Mientras el mundo duerme

Capítulo 25: Más allá

Tras la puesta del sol, es hora de maravillarnos con las sombrías y sinuosas calles de Vigo. En este tour que nos vendió nuestro taxista y que terminamos aceptando, o más bien, yo terminé aceptando para apoyar a su primo porque nos contó que su esposa acababa de ser despedida de su trabajo.

Así es como hemos sido arrastrados en compañía de cinco turistas más por estas calles. Leyenda tras leyenda, y mito tras mito. De plaza en plaza, de calle en calle. El folclore del sitio me resulta encantador, al igual que las expresiones de indiferencia de Matthan ante cada pedazo de información sobre criaturas peligrosas.

La mayoría se divierte con las narraciones, pocos se asustan y él único indiferente es él. El guía lo nota, y le hace una pregunta para hacer un chiste de quienes no prestan atención al paseo. Matthan igual responde bien, y comprueba que sí estaba prestando atención al guía.

Aunque conociéndolo, podía estarle prestando atención a muchas cosas al mismo tiempo. En un punto estamos algo alejados del resto. Lo aprovecho para chequear su estado de ánimo.

—Si el recorrido está colmando tu paciencia podemos dejar una buena propina e irnos — comento.

—No lo está. Si te gusta a ti, está bien — suspira.

—No deberías llevarme el juego, por tanto, podría comenzar a acostumbrarme — bromeo.

—No tengo nada en contra qué decir. Igual seguiremos soñando con el otro por el resto de nuestras vidas, lo mejor será llevarnos bien — contesta.

Mi ceño se frunce. Le miro confundida.

—¿Crees que aún después del eclipse seguiremos soñando con el otro? ¿Por el resto de nuestras vidas? ¿Estás entrando por fin en la fase de aceptación?

—Debemos prepararnos para que así sea. ¿Tienes alguna objeción? — suena casi como una amenaza.

Una que creo que no tiene intención de dar, sólo le sale así.

—Ni pensar que hace algunas semanas querías que fingiéramos no conocernos en este fenómeno psicosomático que experimentamos — bromeo.

—No es desagradable estar contigo.

—¿Gracias? — me río.

—También te gusta tomarme de la mano, así que, debe ser un sentimiento mutuo.

Esta vez logra que mis mejillas se pongan rojas, y no tengo chistes que responder. Me apresuro al resto del grupo. Allí nuestro guía charla de que conoce a una quiromante, pero con muchos adornos teatrales y una narración misteriosa. Nos vende a todos lo necesario que es, y la mayoría cae.

Nos metemos por algunos callejones estrechos, hasta llegar a una casa vieja y de aspecto aterrador. Nuevamente, la mayoría anda riéndose o asustándose con la narración, hasta que conocemos a la señora que nos leerá la mano.

No somos los primeros en hacerlo, ella está detrás de esas cortinas con cuencas, y nosotros estamos acá, en esta sala de espera. Una sala de espera que no corresponde a la fachada de afuera.

—¿Si será real? — pregunto a Matthan.

—Tan real como un billete de 500 euros — suelta sin impresionar. Ni se lo piensa.

—Matthan… La Lectura de la mano, la borra del té y un sin número de artes similares siempre han existido, y no hay nadie en la historia que no haya visitado a una adivina o similar. Algo hay.

—¿Tú has ido a una? — pregunta interesado.

—Puede que sí… te dije que mis papás han buscado de todo a mi pequeño problemilla. Y si te hablo de lo último, no pararás de burlarte de mí hasta mañana.

—Oh, nunca sería capaz de burlarme de ti por dos días seguidos… lo haría por tres o más — completa su chiste tonto.

Muerdo mi labio, no me reiré para complacerlo.

—La mamá de Valentina, está buscándome un profesional que esté certificado para hipnoterapia. No cualquier tipo… — me preparo para lanzar el chiste — regresión de vidas pasadas.

Lo que espero será una mirada de burla o mofa de parte de Matthan, no pasa, nunca llega. Él me mira con seriedad y oscuridad. Sus ojos que usualmente son preciosos, se vuelven una tormenta.

—¿Retrasarás todo el avance que has hecho dejando que llenen tu mente de mentiras, Irene?

—No dejaré que llenen nada de nada. Es una alternativa, y la mamá de Valentina, es una terapeuta muy respetada, soy la mejor amiga de su hija. Nunca me haría daño o recomendaría a un charlatán.

Él no me dice nada, está muy molesto. Lo leo en sus ojos.

—¿Qué tiene de malo buscar respuestas?

—Qué algunas veces las respuestas no son necesarias — comenta.

—Para ti que pareces saberlo todo, quizás no, para mí… yo-

No puedo terminar de defender mi punto, porque nos llaman porque es nuestro turno. Atravieso la cortina de pedrería y Matthan, que dice no creer en ello, me sigue en contra de todo pronóstico. Me siento, y ella me pide mis manos, se las doy.

La señora en cuestión tiene edad como para ser mi abuela, está con el cuello repleto de collares, y sus muñecas con pulseras. Es fácil identificarla con alguien que se dedique a esto, y al mismo tiempo no. Se ve cómo una mujer común y corriente. Recaigo en que bruja o no, seguía siendo una mujer común y corriente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.