“Marco, yo…” esas palabras resuenan en mi cabeza una y otra vez. No quiero esto, no quiero saber lo que me va a decir, porque no quiero perderla. Quiero verla despertarse a mi lado cada mañana, quiero verla cerrarlo los ojos para irse a dormir, quiero verla sonreír cada día y ser el causante de ella, quiero estar para ella en cada momento de su vida, bueno, malo, cualquiera, no quiero perderme nada de su vida, quiero amarla con cada uno de sus imperfecciones, que son pocas, amarla con todo lo que la hace ser única.
No quiero perderla.
Mi corazón sigue latiendo con fuerza. Tengo unas ganas tremendas de llorar, pero tengo que ser fuerte, tengo que serlo.
- ¡A la mierda! – dice de repente sorprendiéndome.
¿Ahora qué pasa?
La veo acercarse hasta mí, me coge la cara con sus dos manos, me hace levantar la mirada, ya que la tengo agachada, no soy capaz de mirarla a los ojos, pero me obliga a hacerlo, me obliga a mirarla. Su mirada es indescifrable, lo único que puedo distinguir es ese brillo especial que suelo ver cuando estoy con ella y que pocas veces aparece. María me mira y sé que sabe que estoy a punto de llorar, pero la verdad es que no me importa. La veo que no duda ni un momento y me besa. Me besa como nunca antes me había besado. ¡Y joder! Qué bien se sentía volver a tener sus labios sobre los míos, eran una adicción, mi obsesión.
Me quedo tan absorto por la sorpresa que no la sigo el beso, pero después recapacito, vuelvo a la realidad y la sigo. La agarro con mis dos brazos su cintura y la acerco más a mí, aunque creo que ya más es imposible, porque entre los dos no pasa ni una gota de aire, ya que nuestros cuerpos están pegados desde el momento en el que María me ha besado.
Por la falta de aire, tenemos que separarnos y junto nuestras frentes. No abro los ojos, los dejo ahí cerrados, disfrutando del momento que hemos tenido para intentar calmar mi respiración, ya que se encuentra agitada después de todo lo que he sentido con un simple beso, ha sido como volver a estar en casa otra vez.
- Te quiero Marco – me dice en un susurro sintiendo su mirada sobre la mía.
Cuando pronuncia esas palabras mi corazón explota de alegría, abro los ojos y la miro. La miro con intensidad, alegres, volviendo a sonreír igual que lo hace mi boca, se vuelve a dibujar una sonrisa, una que no mostraba desde que todo esto había pasado.
- Yo también te quiero María, no sabes cuánto – la digo mientras me acerco para besarla de nuevo.
Pasamos así unos minutos, besándonos, cuando recuerdo que aún no me ha contestado a la pregunta y necesito saber la respuesta, por lo que me separo bruscamente de ella. María me mira confusa por lo que acabo de hacer, no entiende nada.
- No me has contestado aun a la pregunta que te he hecho – la digo mirándola totalmente serio otra vez.
- Creo que el beso ha sido una buena respuesta, ¿no crees? – me dice mientras sonríe.
- ¿Me das una segunda oportunidad? ¿Sí o no? – la vuelvo a preguntar para estar seguro al cien por cien de que es esa respuesta. Quiero oírla de su boca.
- Sí Marco – me contesta sonriendo y sonrío de nuevo.
- Te prometo que no te volveré a tratar así más – la digo sinceramente mientras cojo sus manos con las mías.
Me moriría si por mi culpa volviéramos a pasar otra vez por esto, sufriendo los dos por una estupidez como la mía.
- Está bien Marco, y me tienes que prometer que no pensaras así de ti mismo ni de nuestra relación, te quiero, te he elegido a ti, eres una persona maravillosa Marco. ¿Me oyes? Y juntos y solamente juntos vamos a poder enfrentarnos a esa oscuridad que tenemos y superarlo, mientras estemos juntos en vez de oscuridad habrá luz – me dice - ¿me lo prometes? – me pregunta esta vez.
- Te lo prometo – la contesto mientras me acerco a sus labios para fundirnos en otro beso.
El beso empieza a intensificarse, de un beso dulce pasa a un beso apasionado en cuestión de segundos. Recorro con mi lengua su labio inferior para después darle una pequeña mordida. Y veo como María entiende lo que la quiero decir, porque abre más su boca y deja que mi lengua explore su cavidad bocal, de la misma manera que ella explora la mía. Nuestras lenguas entran en una batalla constante y la levanto de la cama.