Mientras no me olvides, no me habré marchado del todo

Capítulo 26 - TE PROMETO 2

La miro con los ojos como platos, sigo sorprendido por su propuesta, por lo que me acaba de decir. ¿Me está diciendo que quiere hacerlo en la playa? Las piernas me comienzan a temblar de repente y el corazón se me acelera.

 

         -       ¿Qué quieres hacer? – pregunto intentando descifrar sus palabras.

         -       Pues eso, quiero hacerlo – me dice mientras se ríe.

        -       No te rías – contesto medio enfadado – no tiene gracia. En serio contéstame – vuelvo a insistir para saber que escondían sus palabras.

         -       Quiero contarte toda la verdad – me dice seria esta vez – toda la verdad – me vuelve a repetir.

          -       ¿Estás segura? – pregunto entendiendo lo que me quiere contar.

 

Estoy preparado para escucharlo, lo estoy, aunque no me guste la historia, debo hacerlo, debo escuchar lo que pasó.

 

           -       Quiero contarte que es lo que pasó, cómo llegué a esa situación – me dice.

         -       Está bien, pero si no quieres seguir hablando lo entenderé. No es nada fácil hablar sobre algo o alguien que te ha hecho mucho daño – respondo.

           -       Lo sé, pero quiero hacerlo – me dice.

 

Nos acurrucamos bien en la manta sobre la arena de la playa. Estuvimos unos minutos en silencio. Un silencio que me vino muy bien para aclarar mis ideas y para afrontar lo que iba a venir.

 

Veo como María suspira y coge aire, para disponerse a hablar. La miro a los ojos y la cojo de las manos para darla seguridad. Me quedo quieto esperando escuchar sus palabras, palabras que no me van a gustar.

 

           -       Esto empezó cuando mi hermana murió. Estaba destrozada, furiosa con el mundo, no entendía porque el universo me habían quitado a la persona más importante de mi vida. No lo entendía y me sumí en una vida llena de oscuridad – empieza a decirme – No quería escuchar a nadie así que empecé a salir de fiesta todos los días, volvía a casa a las tantas de la madrugada. Y sí bebía, mucho. En una de esas tantas noches de fiesta conocí a Henry. Era un chico encantador, dulce, alegre, muy simpático. Fue quien me sacó de aquella oscura habitación en la que me había metido. En vez de salir de fiesta me llevaba a cenar, dábamos vueltas por la calle y llegaba a una hora razonable a casa. En ese momento pensé que era mi salvavidas, que había encontrado a esa persona que mi hermana siempre decía que encontraría, a mi otra mitad. Pero lo que no sabía en ese momento era que Henry se me iba a invitar a otra habitación más oscura que la anterior. Una en la que no iba a escapar tan fácilmente y en la que hoy en día aun no he podido salir – sigue contándome mientras no puedo evitar que las lágrimas surquen mi cara. No puedo parar.

 

No es fácil, no lo es. No es fácil como la chica de la que estás enamorado te cuenta todas estas barbaridades, no lo es. Ojalá no hubiera pasado por ello.

 

María se queda un rato en silencio, intentando averiguar cómo seguir, porque me acerco más a ella y con mis dedos borro todas las lágrimas que surcan su cara.

 

          -       María… - la llamo y la miro a los ojos – Si no quieres seguir lo entiendo, no quiero verte sufrir – digo apenado y sufriendo también, no puedo verla así.

            -       Quiero hacerlo, necesito hacerlo y quiero que conozcas cada parte de mí, lo bueno y también lo malo – me dice mientras me acaricia la mejilla.

 

Me acerco más a ella y la beso dulcemente en los labios. Al separarnos vuelve a coger aire, como si de esta manera se diera más fuerza a sí misma para seguir contando su historia, una historia que aunque no es mía, me está matando por dentro.

 

          -       Después de un par de meses, la cosa empezó a empeorar. Al principio solamente fueron comentarios despectivos como por ejemplo, no te vistas así pareces una puta, no comas mucho te estás poniendo gorda,… Comentarios que no les di importancia pero que con el paso del tiempo me di cuenta de que estaba haciendo lo que él quería, quería que fuera cayendo poco a poco en su red, para después hacer lo que quisiera conmigo – sigo explicando a Marco – Sin embargo la cosa no quedó así, pasamos del maltrato psicológico al físico. Y ahí se volvió todo negro. Podía soportar sus comentarios pero lo que vino después no. Empezaron siendo empujones, agarrones de mano más fuertes de lo normal, pero después fue más agresivo, paso a golpearme en la cara, agarrarme del pelo.




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