Mientras el mundo duerme

Capítulo 28: Salvar

¿Alguna vez has estado nadando en un lago y un alga viscosa te ha rozado el pie?

Aunque sé que no hay nada en el lago que me amenace, siempre me da un pequeño sobresalto antes de razonar que probablemente solo sea un alga. Es una respuesta instintiva. El miedo surge de la anticipación de esa respuesta instintiva y de la incapacidad para preverla y aceptarla.

Por la misma razón, le tenemos miedo a la oscuridad, a la muerte o a lo desconocido en general. No se puede ver lo que hay debajo. Ni Matthan, ni yo sabemos que hay debajo del agua, sólo lo presumimos. Sólo lo siento.

—¿Le enseñarás a nadar entonces? — dice Matthan en alerta. Está viendo con constancia a los lados — Los otros vendrán si nos quedamos por más tiempo aquí.

—No sé si por eso fue que murió. Puede que sí supiera nadar, pero algo más pasó… Tenemos que descubrirlo — menciono con mis pies yendo en dirección de la niña.

Matthan me detiene sosteniéndome del brazo. Me advierte con la mirada que no debería seguir avanzando, tengo que soltarme de él, e ir en dirección a la niña. Poco a poco llego a dónde está y me agacho a su nivel. Mis manos tiemblan intentando tocarla, aun así, me lleno de convicción.

Tener miedo no es malo, dejarlo ganar, he allí lo malo.

Tomo mi último impulso y toco a la niña. Hago que se levante, que se siente en mi misma posición. Noto su tristeza, siento su dolor.

—No llores más, si sigues haciéndolo no podremos encontrar a tu mamá… — le hablo.

La niña para de gemir con mis palabras, su carita contorsionada se recompone un poco. Me mira directamente, no puedo evitar tocar su rostro, y secar sus lágrimas.

—¿Mamá? ¿Dónde está mi mamá? — pregunta.

—Creo que… está allá… es a dónde van todos. ¿Por qué no los acompañas? — menciono viendo al resto.

—En el agua fue la última vez que la vi. Mamá me-me dijo que fuese a la tierra… llovía, llovía en el mar, y nos… nos caímos — explica.

Me impresiona que haya acertado con la corazonada que tuve hace un rato, realmente esta niña había muerto ahogada, y estaba aterrada del agua. Miro a Matthan, él tiene los brazos en el aire, como dando espacio a que haga lo que quiera.

—Si temes al agua, por qué me querías meter en ella hace un rato…

—No quiero ir sola, quiero ir contigo, brillas, brillas mucho… — comenta esta.

—¿Brillo?

La niña no me responde, me toma la mano que tengo en la mejilla y la pega más a esta. La sostiene con devoción. Su mejilla que estaba fría, empieza a calentarse, quizás sea yo la que le empiece a calentar.

Piensa Irene. Piensa.

Si estas son almas en tránsito y deben entrar al lago, esta niña tiene que hacerlo o si no… sino será como los otros.

—Puedo acompañarte hasta donde pueda. ¿Quieres que te acompañe? — ofrezco.

La niña asienta interesada en mí, sus ojos rojos lucen más enfocados, están enfocados en mí.

—Pero… prométeme que no tendrás miedo. No hay que tener miedo.

Ella vuelve a asentir, e ignoro la mirada de preocupación de Matthan. Me levanto del agua y tomo su mano. Así juntas vamos entrando en el lago, a cada paso, mi corazón se acelera más y más. La pequeña mano entrelazada más y más se aferra a mis dedos.

Y en esos instantes, en donde no creo poder más, algo me impulsa a continuar. El agua va cubriendo mis rodillas, mis caderas y de repente me doy cuenta de que no hay nadie más a mi lado. A excepción de la niña que está aferrada a mi cuerpo ahora.

Los demás han desaparecido. En medio de la confusión, una luz cálida llega del otro lado, del horizonte. Una mujer envuelta en luz se está acercando a nosotras. Tiene puesta una túnica blanca, y aunque venga del lado profundo pareciera estar caminando al mismo nivel que nosotras.

No puedo distinguir su cara. Igual su voz suena clara como el cristal.

—Mel... Tu mamá te está esperando.

—¿Mamá? — pregunta la niña descubriendo su rostro.

Sé que esto no tiene sentido, pero, se ve más seca de lo que nunca la he visto, y se escucha más como una niña que antes.

—¿Mi mamá está con ella? — pregunta la niña.

Estoy sobre cargada de emociones, y de una certeza.

—Sí, lo está. Te está esperando… lleva mucho haciéndolo — aseguro.

La niña finalmente se despega de mí, y toma las manos de la mujer con la túnica. No sólo eso, esta la carga en sus brazos, al terminar de alzarla, su ropa está completamente seca. No tiene sentido, nada tiene sentido como que la mujer en la túnica antes de darme la espalda, la sienta sonreírme a mí. Sus labios lo están haciendo, sus ojos, no. No los puedo ver.

Ellas siguen caminando a la luz, y yo me doy la vuelta con el propósito de regresar a dónde está Matthan. Con ello consigo, verlo, notar su rostro de preocupación. De alguna forma lo había logrado, mi cometido o eso siento en mi corazón.

Después siento que algo toca mi pie, lo ignoro y sigo caminando.

—Un alga, es un alga — me tranquilizo.

Otra vez lo siento.

Para la tercera vez, es más que un toque. A pesar de estar en aguas poco profundas, algo me jala hacia abajo. Lo hace con tanta fuerza que me sumerge. Estoy siendo arrastrada por algo en mi pie… hacia las profundidades del lago, que hace un instante, no era así de profundo.

Batallo por salir a flote, pero la fuerza con la que me jalan es demasiado para mí. Mientras más me jalan hacia las profundidades, más oscuro se vuelve, y pierdo el oxígeno que me queda. Mi visión se nubla, la esperanza me abandona.

No obstante, en medio de la oscuridad, lo veo.




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