Una de las primeras cosas que llamó mi atención al llegar a casa de Abby, fue la gran cantidad de coches que se encontraban aparcados a ambos lados de la calle. Quizás solo era mi imaginación, y puede que eso fuese algo muy normal un viernes por la noche en aquel barrio de la ciudad. Podría ser que todos los vecinos se hubiesen puesto ese mismo día de acuerdo en organizar una fiesta privada en sus respectivos domicilios, de ese modo se podrían explicar todos esos coches.
Fruncí el ceño. A quien pretendía engañar, algo me decía que esa suposición que acababa de tener era del todo imposible. Paseé la mirada por cada uno de los coches que se encontraban más cercanos a donde yo estaba. Nada. No reconocía ni uno de ellos. Espera, si. Creo que aquel de allí era el coche de Eric.
-¿Estas pensando en robar un coche? - susurró Aaron en mi oído - ¿sera tu primer delito al cumplir 20 años?
Puse los ojos en blanco.
-No creo que permanecer el día encerrada en una celda sea la mejor manera de pasar mi cumpleaños –murmuré-.
-Entonces, sí estabas pensando en robar un coche – él negó con la cabeza – definitivamente me sorprendes Elena.
Me volví hacía él y le saqué el dedo corazón.
-Lo único en lo que puedo pensar es en como saldré de la cárcel después de acabar contigo – expliqué - ¿contara como delito? ¿o puede que lo tomen como un buen servicio a la comunidad?
-Esa es mi chica – me guiñó un ojo – en amenazas conseguirías medalla de oro.
Agarré una de sus muñecas y tiré de él hacía mi. Separados por solo un par de centímetros, Aaron y yo nos quedamos mirándonos fijamente. Comenzó a esbozar una de mis sonrisas favoritas, siendo aquella tan intensa que consiguió hacerme sonreír a mi también. Estaba tan guapo esa noche que me costaba concentrarme en otra cosa que no fuese él y en las irrevocables ganas que tenía de besarlo a cada momento.
Entrelacé sus dedos con los míos, y me quede mirando la unión de nuestras manos. ¿Como aquel pequeño gesto me podía resultar tan reconfortante? Aun no podía comprender como el sencillo roce de nuestros cuerpos podían conseguir despertar todas mis terminaciones nerviosas.
A estas alturas podía reconocer, que estaba enganchada a las mariposas que me hacía sentir Aaron.
Aaron Hampson. Él chico más raro del mundo. Era tan raro que juraría eternamente, que nunca podría encontrar una persona como él en otra parte del mundo. Vale, sé que es un poco exagerado de mi parte decir eso. Pero estaba segura de que la rareza de Aaron era tan única como lo era él.
Nunca había conocido a un chico como él, tan espontaneó y natural. Aaron era la persona más sincera y directa que conocía. No tenía miedo de decir las cosas tal y como las pensaba, lo bueno y lo malo. Tampoco había tenido reparo en confesar lo que sentía por mí, y lo había logrado hacer de una forma tan bonita que sólo podía preguntarme si alguna vez alguien podría llegar a igualarlo.
Sí, era raro. Más bien un pequeño incordio que disfrutaba molestándome cada día a su manera. Como cuando decidía no ir a clase alguna que otra mañana y yo tenía que usar mil y un trucos para intentar que al menos abriese los ojos. Y por si nadie lo había notado aun, algunas veces esa tarea era una misión imposible. Pero un poco más tarde, mi pequeño huracán se calmaba y iba perdiendo fuerzas poco a poco. Es entonces cuando puedo quedarme viendo como cocina alguno de mis platos favoritos y disfruta compartiendo conmigo alguna de sus mejores anécdotas. Las cuales por suerte en su gran mayoría suelo aparecer. Siempre tiene alguna de esas sonrisas preciosas en el rostro que combinadas con esos ojos verdes me hacen creer que estoy frente a la mejor de las obras de arte.
Él es raro, mejor dicho es muy raro. Pero él es la persona que me ha salvado de la normalidad y me ha introducido en un mundo diferente al que yo estaba acostumbrada, en el cual cada día puede ser una aventura incierta y tentadora.
Pasión, Aventura, Amor … eso es parte de lo que Aaron me ha ofrecido hasta ahora. Sí, él es raro … pero lo mejor de todo es que yo lo soy aun más y estoy enamorada de cada una de su multitud de rarezas.
-¿Estas preparada para entrar? - me dijo Aaron acariciando mi mejilla -.
-Si – musité -.
Aaron me dedicó una mirada cargada de ternura.
-Sí lo prefieres podemos largarnos y ver un maratón de Harry Potter – ofreció -.
Solté una carcajada. Aunque el plan era tentador, ya estaba allí.
-Alice iría a buscarnos – le recordé – no quiero correr el riesgo de poner mi vida en peligro.
-Tienes razón – contestó pensativo – pero dejame decirte que si te apetece irte planeare un plan de huida.
Incliné la cabeza y entrecerré los ojos.
-¿Organizas una fiesta para mi y ahora quieres que me escabulla de ella? – murmuré -.
Aaron se encogió de hombros.
-Sea donde sea estaré contigo – dijo -.
Me llevé la mano que aun manteníamos entrelazada a los labios, y le besé los nudillos.
-Entremos de una vez en esa dichosa fiesta – le dije -.