Matthan había venido a la fiesta en un sorprendente giro argumental para mí. También lo es que esté decidiendo sentarse a mi lado. No tan cerca como lo hizo Thiago, pareciera más bien que lo hizo lo más lejos posible. Esa mofa de risa todavía sigue en su rostro.
—¿De qué te ríes tanto si puedo saber? — pregunto.
—¿De tus excusas? ¿Por qué mientes tanto en lugar de decir la verdad? — cuestiona.
—¿Cómo sabes tú que he estado mintiendo? — digo a la defensiva.
—Chillas cuando mientes. No puedes ver a la gente al rostro cuando mientes. Temes a los hombres. No te gusta que te toquen — argumenta.
Mis labios tiemblan ante lo que me está diciendo. Acierto tras acierto que no puedo refutar.
—Vaya, pareciera que me conoces de verdad. Pero cómo tú has dicho, debe ser una especie de alucinación colectiva lo que tú y yo tenemos. ¿Para qué indagar en ello? — menciono malhumorada abrazando más el cojín.
—Si no quieres a alguien cerca de ti, pídele que se aleje o tu retírate. No tienes que inventar excusas estúpidas. Sé que tu religión no te prohíbe beber. Si no quieres alcohol, dilo. La vida es muy corta para gastarla tratando de complacer a irrelevantes que se toparan contigo.
Esta vez tengo que reírme.
—¿Sabías que suenas como un anciano? ¿Quién te crees que eres para darme todas esas lecciones? — me defiendo.
—La altanería también es un defecto de la edad — menciona viéndome condescendientemente.
Reviro mis ojos.
—Déjame adivinar. Eres mucho mayor que yo, eres el mayor de la clase y te crees muy maduro por eso. Lo que no me explico es cómo el preferido de Biazin sigue en Anatomía I.
—Soy mayor que tú, no hay adivinanzas allí, y sobre la preferencia de Biazin, me he tomado la carrera a mi tiempo — explica.
Quisiera seguir llevándole la contraria, pero mis ojos son atraídos a él. A su rostro de perfil. Observo su nariz, sus labios… sus labios. Me quedo mucho tiempo viendo esos, él se percata, me mira de frente alzando una ceja. Al hacerlo además del brinco que me da en el corazón, percibo sus ojeras. Las tienes profundas y muy marcadas.
—¿Tú tampoco has podido descansar verdad? ¿Qué hay de tu consejo de ir al bosque?
Él se enseria, y preocupa. Le cuesta admitir lo que hará.
—¿Lo has podido ver también? Está muriendo. Está siendo contaminado…
—¿Contaminado por qué?
—Creo que… es por ellos… por los que no quieren entrar en el lago. Están rondando por allí, son cada vez más de ellos — argumenta.
Mi estómago se siente terrible, muy terrible por la asquerosa verdad que se está plantando en mi pecho.
—Matthan, si no podemos dejar de soñar con ese sitio, y ese sitio sigue como está… vamos a morir.
Él no lo quiere aceptar.
—Son sueños Irene. Son pesadillas, no nos pueden matar — miente, se le escucha que está en completa negación.
—¿Seguro? Porque hasta dónde sé la privación del sueño, sí nos puede matar — afirmo con seriedad.
Nuevamente él hace esa expresión de que se rehúsa a creer en lo que sea que esté pasando.
—Pensaré en una forma de poder dormir a salvo.
Suspiro con profundidad y niego. Parecía que los dos estábamos igual de jodidos. Con ese pensamiento en la cabeza, quiero distraerme y lo hago concentrándome en la fiesta. En cómo la gente baila muy pegada, en cómo algunos están besándose y en cómo, el ambiente se pone más incómodo a medida que la música avanza. Más me aferro a mi cojín, y veo a los lados buscando a Valentina. ¿Dónde se había metido?
—¿Dónde te dijo que iría tu amiga? — pregunta de repente.
—¿Cómo sabes que vine con Valentina? — respondo sorprendida.
—Mi mesa estaba cerca de la suya, pude escuchar toda la conversación que te arrastró a esta fiesta…
Mis mejillas se van poniendo más y más rojas.
—¿Si-si? Ni la recuerdo completa… — miento, y él me mira como si supiese que yo miento.
Cubro mi rostro con mi mano por mi terrible mentira. Afortunadamente, algo más distrae a Matthan. Escucho un sonidito de asco que se le escapa, descubro mis ojos para saber qué le causa tal reacción y es en aquella esquina. Son dos chicas y un chico, están besándose los tres al mismo tiempo.
—Cuán primitivo — dice él.
—¿Si eso te parece primitivo deberías ver por el pasillo del baño? — aporto.
Los dos vemos lo que pasa en el pasillo, o el comienzo porque dos chicos se meten en plan más 18.
—¿Qué los impulsa a tales demostraciones públicas? — vuelve a decir.
—Es ¿sexy? Supongo. Son las hormonas — digo sobre la marcha, y bastante atónita.
—¿Intercambiar fluidos orales con más de cinco personas una noche, te parece una conducta inducida por la respuesta “hormonal”?
Menciona eso porque los que se estaban besando de tres, se unen a dos más. El ambiente se está poniendo más raro que hace unos minutos. La gente se está tocando mucho.
#75 en Fantasía
#455 en Novela romántica
misterio amor, misterio del pasado y mentiras, supensoymisterio
Editado: 03.11.2025