Para sorpresa de todos, Biazin no llegó gritándonos, ni con un policía dispuesto a interrogarnos. En cambio, ha llegado con una expresión apacible a la clase. Estamos a la expectativa de con qué nos saldrá, los nervios son palpables, así como es notorio que Matthan no estaba mintiéndome. Se ha sentado lo más lejos que ha podido de mí.
Nuestro profesor se toma su tiempo para dejar su maletín, quitarse la chaqueta y sentase en su escritorio. Hace tanto silencio en esta aula que, si a alguien se le cae un lápiz, estoy segura que se va a escuchar.
—Deben sentirse muy satisfechos de sí mismos. La osadía de la juventud, es como una droga. Te crees intocable, invencible, ya luego cuando las consecuencias golpean a tu puerta, la excusa predilecta: No sabía lo que hacía — relata con una sonrisa siniestra Biazin.
Creo que preferiría que nos estuviese gritando y blasfemando que esto. Esta calma rara que ninguno le conoce a este demonio que tenemos como profesor. Echo un vistazo a Valentina que está sentada con Natalia, Rori y Rocío. Fui la primera en llegar a clases y a mi alrededor había muchos puestos vacíos, ellas llegaron después. No se sentaron cerca de mí adrede. Eso me hace sentir más solitaria que nunca.
—Les daré una última oportunidad. Quiero que los culpables, lo admitan — pide Biazin.
Como es de esperarse todos se miran con todos. Ninguno lo admite. Ni Hugo, Paco o Thiago se mueven. Este último, nota que yo lo estoy mirando. Me volteo rápido para cortar esa conexión.
—¿Voluntarios? Si no llegamos a una conclusión, tendremos que seguir con el próximo paso.
Ante este momento de incertidumbre, Paco alza su brazo pidiendo la palabra.
—La mayoría sospecha de Blanco. A él es quien tiene que castigar, no a nosotros — asegura con su cara tan lavada.
Biazin se enfoca en Matthan que alza una de sus cejas, aunque no se defiende, ni dice nada. Después, mira a Paco. Nuestros compañeros no pueden parar de susurrar sobre esto. Definitivamente pareciera que todos piensan que él es el culpable. Si esto sigue así, Biazin lo creerá también.
—Blanco no fue el responsable de esto. No es tan estúpido como para hacerlo — responde Biazin.
Si antes se creía que Matthan era algún familiar lejano de Biazin, ahora se cree que debe ser mínimo el hijo perdido del profesor. A Paco no le agrada que lo haya defendido.
—Eso dice usted profesor. Pero, nos consta que en las dos oportunidades ha sido su cuerpo. El cuerpo que se le asigna específicamente a él para trabajar. O bueno, la última vez, también le acompañó Irene — Paco explica y se concentra en mí — Dinos Irene. ¿Él es el culpable?
Antes de que pueda dar la respuesta que Paco conocía (no iba a vender a Matthan siendo inocente), Biazin hace un ruido de fastidio. Empieza a dar algunas palmadas al aire.
—Aunque la mayoría sea inocente, y es lo que me inclino a creer, porque de lo contrario… — su expresión es asesina — Todos pagarán justos por pecadores. Lo que hicieron algunos pocos, lo disfrutarán todos.
—¿Cómo-cómo lo disfrutaremos? — cuestiona Rori.
El profesor hace una buena pausa, lo disfruta.
—Ensuciándose las manos. ¿Qué más? — expresa con satisfacción — En eso consiste esta materia.
…..
Dantesca. Así se puede narrar a la perfección el estado de nuestro laboratorio de anatomía. Biazin no trajo hasta acá, la escena del crimen que no había sido limpiada, ni arreglada para nosotros. Estaba tal cual fue dejada anoche, sólo que a la luz del día los daños causados eran más notorios y terribles.
No sólo el sitio estaba hecho un desorden con muchos utensilios por el suelo, frascos rotos y muestras en exhibición igual de dañadas. Sino que no habían levantado el cuerpo desde anoche. Allí estaba tirado en el suelo en una condición deplorable.
Las dos caídas que tuvo le pasaron factura con intensidad. La primera cuando los idiotas de Paco, Hugo y Thiago lo dejaron caer, y la segunda, cuando Matthan hizo lo que hizo. Es asquerosa su condición, tanto que las náuseas me dominan. Apenas las controló porque otros no lo pueden controlar, Rori se vomita en esa esquina a la que llega a alcanzar.
El olor de la habitación empeora, lo que no es el ánimo de Biazin. Nos hace una petición inolvidable.
—Quiero que levanten el cuerpo y limpien el laboratorio a fondo. Si no hacen un buen trabajo, todos están reprobados este semestre. Sin opción a recuperar mi materia. Tampoco tengan expectativas de poder pasarla mientras esté encargado de esta clase. Mi paciencia puede ser eterna — manda el profesor.
—¿Levantar el cuerpo? ¿En esa condición? — se queja Rocío.
—Está… está… casi decapitado profesor. ¿No-no es mucho? — tiembla Valentina.
—No es mucho. Es lo justo — indica Biazin.
Ante el mar de miradas de confusión, asco y temor, resalta la de Matthan. Es una de apatía sin igual. Está totalmente desensibilizado a lo que nos han pedido hacer, y ya no sé si es por la experiencia que tiene, su personalidad o lo que sea que pase por cabeza.
Cuando Biazin toma asiento y nos pide que limpiemos, hay mucho miedo, zozobra y nauseas colectivas. Algunos se hiperventilan, otros maldicen para sí mismos, sin embargo, siento a la perfección las miradas acusatorias a Matthan.
#75 en Fantasía
#455 en Novela romántica
misterio amor, misterio del pasado y mentiras, supensoymisterio
Editado: 03.11.2025