Mientras Duró El Verano

Capítulo 3: Secretos Revelados

El verano continuó avanzando, y con él, la relación entre Luna y Marco se fortaleció. Pasaban cada vez más tiempo juntos, explorando cada rincón de San Isidro, desde las playas menos concurridas hasta los bosques que rodeaban el pueblo. Sin embargo, a medida que los días pasaban, la inquietud de Luna crecía. La conversación que habían tenido en la playa seguía rondando en su mente, y aunque no había vuelto a tocar el tema, sentía que la barrera entre ellos no se había derrumbado del todo.

Un día, mientras caminaban por un sendero que conducía a un antiguo mirador en lo alto de un acantilado, Luna decidió que ya no podía guardar más sus dudas. Habían llegado a la cima, donde el viento soplaba con fuerza, y se sentaron en una gran roca que ofrecía una vista panorámica del océano.

—Marco, he estado pensando en lo que hablamos el otro día —comenzó Luna, mirando el horizonte—. Sé que todos tenemos cosas que no queremos compartir, pero... siento que hay algo en ti que me estás ocultando. Y no es que quiera presionarte, pero si vamos a ser amigos, me gustaría saber más de ti, saber qué es lo que te preocupa.

Marco permaneció en silencio, su mirada fija en el mar. Luna pudo ver la tensión en sus hombros, como si estuviera librando una batalla interna.

Finalmente, Marco dejó escapar un largo suspiro y se volvió hacia ella.

—Luna, hay algo que no te he contado —comenzó, su voz baja y cargada de emoción—. Algo que he tratado de mantener alejado, pero... tienes razón, no puedo seguir guardándolo para mí.

Luna lo miró, sintiendo que su corazón se aceleraba. Había estado esperando este momento, pero ahora que estaba frente a ella, no podía evitar sentirse nerviosa por lo que Marco pudiera decir.

—Hace un año, mi padre murió en un accidente de coche —continuó Marco, su voz temblando ligeramente—. Fue algo inesperado, y me dejó... destrozado. Él era mi mejor amigo, mi héroe, y de repente, se fue. Mi madre y yo nos mudamos aquí para alejarnos de todo, para tratar de empezar de nuevo. Pero la verdad es que nunca he podido dejar atrás lo que pasó.

Luna sintió un nudo en la garganta. Ahora entendía por qué Marco era tan reservado, por qué había momentos en los que su sonrisa parecía no llegar a sus ojos.

—Marco, lo siento mucho —murmuró, acercándose a él y poniendo una mano sobre su hombro—. No puedo imaginar lo difícil que debe haber sido para ti.

—Fue... es difícil todos los días —admitió Marco, sin apartar la vista del océano—. San Isidro es un lugar hermoso, y he tratado de encontrar la paz aquí, pero hay veces que todo lo que siento es dolor. Dolor por lo que perdí, por lo que nunca volveré a tener.

Luna lo escuchaba en silencio, dándole el espacio que necesitaba para expresar lo que llevaba tanto tiempo guardado.

—Pensé que si me alejaba de todo, de la ciudad, de los recuerdos, podría curarme —continuó Marco—. Pero a veces, no importa cuánto corras, los recuerdos te siguen.

Luna apretó ligeramente su hombro, tratando de transmitirle su apoyo.

—Marco, no tienes que pasar por esto solo —dijo suavemente—. Estoy aquí para ti, y si alguna vez necesitas hablar, o simplemente no quieres estar solo, puedes contar conmigo.

Marco se volvió hacia ella, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y dolor.

—Gracias, Luna —dijo, su voz quebrándose ligeramente—. Eres la primera persona con la que he podido hablar de esto desde que pasó. No sabes lo mucho que significa para mí.

Luna sonrió, sintiendo una calidez en su pecho al escuchar sus palabras. Por primera vez desde que lo conoció, sentía que había cruzado la barrera que los había mantenido a cierta distancia.

Pasaron el resto del día en el mirador, hablando de la vida de Marco antes de la tragedia, de su padre y de los recuerdos que atesoraba. Luna lo escuchó con atención, ofreciendo su apoyo y comprensión en cada momento. A medida que hablaban, Luna se dio cuenta de que su conexión con Marco se había profundizado, y que, a pesar de las dificultades, estaba agradecida de poder estar allí para él.

Cuando finalmente decidieron regresar al pueblo, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosas. Caminaron en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos, pero con una nueva comprensión entre ellos.

Al llegar a la entrada del pueblo, Marco se detuvo y se volvió hacia Luna.

—Gracias por escucharme, Luna —dijo, mirándola con sinceridad—. De verdad, no sé qué habría hecho si no te hubiera conocido.

Luna sonrió, sintiendo una profunda conexión con él.

—Siempre estaré aquí para ti, Marco —respondió—. No importa lo que pase.

Se despidieron con un abrazo, y Luna se quedó observando cómo Marco se alejaba hacia su casa. Mientras caminaba de regreso a la suya, no pudo evitar pensar en cómo su relación había cambiado en tan poco tiempo. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero estaba decidida a estar al lado de Marco, sin importar las dificultades que enfrentaran juntos.




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