Creo que odio el numero 20.
Ese numero no paraba de repetirse en mi cabeza una y otra vez. 20. Ves, ahí estaba otra vez. El numero 20 podían significar muchas cosas. Puede que fuese algo tan complicado como la combinación secreta de la caja fuerte de la persona más rica del mundo. Por otro lado podría ser el numero premiado de la lotería, sí ese fuese el caso debería darme prisa y comprar un cupón. Quizás fuesen los últimos dígitos del numero de teléfono de mi actor favorito de televisión, aunque claro algo me decía que sería del todo improbable. 20. También podría abarcar algo tan sencillo como el día de la semana en el que estábamos aquel día.
Aunque yo sabía bien que eso era lo más improbable de todo, ya que el día que marcaba el calendario era el 16 y por tanto el numero 20 solo tenía un significado para mi en aquel día.
Estaba a tan solo un día de cumplir 20 años.
Enterré la cabeza bajo las almohadas esperando sin éxito a que las agujas del reloj pasasen a toda velocidad y de ese modo el día acabase pronto al igual que el día siguiente. Suspiré. Creo que era la primera vez que me moría de ganas de que llegase el Lunes.
No quería cumplir 20 años, aun no estaba preparada para decirle adiós a mi adolescencia. Mierda. ¿Era ahora cuando te conviertes en adulto de golpe? No, no y no. Aun no podía ser una completa adulta. Venga ya, pero si cuando estoy enferma iba al medico acompañada de mi madre y por si fuese poco aun esperaba que fuese ella la que hablase con el doctor y le dijese que era lo que me pasaba. ¿Como es que ahora tenía que dejar todo eso atrás? No podía ser una adulta aun. Ni hablar.
Vale, sé que venirme a vivir sola fue un paso muy grande pero eso no quiere decir que ahora de repente pueda enfrentarme al mundo yo sola. Pensé que estaba teniendo un pequeño ataque de pánico. Malditos 20. Ya sabía yo que no iban a traerme nada bueno.
El ruido de alguien abriendo la puerta de la habitación me hizo volver en sí. Apoyada sobre los codos como estaba, alcé la cabeza para ver mejor.
-La cumpleañera se ha despertado por fin – dijo Aaron mientras cerraba la puerta dándole un punta pie – pensaba que ibas a permanecer en la cama todo el día – se sentó a mi lado dejando la pequeña bandeja que traía sobre un lado de la cama - te he preparado el desayuno.
-Aun no he descartado eso de estar en la cama todo el día – contesté -.
Mi estomagó emitió un pequeño ruido mientras se me hacía la boca agua mirando el pequeño desayuno que me había preparado Aaron.
-¿Y pasar tu último día con 19 años tumbada en la cama? - Aaron negó con la cabeza – ni hablar, bueno a no ser que quieras que yo te acompañe..
Con la yema de los dedos me tocó gentilmente la mejilla. Adoraba cualquier tipo de muestra de cariño por parte de Aaron, por muy pequeña que fuese a mi me parecía algo increíble. Sus dedos estaban fríos, pero eso no importo para producirme un leve cosquilleo seguido de una sensación cálida que me recorrió todo el cuerpo.
-Pervertido – bromeé ruborizándome un poco -.
Él me guiñó un ojo.
-Aprendí de la mejor – contestó -.
Le dí un largo trago al zumo de naranja. Tenía tanta sed, que casi me lo bebí de un solo trago.
-Por cierto aun no es mi cumpleaños así que técnicamente no soy aun una cumpleañera – le recordé -.
Aaron puso los ojos en blanco y alzó la mano hacía la mesita de noche donde estaba mi teléfono móvil. Desbloqueó la pantalla y asintió con la cabeza. Curvó sus labios en una pequeña sonrisa y me mostró el teléfono.
-Te quedan menos de 12 horas para cumplir 20 años así que no cantes vitoria todavía – me dijo -.
Fruncí el ceño. Tenía razón.
-Ese reloj esta mal – me encogí de hombros -.
-Sigue engañándote a ti misma – soltó una risita -.
Lo ignoré. Cogí el tenedor y pinché en el interior del bol de frutas que estaba sobre la bandeja. Había trozos de manzanas, fresas, kiwi … una combinación de pequeños trozos perfectamente cortados.
-¡La fresa esta buenísima! – exclamé con entusiasmo -.
-He leído que es bueno para el colesterol – comenzó a decir él – ya sabes que tienes una edad en la que tienes que comenzar a cuidarte.
Lo miré de reojo. Ya iba a comenzar con sus bromas.
-Solo soy dos meses mayor que tu – lo apunté con el tenedor -.
-¿Es eso una arruga? - me dijo señalando mi rostro – tendré que descambiar tu regalo por cremas anti edad.
Le dí un tortazo en el hombro y el soltó una carcajada.
-Oye, cuidado podrías sufrir una pequeña fractura – se burló él – tus huesos ahora son delicados.
-¿Quieres que lo comprobemos? Ven aquí – le dije -.
En menos de un según había saltado sobre él. Lo había echo tan rápido que casi me sorprendió no tirar la pequeña bandeja de desayuno al suelo. Menos mal, porque aun tenía hambre.
-Elena, a tu avanzada edad no deberías hacer estas cosas – bromeó -.
Me encontraba sentada ahorcajadas sobre él, con mis muslos a cada lado de su cintura. Desde allí arriba podía llegar a sentirme invencible. Aaron estaba tumbado con una de sus manos bajo su cabeza. Su sonrisa burlona no me hacía más que querer mordérsela. Pero me controlé. Ahora no era el momento. Sus ojos verdes parecían iluminar la habitación en la que nos encontrábamos. Estos me miraban atentamente, parecían seguirme minuciosamente mientras esperaba pacientemente mi siguiente movimiento.