Abro los ojos con una sonrisa en los labios que delata lo feliz que estaré de despertar en los brazos de Matthan. Aun así, no me despierto en sus brazos, lo hago en una pasarela al atardecer, la ciudad parece seguir su rutina en tranquilidad, sin prisas, ni nada fuera de lo común.
Las personas debajo vienen y van, pero nadie más está encima de este sitio que yo. Soy la única a excepción de esa mujer que está mirando al horizonte. Su cabello marrón se mueve con el viento, y su visión está fija a la distancia, allá a la playa.
Hay algo que me indica que tengo que hablarle, es algo que me atrae a ella. Algo familiar, algo fuera de lo común.
—¿Te conozco? — pregunto.
Ella gira su rostro con calma, hay una ligera sorpresa en sus facciones, aunque cualquier tipo de facción queda opacada con la claridad de sus ojos verdes. Sus ojos no parecen pertenecer a este mundo, y me recuerdan a los de alguien, a los de Matthan.
—No. Pero yo a ti, sí — responde divertida.
—¿Si? ¿De dónde?
—Sí. ¿Me acompañas al lugar dónde pasó? — invita ella con la intención de bajar de esta pasarela.
Mis pies están pegados donde estoy parada. Recuerdo todos los acontecimientos terribles que han pasado en mis sueños, y simplemente no puedo.
—No puedo seguirte.
—¿No puedes o no quieres? Pensé que querías respuestas, sino no me hubieses podido encontrar.
—¿Yo te encontré a ti?
Ella me sonríe.
—La valentía no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. ¿No quieres triunfar una vez más Irene? Ni en el pasado, ni en el presente lo has hecho.
La mujer se va muy confiada bajando los escalones. Aunque mi respiración está igual de agitada, me esfuerzo para que mis piernas terminen de moverse, y lo consiguen. Puedo seguirla intrigada a dónde me llevará. Ella no voltea ni una sola vez para confirmar que sí la he seguido, en cambio, yo sí volteo muchas veces para asegurarme de que este sueño no se vuelva una pesadilla.
Terminamos llegando a un paseo con playa, pisamos la arena y quedamos viendo al agua. El sol se va apagando en el horizonte.
—¿Nos conocimos aquí?
—Él te conoció a ti. A los rastros que quedaban de ti en ella. Me pregunto si fue su elección o fue el destino. Si su poder está dormido o está limitado por el envase que decidió alojar. Si todos mis esfuerzos darán resultado o sólo estoy malgastando mi tiempo junto a él.
—¿De qué hablas? No te entiendo ni un poco…— digo muy confundida.
Ella hace una expresión muy interesante. Es una de tranquilidad, de que no me responderá esto. En cambio, se enfoca en algo más.
—No temas a ser ensuciada. No puedes serlo, no en esta vida.
—¿Cómo sabes que temo el-
No puedo terminar de hablar, escucho algunos gritos guturales a la distancia. No suenan como humanos, aunque tampoco como de algún animal que conozca. Quiero preguntar qué rayos es eso, pero con la noche cayendo, este sitio para de tener una apariencia normal a tener una que da miedo.
—¿Qué fue eso? — pregunto viendo a la ciudad, a la oscuridad cubriendo como si fuera niebla a la ciudad.
—¡No vuelvas más! — exclama la mujer de ojos verdes empujándome al agua.
Me empuja con tanta fuerza que caigo de espaldas en el agua de la playa. El dolor de mi espalda por la caída, puesto que caí en la orilla, me hace cerrar los ojos y sentir cómo el agua moja mi cabello, también la parte inferior de mi ropa.
Proceso el golpe, el dolor y finalmente puedo abrir los ojos. Pero mis ojos no están enfocados en un cielo oscuro, se enfoca en las lunas que lo protagonizan. Es el cielo usual de mis sueños, pero estoy confundida por lo que observo.
Todavía siento mi espalda mojada, que estoy sobre agua que no me cubre el cuerpo, y que estoy siendo arrastrada por algo. Algo me está jalando al agua… me está jalando por una de mis piernas. A…
Grito despavorida y me suelto despavorida al notar que quien me está jalando por uno de mis pies al agua, es una niña. La reconozco es la niña que vi saliendo del lago la otra vez. Su carita está en una mueca constante de agobio, sus ojos están rojos, y está empapada. No sé cómo puede estar saliendo tanta agua de su cuerpo, de su ropa.
Ella intenta tocarme de nuevo, y el miedo vuelve a gobernarme. Más lo hace cuando noto que este es el lago donde las personas se meten para desaparecer. Percibo que hay varios hombres y mujeres que lo están haciendo a la distancia. Ninguno depara en mí más que la niña, que sigue sollozando e intentándome tomarme.
—Hey, hey. No puedo entrar en el lago. Deja de intentar meterme — habla aterrada.
La niña tropieza en el agua, y cae. Sin embargo, gatea, persiguiendo mi rastro. No paro de echarme para atrás, pero es como si mis piernas me hubiesen dejado de funcionar. No tienen la suficiente fuerza para levantarse y salir corriendo. Sólo para arrastrarme en retroceso.
El llanto de la niña continúa, su dolor continúa, y una parte de mí no comprende por qué quiere llevarme con ella. Me duele escucharla, me duele verla sufriendo.
—¡IRENE! — grita mi nombre Matthan.
Lo veo como nunca lo había visto, agitado, aterrado y corriendo en mi dirección.
Quiero levantarme y correr hacia él, pero en serio no puedo. Mis brazos son lo único que me sirven por completo.
—¡Aléjate! ¡Aléjate! — le imploro a la niña.
—Mamá…— dice la niña.
Mis ojos se abren más al escucharla hablar por primera vez. Su voz suena como la de una niña pequeña. Aunque Matthan por fin llega a dónde estoy, y me carga entre sus brazos. Al poder hacerlo y salir del lago, una sensación de seguridad e incomodidad me domina.
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Editado: 24.11.2025