Mientras el mundo duerme

Capítulo 4: Un evento extraño

Su cabello marrón, su nariz perfilada, su barbilla cincelada y esos ojos. Esos ojos que cambian de color como si fuesen el misterio más hermoso jamás descubierto. Es él. No hay otra posibilidad, es el mismo Matthan de mis sueños.

Él está aquí, a unos metros de distancia mío, siendo una personal real. De carne y hueso. Siendo no sólo el centro de atención de esta pobre consternada, sino del resto de los estudiantes. Porque apartando que él sea el chico de mis sueños, se ha atrevido a llegar por segunda vez tarde a una clase de Biazin. Por eso hay una gran expectativa ante lo que dirá.

—Si quiere que me retiré de su clase, así será profesor — dice Matthan sin una pizca de temor, arrepentimiento o conciencia de con quién está hablando.

Escucho murmullos de sorpresa entre mi grupo, este en el que estoy con otros seis compañeros más. Nos habían dividido en grupos de seis por cada… cuerpo. Todavía no habíamos empezado la práctica en sí. Ni se nos había asignado un cuerpo en sí, apenas habíamos formado los grupos.

—¿Te estoy pidiendo que te retires? ¿Aparte de impuntual también eres sordo? ¿O es que te quieres retirar? — pregunta el profesor en un tono despectivo.

Mis compañeros y yo vemos entre los dos a la expectativa. El silencio es mortal. Lo cual es… una interesante selección de palabras considerando donde estamos.

—No, no me quiero retirar. Tampoco se volverá a repetir — responde Matthan. Así, como de hielo. Ni le inmuta la forma en la que el profesor le ve. Es que le ve terrible. Si me viese así yo me pondría a llorar.

—Y una mierda, altanero — dice cansado Biazin — Todos los grupos tomen el cadáver más cercano que tengan. A mancharse las manos.

Algunos de mis compañeros reaccionan más rápidos que otros. Por fortuna, una chica de mi grupo es una de ellas. Toma uno de los cuerpos en mejor estado, lo cual me alivia. Me alivia no tener que acercarme al cuerpo que parece una pasa o ese otro que está rebanado por todas partes. Los que no reaccionan rápido, peor les toca, a los cuerpos esos que mencioné.

El profesor nos explica qué tenemos que poner en práctica lo que vimos hacer ayer. Disecar la piel y las fascias superiores. En medio de su explicación, la mitad de mi concentración está en él, la otra en Matthan. Lo miro y lo miro rogando de alguna forma por su atención, porque me mire para saber si me reconoce.

Pero no lo hace. De hecho, no hace contacto visual con nadie más que con Biazin. El cual sorprendentemente le da un cuerpo entero a él para diseccionar solo. Algo totalmente insólito y de lo que mis compañeros no paran de hablar.

—Tiene que ser familia de Biazin, no tiene otra explicación — comenta uno de mis compañeros que se llama Hugo.

—Pero ni tienen el mismo apellido. ¿De dónde sacas eso? — responde otro que no sé cómo se llama.

—¿Quién más va a dejar que le llegue tarde dos veces a la clase? Escuché que ha suspendido a otros por menos de eso — agrega Hugo.

—Irene, ¿tú no lo conoces? ¿No será hijo de alguien importante? — me pregunta mi compañera, se llama Rocío. El resto de mi grupo me mira en espera de una respuesta.

Si dijese la verdad, sé que me ganaría la reputación de loca. Una loca clasista, era perfecto. Decido, mentir.

—No, la verdad es que no lo conozco. Ni sé cómo se llama… ¿cuál es su nombre? — pregunto fingiendo no enterarme de nada.

Es simple, si me dicen que se llama de otra forma, me olvidó de este delirio.

—Se llama Matthan. Matthan Blanco como pudimos escucharle el apellido hoy — responde Hugo.

Sí es él. Tiene su misma apariencia, su mismo nombre.

Niego con mi cabeza ante el cuestionamiento de mis compañeros. Los cuales lo captan con facilidad. Ellos dejan de concentrarse en el estudiante misterioso para hacerlo del cuerpo que está en medio de nosotros. Es el de una mujer.

—Sé que nos pudo tocar uno peor, pero que sea mujer me incómoda un poquito — dice Rocío.

—Tonterías. ¿Le ponemos un nombre? Este cadáver será el nuestro por el resto del semestre — ofrece otro compañero — Yo digo que le pongamos Cristina. ¿Quién comienza a mancharse las manos ah?

Todo mi grupo se ve entre sí. A pesar del tono jocoso de mi compañero, se le ve nervioso, como todos lo estamos. Aun con la cabeza dispersa, me esfuerzo en concentrarme en esta tarea en este presente. Saco un pañuelo de mi bolsillo, se lo pongo en el rostro.

—Yo iniciaré, si les parece bien — me ofrezco, mis compañeros me dejan serlo.

—¿Serían capaces de donar su cuerpo a la ciencia? — pregunta Hugo al resto para intentar aliviar el ambiente.

Yo estoy haciendo lo que ha indicado el profesor. Mientras lucho por no vomitar, desmayarme o hacer todo al mismo tiempo.

—Nuncaaa — dice uno.

—Qué miedo saber lo que harán con mi cuerpo. No me veo en una tabla como esta — dice otro.

—¿Qué vas a quejarte? Vas a estar muerto. Da lo mismo. Estas no son personas, son cadáveres, objetos. ¿No crees eso Irene? — menciono otro.

Me maldigo nuevamente, en serio la que quiere morirse ahorita soy yo. Apenas puedo con la presencia de Matthan en la esquina, conmigo disecando este cuerpo y mis compañeros queriendo que les hable. Contengo mis miedos, me imagino a Valentina regañándome por ser una asocial nuevamente, y doy mi opinión.




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