Aterrizamos en Madrid y el autobús nos espera para llevarnos a Valdebebas. Cuando llegamos me dirijo corriendo casi hasta mi coche. Antes de entrar alguien me agarra del brazo y me retiene.
- ¿A dónde vas? – me pregunta Isco.
- A Santander – le contesto serio mientras me suelto de su agarre.
- No puedes irte ahora – me dice – Tenemos partido dentro de dos días.
- Lo sé, estaré aquí para el partido – le vuelvo a decir.
- Espera Marco – me vuelve a agarrar Isco del brazo – Estás muy nervioso y alterado, así no puedes conducir – me dice.
- ¿Y qué quieres que haga? No pienso dejarla sola allí – le suelto de repente.
- Lo sé, no te estaba pidiendo que no fueses – me dice y me coge las llaves de las manos – Vamos a ir juntos y yo conduzco – me dice mientras se mete en el coche.
Sonrío ante su respuesta y doy la vuelta al coche para sentarme de copiloto. Isco arranca el coche y ponemos rumbo a Santander.
- Gracias Isco – le digo mientras le miro.
- No tienes porque dármelas, todo por los amigos – me responde mientras me sonríe.
Pasamos el viaje hablando de una cosa u de otra, sobre todo el que hablaba era Isco, quería distraerme y a veces lo conseguía, pero la mayor parte del tiempo tenía mi mente puesta en María. En como estaría, que estaría haciendo, en que sentiría en estos momentos.
He intentado llamarla un par de veces pero tiene el móvil apagado o fuera de cobertura. Aunque entiendo perfectamente que lo tenga así, yo también estaría desconectado del mundo. Pero necesito hablar con ella, necesito saber que está bien. Posiblemente no lo este, sólo quiero hacerla sentir un poco mejor.
Después de un par de horas llegamos a Santander, no sé muy bien a donde tenemos que ir. Buscamos en los periódicos para ver si encontrábamos la esquela, finalmente lo encontramos. En menos de medio hora empezaba el funeral y estábamos un poco lejos. Íbamos a llegar tarde y yo no quería eso. Quería estar ahí para ella, en todo momento.
Llegamos al lugar en el que se va a celebrar el entierro, a lo lejos diviso a María y a Natt con un fular amarillo. Quiero acercarme a ella pero Isco se interpone.
- No Marco – me dice serio.
- Pero… Yo quiero ir con ella – miro en dirección a María.
- Lo sé, pero ahora tiene que estar con su familia – me dice y yo solo puedo asentir.
No puedo dejar de mirar a María y verla así se me parte el corazón.
La misa fue muy bonita, muy emotiva. Sus amigos le dedicaron palabras maravillosas, incluso el hermano de María, ya que por lo visto ambos eran como uña y carne.
Es el momento del entierro, de enterrar el ataúd bajo tierra. Todos llevan una rosa en la mano para dejarla sobre el ataúd antes de que lo bajen. Es mi momento, ya no aguanto más y me acerco a María. Me coloco a su lado y agarro su mano entrelazando nuestros dedos. María se gira para ver quién era la persona que la había cogido de la mano y cuando me ve… Su mirada es de sorpresa. No se imaginaba que estuviera aquí. Agarro con más fuerza su mano y le sonrío.
Es el turno de María y Natt de dejar la rosa sobre el ataúd. Cuando vuelve a mi sitio no puede evitar llorar y solo me sale abrazarla. Ella me agarra con fuerza y se refugia en mi pecho. La pequeña ceremonia termina mientras los dos seguimos abrazados. La madre de María se lleva a Natt para dejarnos solos a los dos.
María se separa de mí y mira detrás de mí, se aleja y no duda en darle un abrazo.
- Tuve que decírselo – le dice Isco.
- No te preocupes – le dice María sinceramente – gracias por venir.
- No podía dejar que viniera solo, estaba muy nervioso e intranquilo – vuelve a decirle mientras me mira.
Isco se va y nos quedamos los dos solos. La abrazo y después la vuelvo a dar la mano y me la llevo hasta las afueras del cementerio. Nos sentamos en un banco cerca de una arboleda.