08/11
Mi cuerpo temblaba sin parar.
No había sido capaz de agarrar la mochila del suelo de mi salón. Como pude salí del lugar, bajo la amenaza de que llamarían a mis padres y más cosas que no me interesaron. No podía creerlo. Thomas me había tirado de la moto y no se saldría con la suya. No lo había visto llegar al Instituto así que, supuse que estaba en su casa. Allí me quería dirigir pero, una mano rodeó mi muñeca, haciéndome parar.
—Espera, olvidas tu mochila.
Gire sobre mis talones, enfurecida. Ni siquiera fui capaz de inspeccionar mucho a quien me detuvo; solo vi sus ojos azules eléctricos mirándome fijo.
—¿Quién mierda te crees que sos para agarrarme así? Idiota.
Sacudí mi brazo, intentando que me suelte.
—Siento haberte hecho caer.
Mi respiración no era para nada estable, al igual que mis pensamientos en ese momento.
—Me importa una mierda tu disculpa. Me sueltas o te golpearé —grité. Estábamos en la entrada del Instituto, tendría que salir ya o el director me detendría.
—Yo-
Estaba totalmente cegada, enfurecida. Dolida. No pensé en que haría cuando mi puño ya había chocado en su nariz. Inmediatamente me soltó y llevo sus manos, algo, tatuadas a su rostro; me miro sin pestañear por debajo de su flequillo color negro azabache, al igual que todo su cabello.
—¡Moretti a la dirección!
Reconocí la voz del director e inmediatamente corrí fuera del Instituto. Corrí tan fuerte como mis piernas y poca energía me lo permitían. Finalmente, llegué a casa de Thomas. Toque el timbre.
—Sasha.
—¡Sasha las pelotas, imbécil! —grite en su cara—. ¡Te la das de hombre y me dejas tirada luego de tirarme de la moto, basura!
—Sasha, déjame contar-
—¡No quiero escucharte! Sé las pocas pelotas que tenés, Thomas.
Sus puños se cerraron, estaba acabando con su paciencia.
—Entra y hablemos.
No le di tiempo a reaccionar. Me tire sobre su cuerpo, golpeando con mi puño su lado izquierdo del rostro, inmediatamente me empujo. Para mi mala suerte, caí dentro de su casa. Cerró la puerta de un portazo.
—¡Hijo de puta! ¡Casi me matas!
—Hubiese cumplido con tu sueño, maldita suicida. ¡Que sea la última vez que te atreves a golpearme, enferma!
Me puse de pie, quedando frente a él.
—Te odio, Thomas.
—Sí, si. Me odias tanto que cada vez que nos separamos volvés acá. Por mí o por mi maldito dinero pero, siempre volvés y así será por toda tu miserable vida, Sasha.
No era capaz de dejar de temblar.
—Cállate.
—Oh, lo siento —ironizó—, he herido tus taaan cuidados sentimientos. —Rio sin pena alguna—. No sabía que las putas los tenían, Sasha.
Levanté mi brazo para golpearlo nuevamente pero, sus manos fueron más rápidas y me tomaron por el cuello, haciendo que mis fuerzas, que ya eran pocas, se fueran completamente. Mis ojos se aguaron por la falta de aire. Sentí como hizo unos pasos sin soltarme e hizo que chocara contra la pared.
—Dé-déjame...
Clavé mis uñas en sus manos.
—No vuelvas a levantarme la mano porque te mataré, puta barata.
La puerta se abrió y allí apareció su padre, con un cigarro entre sus labios.
—Bien, hijo, debes hacerte respetar —espetó y sin más camino hacia las escaleras.
Thomas me soltó. Llevé mis manos a mi cuello, intentando recuperar el aire. Él desvió la mirada al suelo.
—Casi me matas, por segunda vez, Thomas.
No podía explicar lo eufórica que me sentía en aquel momento. Hacía varios meses que no me sentía de tal manera. Desde que había vuelto a tomar los medicamentos; los días sin tomarlos estaban haciendo efecto.
—Lo siento, Sasha. Sabes que eso es lo que me ha enseñado mi padre, de mí jamás saldría hacerte daño.
Clavó la mirada en mí.
—Dame algo para consumir y olvidaré todo.
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09/11
—Y entonces... ¡Golpee su patético rostro!
—¡Bravo, Sasha! —reconoció Thomas mientras reía y a la vez, aplaudía.
Rei junto a él sin mirarlo; él estaba recostado en el suelo mientras yo estaba sentada sobre su cama. Estaba dividiendo el polvo que acababa de tirar sobre la mesa de luz del cuarto de Thomas.
—Ten en cuenta que pude haberte roto la nariz y me diste lástima.
—Tu vida da lástima, Sasha —vocalizo entre risas.
Quizás en algún otro momento, sin estar drogada, mi reacción habría sido otra pero, esta vez, reí junto a él, dándole la razón que, después de todo, si tenía. Termine de crear una línea perfecta ante mis ojos y me incline para esnifar la sustancia. Mi cuerpo no se sentía relajado en absoluto, al contrario, me sentía viva; aunque sentía taquicardia y mi cuerpo sudaba demasiado. Había estado haciendo esto desde el día anterior, no constantemente pero, de a ratos.
—Tengo muchísima sed, Thomas. Tráeme agua.
Me dejé caer completamente en la cama. Cerré mis ojos e intenté tranquilizar mi corazón. Escuché que él se puso de pie y salió del lugar.
Hacía un día que no estaba en mi casa. Tenía varias llamadas de mis padres, quizás era hora de volver a la realidad. Mi realidad.
—El agua, Sasha.
La voz de Thomas me hizo volver a tierra. Lo miré sin levantarme de la cama.
—Ya no quiero. Debo ir a casa.
Él solo se encogió de hombros. Dejó el vaso en la mesa de luz y se dejó caer a un lado mío. Sentí su mirada clavada en mi perfil aunque supo entender mi silencio. Me paré rápidamente, me tambalee un poco al hacerlo pero, no di importancia. Me saqué la camiseta de Thomas, quedando solo en ropa interior.
—¿No habrá polvo de despedida? —comentó.
—¿A qué te refieres?
Visualice mi ropa; caminé hacía ella, la tomé del suelo y comencé a vestirme, está vez, mirándolo.
—Sé que tendría que habértelo dicho antes pero volví con Camila.
Terminé de ponerme la remera.
—¿Qué? Tenés que estar jodiendo, Thomas.
Editado: 22.11.2024