Después de salir del coche alise la falda que llevaba puesta. Era de color amarillo y tenía un estampado de minúsculas flores que le daban un aspecto de lo más primaveral, solo me la había puesto una o dos veces en mi vida, era ese tipo de ropa que se almacenaba en el fondo de mi armario y no volvía a ponerme nunca. La fina blusa que dejaba ver mis hombros, le daba un toque casual como a mi me gustaba.
Mientras me ajustaba la correa de mi bolso eche un vistazo a mi alrededor. El cielo estaba apunto de oscurecer y por tanto las primeras farolas comenzaban a iluminar las calles de Berkeley. El restaurante frente al que habíamos aparcado parecía estar lleno, menos mal que habíamos reservado mesa con anterioridad ya que cada jueves por la noche ese restaurante parecía ser el sitio favorito escogido por todo el mundo para ir a cenar. En parte los entendía, su comida era realmente deliciosa creo que casi podría ser adictiva. Se me hacía la boca agua solo de pensar en sus patatas gratinadas. Tragué saliva. Esa mezcla de cuatro queso que usaban para preparar su pasta especial, y digo especial porque eran famosos en toda la ciudad por ese plato. Mi estomagó emitió un sonido como respuesta. Llevé la mano sobre él y lo acaricie. Sí, ya se que necesitas comida.
-¿Estas segura de que tenemos que ir? - me preguntó Aaron -.
Puso los seguros al coche y se situó a mi lado junto al capo.
-Ya estamos aquí, así que – me encogí de hombros -.
-Hace poco abrieron un nuevo restaurante de comida coreana – respondió – sé que te gusta el picante, por lo tanto la pregunta es ¿Quien nos impide ir a ese restaurante ahora?
-Yo te lo impido, vamos a cenar aquí – le dije por tercera vez en lo que llevábamos de día -.
-¿No sabes que cada día hay que innovar? Probemos cosas nuevas – curvó sus labios en una sonrisa - ¡Vamos, yo conduzco!
Giró sobre sus talones para volver a subirse al coche. Puse los ojos en blanco.
-Hampson, ven aquí – murmuré -.
Sacudió la cabeza antes de volverse a mi lado.
-¿Prefieres conducir tu? - me preguntó esperanzado – esta bien, toma las llaves.
Entrecerré los ojos mirándolo de arriba abajo. Llevaba puesto una camiseta en color gris con el logotipo de una de sus marcas deportivas favoritas en un extremo de esta. Los vaqueros oscuros con dos pequeñas oberturas en sus rodillas le daban un aspecto informal e irresistible. Como siempre. Madre miá, aun no entendía lo bien que podían sentarle a Aaron unos sencillos vaqueros.
-No vamos a ir a ningún otro sitio – le aclaré – hemos quedado con los chicos esta noche, no creo que lo mejor sea dejarlos tirados ¿verdad?
Aaron suspiró.
-No estoy diciendo que los dejemos tirados –murmuró él– podemos decirles que el coche se averió en el camino.
Bufé.
-La escusa más típica – sacudí la cabeza -.
-No me has dejado terminar – sonrió él- Después de que el coche se averiase salimos a pedir ayuda y nos topamos con un incendio donde la mitad de los bomberos no podían cumplir con sus funciones de apagar el fuego ya que se encontraban con problemas estomacales y vómitos, resulta que habían salido la noche anterior a celebrar el nacimiento de la hija de Peter.
-¿Quien es Peter? - pregunté enarcando las cejas -.
-El bombero jefe – respondió él como si resultara obvio – es normal que todos los demás bomberos se alegraran de su jefe y quisieran celebrar con él ese gran acontecimiento.
-Dejando a un lado lo absurdo que resulta todo – le dije - ¿donde entramos nosotros en esa historia disparatada?
-Como los bomberos se encontraban mal, nos pidieron ayuda para apagar el incendio así que cuando nos quisimos dar cuenta ya era demasiado tarde y no pudimos llegar a la cena a tiempo.
Cuando Aaron termino con su explicación me quede mirándolo atentamente, esperando encontrar en su rostro algún vestigio que me diese a entender que toda su disparatada historia era solo una pequeña broma la cual él no esperaba tomar en serio. Pero no había nada. Todo lo que acababa de decir en su mente le había parecido la historia más real que podrían llegar a tragarse nuestros amigos.
La situación era tan absurda que rompí en una sonora carcajada.
-No te rías – Aaron frunció el ceño -.
-Lo siento … es que .. todo es tan .. - seguía riéndome – pero si incluso le has puesto nombre a uno de los bomberos.
-No iba a dejarme ni un cabo suelto – asintió él con orgullo-.
-Definitivamente necesito saber como funciona ese cerebro tuyo – sonreí -.
-Eso quiere decir que no vamos a usar mi plan – dijo él lentamente -.
Agarré una de sus manos y la apreté levemente. Aaron clavó en mi sus increíbles ojos verdes.
-¿Todo esto de ser bombero es un sueño frustrado tuyo o quizás es que la mejor escusa que te has inventado ya que lo único que te preocupa es como vas a enfrentarte a Alice cuando entremos al restaurante?.
Aaron abrió la boca para decir algo, pero la volvió a cerrar. Sabía perfectamente que lo único que rondaba por la cabeza de Aaron en ese momento era como debía de actuar frente a mi mejor amiga Alice. Es la única que no habíamos visto desde que él y yo volvimos a estar juntos. Con Abby y Cody habíamos salido una noche y todo salio realmente bien, en ningún momento hicieron a Aaron sentirse incomodo. Eso sí, no se libro de una pequeña reprimenda por parte de Abby.