Mientras Duró El Verano

Capítulo 6: Desafíos Inesperados

Los días que siguieron a la noche en el acantilado estuvieron llenos de felicidad para Luna y Marco. Su relación, ahora más definida y abierta, trajo consigo una nueva etapa de complicidad y ternura. Pasaban las tardes juntos, compartiendo risas, paseos por la playa, y momentos tranquilos en el café del pueblo. Todo parecía ir bien, pero la vida en San Isidro estaba a punto de presentarles un desafío inesperado.

Una mañana, mientras Luna y Marco paseaban por el mercado del pueblo, un hombre de aspecto elegante, con un traje bien cortado y una expresión de seriedad, se acercó a ellos. Marco lo reconoció al instante: era el abogado de la familia, el mismo que había manejado los asuntos legales después de la muerte de su padre.

—Marco, ¿podemos hablar? —dijo el hombre, ignorando completamente a Luna.

Marco frunció el ceño, notando la tensión en la voz del abogado. Asintió, y después de una breve disculpa a Luna, se apartó con el hombre hacia un lugar más privado. Luna observó a distancia, sintiendo un creciente malestar mientras veía cómo la expresión de Marco se oscurecía durante la conversación.

Cuando Marco regresó, parecía abatido, su rostro pálido y sus ojos llenos de preocupación.

—¿Qué pasó? —preguntó Luna, colocando una mano en su brazo.

Marco suspiró profundamente, como si estuviera tratando de encontrar la mejor manera de explicarlo.

—Es sobre la casa —dijo finalmente—. Hay un problema con los papeles de la propiedad. Al parecer, cuando mi padre murió, dejó algunas deudas pendientes que no se resolvieron, y ahora el banco está considerando embargarla.

Luna lo miró, horrorizada por la noticia. Sabía lo importante que era esa casa para Marco y su madre, un refugio en medio del caos que había sido la muerte de su padre.

—Marco, lo siento tanto... —murmuró, tratando de procesar lo que él acababa de decir—. ¿Hay algo que se pueda hacer?

Marco negó con la cabeza, con los ojos bajos.

—El abogado dice que es complicado. Tendríamos que pagar una suma considerable de dinero para evitar el embargo, y ahora mismo no tenemos ese tipo de recursos. Mi madre ya está preocupada por tantas cosas, y no quiero cargarla con más problemas, pero... no sé qué hacer.

Luna sintió un profundo dolor por Marco. Sabía que él se sentía responsable de proteger a su madre, y esta situación debía estarlo consumiendo por dentro.

—Vamos a encontrar una solución, Marco —dijo con determinación—. No estás solo en esto.

Marco levantó la vista, con una pequeña sonrisa que no alcanzó a llegar a sus ojos.

—Gracias, Luna. Realmente no sé qué haría sin ti.

El resto del día pasó en un estado de inquietud. Marco estaba más callado de lo habitual, perdido en sus pensamientos, y Luna no dejó de pensar en cómo podrían ayudarlo. Esa noche, mientras se despedían frente a la casa de Marco, Luna decidió que necesitaba hacer algo más para apoyarlo.

Al día siguiente, Luna fue a ver a su madre, quien vivía en una casa modesta cerca de la playa. La madre de Luna, aunque no era rica, siempre había sido buena para encontrar soluciones creativas a los problemas, y Luna esperaba que pudiera ofrecerle algún consejo.

—Mamá, necesito hablar contigo —dijo Luna al llegar, sentándose en la pequeña cocina.

—Claro, cariño. ¿Qué sucede? —preguntó su madre, notando la preocupación en el rostro de su hija.

Luna le explicó la situación, desde el problema con la casa de Marco hasta el impacto que eso estaba teniendo en él.

—Es una situación difícil —admitió su madre, después de escuchar con atención—. Pero quizás haya algo que podamos hacer. Conozco a alguien en el banco que podría ayudarnos a renegociar la deuda. No te prometo nada, pero podemos intentarlo.

Luna sintió una chispa de esperanza.

—¿De verdad crees que podrías hablar con ellos? —preguntó, aferrándose a esa posibilidad.

—Haré lo que pueda —dijo su madre, colocando una mano reconfortante sobre la de Luna—. Pero, Luna, debes prepararte para lo que pueda suceder. A veces, incluso con nuestros mejores esfuerzos, las cosas no salen como queremos.

Luna asintió, comprendiendo la advertencia de su madre, pero decidida a no rendirse sin luchar.

Las siguientes semanas fueron una montaña rusa de emociones. La madre de Luna hizo varios contactos en el banco, tratando de encontrar una solución para la deuda, mientras Marco y su madre intentaban reunir el dinero que podían. Luna estaba a su lado en cada paso, ofreciéndole consuelo y apoyo, aunque a veces sentía que sus propios esfuerzos eran insuficientes.

Finalmente, llegó el día en que debían reunirse con los representantes del banco para discutir el futuro de la casa. Luna acompañó a Marco y a su madre, sintiendo la tensión en el aire mientras entraban en la oficina.

La reunión fue larga y llena de términos legales que a Luna le resultaron difíciles de seguir. Los representantes del banco fueron amables, pero firmes en su postura. Sin embargo, gracias a los esfuerzos de la madre de Luna y la determinación de Marco, lograron llegar a un acuerdo. El banco les ofreció una extensión del plazo para pagar la deuda, dándoles más tiempo para reunir el dinero.

Cuando salieron de la oficina, Marco soltó un largo suspiro de alivio. Aunque la situación no estaba completamente resuelta, habían ganado tiempo, y eso era algo.

—Gracias, Luna —dijo Marco, abrazándola con fuerza—. No sé cómo podría haber enfrentado todo esto sin ti.

Luna sonrió, sintiendo que, aunque el desafío había sido grande, su relación había salido más fuerte.

—Siempre estaré aquí para ti, Marco —respondió, mirándolo a los ojos—. No importa lo que pase, siempre estaremos juntos.




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