Para mi siguiente clase de anatomía, no me presento.
Simplemente no me presento. Me la saltó como tal vez debí saltarme este sueño ridículo de ser doctora. Sólo era una niña estúpida que estaba teniendo un episodio de psicosis por esa endemoniada materia. Ni cadáveres que se mueven, ni Matthans que negaban conocerte, ni espantos que te perseguían, ni estas lesiones absurdas.
Esa noche no pude pegar un ojo, incluso tuve que llamar a mi terapeuta para poder salir de la habitación al siguiente día. Le dije lo que soñé y que había despertado en esta condición. Ella me ayudó a calmarme lo más que pudo, logro hacerme salir de mi habitación e ir a verla.
Acabadas las lágrimas y los sustos, mis heridas no eran la gran cosa. Fueron producto de una caída ligera que tuve. Lo más probable es que estuviese teniendo episodios de sonambulismo por la ansiedad. Por la novedad de dormir en una casa sin mis padres. Pía me recomendó que me mentalizase que esta sería mi vida, que no podía estar bajo su resguardo siempre. Me recomendó algunos remedios naturales para conciliar el sueño.
Conciliar el sueño su mamá, esta que está aquí no se va a volver a dormir, así como así. No gracias.
Por lo que he estado, en una lucha contra mí misma para no quedarme dormida. Llevo como 49 horas sin dormir. Y asistiendo a otras clases para no estar sola en mi casa. Ir a donde mis abuelos no es una opción, si me ven así, llaman a mi mamá y se viene volando hasta acá.
—Eres una adulta… eres una adulta Irene… — me digo a mí misma mientras paso la tarjeta por una máquina expendedora con mi mano temblando.
El sonido de que he logrado pasarla, me calma un poquito. Necesitaba algo dulce para mantenerme despierta y ver si me quitaba este dolor de cabeza que tenía. Sentía que un ojo se me iba a salir de lo mucho que punzaba mi cabeza. Me agacho para tomar los dulces masticables.
—No fuiste a anatomía. Pero aquí estás.
Mi espalda poco a poco se endereza al escuchar esa voz masculina, al ver al chico que me habla, sorpresa, es Matthan, viéndome ahí estoicamente. Ni pareciese que acaba de hablarme, aunque para mi “victoria”, el señor este se inquieta viendo mi mejilla raspada.
—Ni iré más. Mira esta cara, producto de mi sonambulismo y creatividad desbordante que permite a mi ansiedad crear todas estas ensoñaciones locas. Pero tú qué vas a saber. ¡Ni nos conocemos ¿verdad?! — argumento elevando la voz y ni sonando como yo.
No le suelo hablar así a nadie, pero le estoy hablando así a Matthan, este se sorprende ligeramente por mi actitud. Yo ni puedo sumar dos más dos ahora. Le dejo atrás y voy arrastrando mis pies al asiento más cercano. Me tiro en uno de los sofás que da con una ventana.
Para mi sorpresa, que es una mañana de esas, Matthan se sienta a mi lado, en el otro asiento.
—Te vas a matar si no duermes — afirma.
Le veo con el humor de perros.
—¿Te importa o qué? — le giro la cabeza para que no me vea, abro mi empaque de golosinas — Ni te conozco.
Escucho entonces risas leves de su parte, son tan leves que son imperceptibles.
—Mi paciencia tiene un límite.
—Ni le veo el comienzo — respondo comiendo de mis dulces viendo lejos muy lejos de él.
—Sólo mantente alejada del lago. ¿Ok?
Mis dientes paran de masticar. Siento un alivio inmenso, o el más que puedo sentir en este estado. Miro a Matthan, lo está admitiendo. Sabe del lago, sabe lo que me está pasando.
—¿Tú también lo viste verdad? ¿Al hombre sin ojos? — pregunto asombrada.
Él se recuesta más del espaldar, saca de la mochila una bolsa de chips de plátanos que come.
—Sé de lo que hablas.
Una confesión. Listo. Esto es asombroso. Impensable e irracional.
—¿Por qué podemos soñar con el otro? ¿Cómo eres real? — pregunto desenfrenada.
Él me mira con la ceja alzada.
—¿Cómo sabes que soy real? — pregunta.
Intento sonreír, no puedo.
—Eres… de carne y hueso. Todos hablan de ti en la universidad…
—¿Lo soy? ¿Lo quieres comprobar? Inténtalo… — dice acercando su mano a mí.
¿Es mi cabeza engañándome? ¿Lo es? Tengo que intentar desestimarlo. Por eso…
La toco lentamente, o mejor dicho intento tocarla, porque él es más rápido que yo y me agarra la mano para apretármela súper fuerte. Salto en el sofá y me asusto en el proceso, pegando un grito despavorido. Algunas personas nos miran extrañados, Matthan se ríe como el descarado que debe ser.
Estoy humillada y agobiada, me arrimo lo más lejos que puedo de él, y cierro más mi suéter.
Me quedo así por un rato, sin querer verlo. Sé que él me mira a mí.
—No despiertes en el lago. No les veas, mientras no los veas no se darán cuenta de ti. ¿Lo captas?
Ojalá pudiese darle algo de su propia medicina, sin embargo, dada mi condición actual no tengo más remedio.
—¿Cómo… cómo puedo no despertar en el lago? ¿Por qué te refieres a ellos? Es que… — sonrío intentando descartar el horror del que me habla — ¿Hay más de uno?
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Editado: 03.11.2025