Mientras el mundo duerme

Capítulo 19: Vacíos y fríos

Debido a que mi madre estaba sufriendo de las consecuencias del jet lag, nos quedamos charlando hasta muy tarde sobre cómo le había ido en el viaje. También aproveché para contarle medias verdades de estos días. Le conté que me atreví a ir al cumpleaños de Rori, y que me había quedado algunas noches con Valentina, también traté de esquivar lo más posible el tema de Matthan.

Karina me escuchó atentamente y no me empujó muy lejos. Hasta que el sueño terminó venciéndome mientras charlábamos en mi cama. La siguiente vez que estaba abriendo mis ojos, la luz del día iluminaba mi habitación. Me había quedado dormida, sin pesadillas o idas al campo de lavanda, por lo que las cinco horas que dormí, se sintieron como diez.

—Buenos días papá — bajo a la cocina después de alistarme para mis clases.

—Buenos días hija — responde él que deja de concentrarse en la cafetera para recibir mi abrazo, me besa en la cabeza — ¿Cómo la pasaste sin nosotros? ¿Nos extrañaste? Si dices que sí, te daré un regalo.

Me río ante su ocurrencia y le ayudo a servir el desayuno que estaba preparando. Nos sentamos en la mesa a comer sin mamá porque dijo que dormiría hasta tarde, yo como apurada por la hora.

—¿Tienes algo nuevo que contarme Irene? — pregunta de la nada papá con un tonito extraño.

Me atraganto con el pan a medio comer.

—¿Qué quieres que te cuente? — respondo recomponiéndome.

Antonio me analiza con serenidad por encima de su taza de café. La forma en la que lo hace, me pone a dudar si mamá le habló de Matthan y de mis noches fuera de casa.

—No lo sé, tú podrías contármelo porque no paraste de hablar con tu madre en la madrugada. ¿De qué tanto hablaban? ¿De la hora a la que llegamos a casa y no te encontramos en ella?

Esta situación es nueva para mí. No fui una adolescente que se escapaba o iba a fiestas. Entonces, la observación de papá me toma desprevenida.

—Estaba estudiando con un compañero, se nos hizo tarde — miento por encima bajando la mirada y comiendo.

—¿Un compañeRO? — dice papá asombrado, luego irritado — ¿Quién es? ¿Cómo se apellida? ¿Conocemos a sus padres? ¿Cuáles son sus intenciones contigo?

—Huir despavorido si te pones muy intenso gatito — menciona mamá llegando con su pijama.

—Karina, estamos teniendo una conversación seria — responde papá para verle con seriedad y a mí con el doble de esa seriedad.

—Ah, ah, ah. Se me hace tarde para mis clases. Tengo que irme corriendo — exclamo levantándome de la mesa.

Antonio me ve impactado de que esté esquivando todas sus preguntas.

—¿Por qué no le contestas a tu padre? — interroga asombrado — ¿Quién es ese jovencito? ¡Lo quiero conocer inmediatamente!

—Deja a la niña tranquila… — insiste mamá acercándose para comer con nosotros — Anda, anda, se te hace tarde.

—¡La hora! ¡Hablamos después o nunca de esto papá, bye! — ahora sí me largo lo más rápido que puedo de este interrogatorio familiar.

….

La clase de embriología que me toca no puede estar más alborotada de lo que está al llegar. En cuanto entro al salón hay muchos grupos formados hablando en voz alta, hay terror, preocupación o asombro en sus rostros. En uno de esos grupos por allá está Valentina charlando con Natalia, Paco y Hugo. Las miradas entre Valentina y la mía se conectan, pero, esa conexión se rompe con tristeza de parte de ambas.

Busco donde sentarme a solas y encuentro un buen puesto. Dejo mis apuntes y computadora en la mesa. Sin embargo, no me quedo sola por mucho tiempo.

—Vamos Irene. ¿No te interesa ni un poco saber de qué habla el resto de la clase?

Eso me lo dice Thiago, que se está sentando en el puesto a mi lado. Guardo mis reservas con él, porque asumo que están hablando del nuevo evento en el laboratorio de anatomía y yo sé que él es uno de los culpables.

—No sé de qué hablan, cómo puedo tener interés en ello — respondo abriendo mi laptop. Él se ríe.

—Los muertos del laboratorio están reviviendo — asegura.

Siento escalofríos en mi espalda al recordar al cadáver ese sentándose en el suelo del laboratorio. Tuve que poner un rostro de terror, porque Thiago más me sonríe, se inclina a mí más de lo que me gustaría. No obstante, me contengo de alejarme porque no sería la gran cosa sin mi manía por los hombres.

—Eres tan linda cuando te asustas. ¿Te lo han dicho antes? — comenta sonriéndome como si fuésemos amigos.

—¿Por qué dices que están reviviendo? — contesto esquivando sus intenciones.

—Otro volvió a escaparse, lo encontraron muy aporreado y al laboratorio hecho un desastre. Dicen que Biazin quiere cortar cabezas, y nuestro grupo será el objetivo de nuevo.

Qué hable con tanta tranquilidad, peor me hace sentir. Sé lo que hiciste, y no es gracioso. Igual, no es que lo pueda mencionar, hacerlo es confesar que también estuve allí.

—¿Fuimos la última clase en entrar en el laboratorio otra vez? ¿No había otras más ayer?

—No, fueron canceladas. ¿No te parece mucha coincidencia? Es como si fuese alguno de nosotros. ¿Sospechas de alguien? — me sonríe y más se acerca a mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.