Altair logró alcanzarla y la tomó por la muñeca. No entendía de dónde había salido aquel arrebato, él simplemente había intentado ser sincero con ella. Siempre le había parecido que la verdad era lo único que podía hacerte libre y era mejor ser herida un momento por una verdad que vivir en una mentira que solo la llenaría de ilusiones sin posibilidad alguna de ser.
—¡Espera! ¿Qué se supone que significa todo esto?
Ella se detuvo, pero una sola de sus miradas asesinas bastó para que Altair retrocediera.
—¡Cómo si no lo supieras! Puedes estar tranquilo, ya me había quedado claro que una chica como yo no tenía ninguna clase de oportunidad con alguien como él. No hacía falta que me lo dijeras.
—No, estás malinterpretando las cosas, yo solo no quería que...
—Que me hiciera ilusiones, que me pintara castillos en el aire. ¡Ya lo sé! Te has encargado de hacerme sentir tonta desde que nos conocimos, ¿cómo ibas a dejar pasar esta oportunidad?
—¡Eso no es cierto!
—¿Ah no? Claro que es cierto. ¿Crees que no sé que piensas que soy insignificante, que no valgo la pena? Lo sé, Altair, siempre lo he sabido.
—¡No, no sabes nada! ¿De dónde sacas todos esos disparates? Jamás te he dicho algo como eso.
—¡Pero me lo has demostrado! Sé que piensas que soy aburrida y odiosa. Y seguro debe hacerte mucha gracia que pensara si quiera que Izan iba a fijarse en mí alguna vez.
—¡No! Yo pienso que eres una jodida genio —exclamó alterado. Comenzaba a enojarse mucho, estaba harto de que ella todo el tiempo lo acusara de cosas, que siempre asumiera lo que él estaba pensando—. Creo que eres brillante, una de las personas más inteligentes que conozco. Y no creo que seas aburrida... aunque sí una puñetera odiosa que acaba de hacer un drama de la nada.
—¿Drama de la nada? —preguntó sorprendida e indignada. Estaba tan enojada que lágrimas de rabia le cayeron por las mejillas, se las apartó de un manotazo. Altair se suavizó, sus hombros cayeron. ¿Por qué estaban peleando? No tenía sentido. Nada de esta situación tenía sentido.
—¿Por qué estás tan alterada? Solo intenté ser sincero. No pretendía herirte y tampoco insinuar nada. ¿Por qué crees que pienso esas cosas de ti?
Ella lo miró y tal vez haya notado en sus ojos que era sincero porque sus hombros también cayeron. Era como si hubiese decidido bajar las defensas, derribar los muros y simplemente ser sincera. Suspiró, se miró las puntas de los pies e intentó ocultar su expresión triste, pero Altair todavía podía verla y no le gustaba lo que le hacía sentir verla así.
—Cuando nos conocimos —comenzó ella—, me caíste muy bien. Fuiste la primera persona con la que me sentí cómoda para contarle, no sé... cosas. Y teníamos literalmente horas de conocernos... bueno, en realidad ya sabes que no pero eso no importa. Suena tonto si lo digo en voz alta, pero pensé que podríamos ser amigos. Fuiste amable y parecías un buen chico.
Todo esto era información nueva para Altair que pensaba que le había caído mal desde el principio. Por alguna razón había sentido desde el primer momento que ella tendría ganas de huir si se acercaban.
—No lo entiendo...
—Claro que no lo entiendes. Para ti no significó nada. ¿Recuerdas que dijiste que sabías por qué yo no te gustaba pero no sabías por qué tú a mí no? Pues te lo diré. Estaba contándote algo que me hacía muchísima ilusión, eras un desconocido y yo estaba muy perdida porque mi madre acababa de morir, pensé que era momento de hacer amigos y... todo eso. Entonces, no escuchaste ni una sola palabra de lo que te dije, te aburriste de mí a los segundos y no fuiste lo suficientemente amable como para decírmelo, al contrario. Luego, encima te burlaste de mí.
Pero Altair no lo recordaba así. Él había escuchado cada palabra que le había dicho, de hecho aún podía recordar todo lo que le había contado. Le pareció fascinante escucharla hablar, pero también se había sentido muy incómodo cuando había visto la pasión en sus ojos, la seguridad con la que se expresaba y... claro, todo tenía sentido. Había sido un completo idiota por no poder expresarlo bien. Sí que tuvo un cambio de actitud en ese momento pero no había sido por ella, no precisamente.
Era el comienzo de su segundo año en una carrera que su padre le había forzado a estudiar. Acababa de soportar una junta de madrugada y a pesar de todos sus esfuerzos su padre no estaba contento y le echaba la bronca. Se sentía frustrado, furioso y muy triste. Y entonces, se había encontrado con esta chica que hablaba con tanta seguridad, con tantas ganas de lo que estaba por empezar. Tan solo era un mal día pero eso había sido la cereza del pastel. Ella tenía lo que él deseaba y en ese momento parecía injusto, pero sabía que no era culpa de ella. Simplemente no pudo enmascarar su tristeza y no tenía ni idea de que había herido sus sentimientos.