Mientras dure

Capítulo 90

Había llegado la hora. Bueno más bien para ser exactos aun quedaban unos quince minutos para ir a mi fiest …. mejor dicho a la fiesta. Debía reconocer que una pequeña parte de mi, aunque fuese muy pequeña, estaba bastante nerviosa. Por un lado no me apetecía ir, ya que prefería pasar mi NO cumpleaños en casa viendo cualquiera de mis series favoritas y zampandome un bol del mejor helado de Limón del mercado. No es que la idea de una gran fiesta no me resultase tentadora, simplemente no estaba preparada para oír las típicas bromas sobre mi vejez inminente. Sobre todo cuando sabía que el 99% de esas bromas vendrían de parte del que debería ser mi aliado esa noche, Aaron.

Por cierto. ¿Donde se había metido?.

Miré el reloj de mi muñeca. Habían pasado unos veinte minutos desde que Aaron había salido de casa.

Como solo él sabía hacerlo, había estado revoloteando a mi alrededor usando su mayor característica de pequeño incordió mientras me maquillaba. Los típicos comentarios de “Te has dejado una pequeña arruga sin tapar” “Vaya ese maquillaje te sienta muy bien para tu edad” o “¿tienes a mano el bastón para ir a la fiesta?”, son algunos de las pocas tonterías que Aaron había repetido como una cotorra. Para colmó se había sentado en el borde de la cama, sin quitarme la vista de encima y con una sonrisa irónica que no parecía traer nada bueno estampada en su rostro.

Por suerte después de que le pedí por cuarta vez que mantuviese la boca cerrada o terminaría sacándolo a patadas del apartamento, él por voluntad propia había accedido a mi petición.

-Estoy pensando en que tú das mucho más miedo que Alice – bromeó -.

Había entrecerrado los ojos en su dirección, mientras esperaba que sintiese como lo estaba estrangulando mentalmente. Él sencillamente solo soltó una carcajada.

-Vale, lo pilló – murmuró caminando hacía la puerta de la habitación – te dejare prepararte tranquila, aunque si tienes problemas con la cremallera del vestido solo tienes que llamarme.

Después de eso había salido de la habitación, y un par de minutos más tardes había podido oír como se cerraba la puerta del apartamento. Incluso a mí me había extrañado que accediera a dejarme tranquila sin oponer resistencia.

Pero de eso ya hacía un buen rato.

Tamborileé con los dedos sobre mi tocador. Aun estaba un poco nerviosa. Bueno, puede que demasiado nerviosa. Pensaba que mientras me preparaba, quizás mi cuerpo se iría relajando poco a poco … pero parece que no. El ruido que hacía el esmalte de color negro, el cual había usado para pintarme las uñas de las manos, sobre la madera del tocador parecía ser el sonido que conseguía distraerme un poco. Mierda. Lo que menos necesitaba en ese momento era destrozar el pequeño trabajo que había invertido esa misma tarde al pintármelas. Pense que eso podría llegar a tomarlo como una señal para no ir a la fiesta.

Sacudí la cabeza y suspiré. Elena, ¿desde cuando tener una uña rota o mal pintada ha cobrado importancia en tu vida? Creo que estaba dándole demasiadas vueltas a cosas sin importancia.

Todo iba a estar bien. Solo es una fiesta. “Una fiesta en la que vas a cumplir” 20 años, me recordaba mi subconsciente.

Oh genial. Ya había llegado al punto en el cual mantenía conversaciones conmigo misma.

Aspiré todo el aire que cabía en mis pulmones y comencé a soltarlo poco a poco. Cerré los ojos mientras me pellizcaba el puente de la nariz. Relajate, Elena. Puse ambas manos sobre el tocador, necesitaba sostenerme en algo. Miré como los distintos productos de maquillaje aun seguían repartidos por toda la superficie visible ante mis ojos. Tenía que recogerlo todo. Pero lo cierto es que no me apetecía. Alcé la cabeza. Mantuve la mirada fija en la chica del espejo.

Esa chica me miraba con sus enormes ojos oscuros abiertos como platos. Había un punto de incertidumbre en ellos, quizás incluso me atrevería a decir que veía un poco de emoción. Estaban brillantes. Su cabello parecía estar perfectamente peinado, con sutiles ondas las cuales conseguían enmarcar su rostro. Él fino vestido de seda era una de las prendas más sencillas y a la vez únicas que había visto en mi vida. Con un corte asimétrico, el vestido se adaptaba perfectamente a las curvas de la chica. Estaba guapísima. Y no sabía si el hecho era el peinado, el maquillaje o el vestido. Pero ella esa noche estaba increíble.

Tragué saliva al mismo tiempo que llevé mi mano sobre mi cuello. Justamente allí se encontraba la única cosa que parecía hacerme sentir un poco mejor en ese momento. Mi collar. Ese collar.

Acaricie la pequeña bola del mundo que llevaba colgada a mi cuello y sonreí al instante. La chica del espejo me imitó. Y ambas sonreímos mientras teníamos entre nuestras manos el pequeño testigo que había sido participe de nuestra felicidad. Solo el poder recordar aunque sea un instante de ese viaje, ese día o aquel momento hacían que la piel se me erizase por completo y que a este le acompañase un intenso cosquilleó.

La pantalla iluminada de mi teléfono móvil me hizo volver a la realidad.

-¿Cuando piensas venir a la fiesta? - me dijo una voz furiosa al otro lado del teléfono – ¿acaso crees que porque sea tu cumpleaños vamos a esperarte para empezar a pasárnoslo bien?.

-¡Oye, no le digas eso! Claro que vamos a esperarla – se oía otra voz – dejame hablar con ella.




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