Por más que papá buscó cosas malas de Matthan, no las pudo conseguir, y con el apoyo de mi madre a mis espaldas, así como con la del señor Ian. Bueno, el viaje se dio. Lo del padre de Matthan se dio tras otra cena en la que Antonio exigió conocerlo en persona. Eso tampoco salió como hubiese querido papá.
Ian habló con lujo de detalle de la vida ilustre de Matthan, de sus reconocimientos, sus talentos y conducta impecable. Yo ya sabía que era un genio, Antonio lo puso a prueba al desafiarle a hablarle en italiano, alemán y mandarín. Ya luego hasta lo hizo tocar al piano. Esa noche me hizo morir de vergüenza como cinco veces, a Karina de la risa, para ella todo esto era muy divertido y le agradaba la naturaleza indiferente de Matthan.
Curiosamente, tampoco es que Karina haya hecho mención de recordar de alguno de sus sueños a Agatha. Analicé su rostro muy bien cuando Ian habló de esta, de su pareja que era ilustradora y por ello estaba en Francia por su editorial. Mamá no movió ni una ceja, no recordaba a Agatha de nada.
Pasados esos días de incomodidad, realmente llegué hasta Galicia, España en su compañía. Fue un vuelo cómodo y en el que se sintió que estuviese viajando sola, porque mi acompañante se dedicó a leer un libro completo, por mi parte a ver películas.
Para mi mala suerte no todo podía seguir así de perfecto, sino esa no sería mi vida. En una de las escalas que haríamos nos están avisando que darán una compensación a quienes decidan viajar mañana por inconvenientes en el avión que nos correspondía.
Mientras los pasajeros debaten si vale la pena la compensación o viajar esta tarde, ese debate nos toca a nosotros.
—¿Qué dices? ¿No la aceptamos cierto? ¿Mientras más rápido lleguemos, será mejor para nosotros?
Mi pregunta queda en el aire, sin ser respondida porque Matthan está enfocado en su celular, está viendo fotos de playas, muy lindas, por cierto.
—Mañana, podemos volar mañana.
—¿Seguro? — pregunto confundida — ¿Para qué lo haríamos?
—Busquemos nuestras maletas — responde él sin contestarme directamente y moviéndose para ese propósito.
—Gracias por la explicación detallada a mi duda… — digo viendo su espalda en movimiento.
Es lo único que me sale decirle.
….
Lo que se suponía sería un viaje de digamos trabajo, está siendo esto. Matthan me ha arrastrado a este rincón al noroeste de la Península Ibérica, bañado por el Atlántico y abrazado por verdes montañas. Este sitio con encanto único, una rica historia y una tierra mágica, todas esas palabras han sido prestadas por el guía turístico que nos está hablando.
En realidad, es nuestro taxista, en lugar de llevarnos al hotel, nos ofreció hacer un recorrido por la costa. Antes de que pudiese negarme, Matthan estaba diciendo que sí, que estábamos interesados.
¿A esto se le podría llamar una especie de secuestro? Es que la situación es tan rara, que el silencio ha sido mi respuesta definitiva. Lo que sí he podido notar es que, a mi acompañante, le agrada esto. Por más difícil que sea de leer, parece que al gustarle algo simplemente no se queja.
Claro que Matthan no va a sonreír o elogiar algo indicando que le gusta, ya saben, como una persona normal. Eso no va con él. Algo de todo esto le agrada, no sé qué, aunque las apuestas aumentan con lo siguiente.
—Al siguiente viaje, cuando tengan más tiempo, les recomiendo unas vacaciones de ensueño y desconexión en Galicia. Descubrirán por qué es mucho más que un destino, es un lugar donde los sueños se hacen realidad — explica el taxista.
—Sí, la recorreremos en un futuro, podríamos hacer el Camino de Santiago. Los dos somos muy creyentes — digo con ironía.
Porque ah sí, era la única hablando con el conductor. Matthan, no decía ni pío. Tampoco lo dice con mi ironía, está enfocado en la playa.
—Originalmente tenía una motivación religiosa, pero hoy en día atrae a peregrinos por diversas razones: la aventura, el senderismo o la experiencia personal. Son una pareja joven, les debe sentar de maravilla — continúa el hombre.
Una pareja joven. Ese título no es tan desagradable. A Matthan ni le inmuta, por allá pegado de aquella puerta, y yo por aquí de otra. Quizás me estaba yendo por las tangentes, pero, esto era como una salida entre un chico y chica, semi cita.
—Puede ser, sí… ¿en la noche, qué hay por hacer? ¿Qué nos recomiendas?
—Un primo mío hace tours nocturnos a pie por las calles de Vigo. Parten de la estatua del Sireno, en la plaza Porta do Sol. Les gustará, servirá para abrazar el mito, el folclore y las sombras mientras se pone el sol. Experimentarán por qué Vigo está conectada con el más allá… — nos vende en un tono misterioso el recorrido.
¿Más allá y espantos? Toco por impulso mi cuello.
—No me refería a eso precisamente — río con nervio — sino más bien a un plan más… más…
—¿Podemos detenernos aquí? Queremos pasear, aquí — pide Matthan.
Me sorprende con su petición, pero el conductor se la concede. Nos invita a caminar por la playa un rato, que nos esperaría mientras. Así es como estamos paseando por la playa, es una experiencia bonita, el sonido del mar, nuestros pasos calmados y el cielo despejado. Estamos en un atardecer memorable.
—¿Te gusta esto? — cuestiono con duda — ¿Caminar por la playa?
—También me gusta ver películas en casa — contesta.
—¿Si? — digo extrañada y en una sonrisa — ¿De qué tipo? Déjame adivinar, cine independiente y-
—Películas malas.
—¿Películas malas? — digo divertidas.
—Estúpidas, muy estúpidas. Me gusta criticar, mucho. No sé si lo has notado en el tiempo que llevamos conociéndonos — comenta en una sonrisa ligera. Río un poco y miro a la arena en nuestros pies.
—Lo he notado, un poco, no mucho. Pareces tan fácil de complacer — contesto con más ironía.
—Soy fácil de complacer. En mi cabeza, lo soy — dice con seguridad, aprieto mis labios en una sonrisa para no oponérmele en esta — ¿A ti que… qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
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Editado: 24.11.2025