Mientras el mundo duerme

Capítulo 10: La clave

Buscar una habitación vacía para dormir en una casa en plena fiesta salvaje, no es una tarea fácil. Lo bueno era que esta era una casa de muchas habitaciones, porque parecía que fue en su tiempo una residencia estudiantil.

Intentamos abrir dos puertas que estaban cerradas con llave, probamos en la tercera planta.

—Esto es un terrible plan. Te meterás en problemas con tu amiga por dejarla sola, deberías regresar con ella — se queja Matthan.

—Ya le escribí que no se vaya sin mí. Y ella parece que la está pasando muy bien con Thiago, por eso nunca regresaron de la cocina — explico cubriendo ese vacío. A él no le agrada que lo haya hecho.

—¿Qué vamos a hacer si nos quedamos dormidos por más de unas horas?

—Para eso existen las alarmas. ¿Podrías dejar de quejarte? Dios. Suenas asusta…— le miro divertida — ¿No estarás asustado de mí no?

Él revira sus ojos, y se me adelanta a abrir la puerta que tenemos cerca. Antes de que pueda sonreír por esta extraña situación, los labios se me caen del horror al igual que Matthan, por ver lo que vemos.

—¡BUSQUEN OTRA! ¡ESTAMOS OCUPADOS! — nos grita el chico encima de la chica desnuda.

Matthan cierra la puerta de una. Nos quedamos en silencio pensando en las decisiones de esta noche.

—¿Mejor dejamos esto para otra noche? — ofrezco abochornada.

—U otra vida. Es lo más acertado — ofrece él.

Casi llegamos a un acuerdo, hasta que vemos a Natalia llegando al piso con Hugo en plan sexy. No podemos huir por donde ellos están subiendo, así que, él me jala, yo me aferro a él, y entramos en la siguiente habitación que está vacía.

Me pego de la puerta para pasarle seguro, y que ellos no puedan entrar, al escucharlos decir que irán a la del lado, podemos respirar.

O lo mejor que puedo porque Matthan está quitándose los zapatos y sentándose en la pequeña cama individual que hay en la habitación. Es una muy simple, y más pequeña me siento al caer en cuenta de lo que he hecho.

—Dame tu celular. No perdamos tiempo — me ordena.

—Sí… sí… — digo yendo a él y dándole mi celular.

Me siento en la cama a su lado para ver que él pone la alarma a una hora. Los nervios me han vuelto a atacar, y no me quejo de que sea una hora en lugar de las dos pautadas. Después lo pone a grabar y en un escritorio apoyado en una lapicera de vidrio.

En silencio hago lo mismo que él, me acuesto en la cama. El espacio es tan pequeño que a duras penas nos podemos mover sin rozarnos. Aun así, no nos tocamos. El corazón me va a explotar en cualquier momento. Sólo debía mantener mi cabeza clara y concentrada. No más.

—¿Ahora qué? — pregunta él mientras compartimos una misma almohada, estamos acostados boca arriba.

—Mmm… creo que… deberíamos vernos… — ofrezco incierta.

Él suspira, y se gira, se acuesta de lado para verme. Yo hago lo mismo. Es mucho peor de esta forma. Verlo directo a los ojos es… una experiencia de lo más rara y… bonita.

Demasiado intenso para mí, cierro los ojos.

—¡Ahora cerramos los ojos, y dormimos! — exclamo chillonamente.

Escucho sus risas leves, unas que me molestan y consuelan al mismo tiempo. Creo escucharlo decir que esto no funcionará, pero después de oír un bostezo profundo de su parte, yo pierdo el conocimiento.

…..

Abro los ojos sintiéndome en paz, y viendo a quien tengo a mi lado. Es Matthan, pero no estamos en una cama, estamos en nuestro sueño. Pareciera que él se ha despertado antes que yo, porque está mirándome de una forma que no sé identificar.

Sus ojos se ven verdes esta vez, y me pregunto cómo es eso posible. Otra pregunta más a la lista de interrogantes que tenía para con él.

—Te dije que funcionaria — bromeo suavemente.

A él no le da risa mi comentario, se sienta en la grama, también lo hago. Observo que estamos en una colina, las personas entrando al lago continúan llegando y entrando al agua. Algo se siente diferente.

—¿Dónde estamos? ¿Qué hay diferente esta vez?

—Estamos más al este, mira las lunas — responde.

Mis ojos se dirigen al cielo, a ese particular detalle. En este sueño el cielo no tiene una luna, tiene dos. Una más grande que la otra.

—¿Las usas para ubicarte? ¿Así sabes dónde despertar? — cuestiono, él se pone de pie.

—Graba este sitio. Concéntrate en él antes de dormir — dice para ir bajando por la colina.

Quedo impresionada ante que me deje sola. Me tengo que levantar y seguirlo. De nuevo.

—¿En serio no aprendimos la lección? No podemos quedarnos solos. Hay que estar juntos.

—¿Según quién? ¿Tú? ¿La niña que teme dormir sola? — se burla.

—Debe ser que tú sí has podido descansar todo este tiempo, creído — menciono caminando con él — Además, déjame decirte que-

Podría seguir hablando más, pero quedó paralizada al ver a dónde me está llevando. Es un campo abierto de lavanda, ese en el que se está adentrando y yo estoy siguiéndolo. La belleza de este sitio, y el aroma a frescura, es tan reconfortante. Todo se siente, como antes. Seguridad, me siento segura en mis sueños después de tanto.




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