaron solía dedicarme cada día. Y las echaba de menos. Las echaba tanto de menos.
Aunque pensándolo bien, al que echaba de menos era a él.
-¡Por que! - exclamé dando un golpe sobre el colchón – ¿por que me pasan estas cosas?
En el instante en el que le propiné un segundo golpe al colchón, mi teléfono móvil comenzó a sonar recordándome que aunque quiera permanecer un día incomunicada del mundo eso era imposible. Mierda, debí de poner el teléfono en silenció. Bueno quizás si lo dejaba sonar tal vez se aburriesen y dejasen de insistir.
Lo miré de reojo mientras me incorporaba de la cama lentamente. Puse los ojos en blanco.
-Creo que voy a lamentar esto – musité -.
Cogí el teléfono móvil y tras mirar el nombre que se reflejaba en la pantalla solté un suspiro. Genial.
-Otra vez tu – dije después de pulsar el botón de recibir la llamada -.
Al otro lado de la linea se oía una leve risita.
-Creía que me ibas a responder con más efusividad, después de todo estamos saliendo – dijo Alex -.
Cerré los ojos durante un segundo y me pellizqué el puente de la nariz. ¿Sería posible que existiese alguien en la tierra que me irritase más que aquel chico? La respuesta estaba segura de que era no.
-Oh cierto, lo olvide – dije entre dientes - ¿Que te parece si me dices donde estas? Para poder estrangularte con mis propias manos yo misma.
-Que poco sentimiento le pones a lo nuestro – comenzó a bromear él -.
-¿Sentimiento? Te prometo que te estrangularía con cariño – contesté -.
Estúpido chico psicópata.
-Esta bien, ya dejo de bromear – dijo Alex -.
-¿Estábamos bromeando? - pregunté con ironía – es una lastima, yo hablaba muy en serio.
-Elena vengo en son de paz – prometió -.
-Después de lo que hiciste ayer es normal que no te reciba con vítores y serpentinas – le dije -.
-Lo de ayer fue algo que – hizo una pausa – digamos que no entraba en mis planes.