Mientras no me olvides, no me habré marchado del todo

Capítulo 36 - QUIERO 2

Llego a mi casa y lo primero que hago es empezar a llorar y a gritar. Destruyo todo a mi paso mientras a mi mente vuelve a revivir una y otra vez la escena que he vivido hace  unas horas.

 

Sé que no son horas para el ruido que estoy haciendo, pero no me importa, ahora lo que necesito es hablar con alguien, necesito que alguien me abrace y aunque sé que son las tres de la mañana, llamo.

 

        -       ¿Marco? No son horas – dice la persona que he llamado - ¿estás bien? – me pregunta.

          -       ¿Puedes venir a mi casa Isco? – intento decir cómo puedo ya que las lágrimas hacen que mi voz se entrecorte.

            -       ¿Qué ha pasado? – me pregunta Isco preocupado al oírme.

            -       Solo ven, por favor – le respondo derrotado.

            -       En 10 minutos estoy allí – me responde para después colgar.

 

Espero a Isco sentado en el suelo del salón mientras sigo llorando. Cuando llega y me ve en este estado lo único que hace es abrazarme, ni siquiera me pregunta que me pasa.

 

Al final me convence, después de una hora llorando en el suelo de mi salón, para que me vaya a la cama. Mañana sería otro día y tenía partido, tenía que estar concentrado, aunque la verdad es que no creo que pueda estarlo, mi mente va a viajar hacía María, sin duda alguna.

 

 

El partido había terminado, habíamos ganado pero no había hecho un buen juego, no había dado lo mejor de mí mismo, pero es que tampoco podía, no podía y menos sabiendo que la había perdido.

 

Aparco el coche en el garaje y me dispongo a subir las escaleras con el único objetivo de echarme en la cama a dormir. Llevo un par de días durmiendo poco y eso se nota en el rendimiento en el campo de fútbol.

 

Sigo subiendo las escaleras como alma en pena, triste y mirando hacia el suelo, sin ganas de nada, cuando de repente veo unos pies en el rellano de mi puerta. Elevo la mirada y allí la veo, sentada en el suelo junto a mi puerta.

 

Al verme se levanta rápidamente del suelo y me mira fijamente, como si quisiera saber cómo estoy, suplicándome perdón con la mirada. Intenta acercarse a mí, pero rápidamente me alejo de ella dando unos pasos hacia atrás.

 

Aún no estoy listo para verla, para hablar de lo que ha pasado. No quiero que me diga que nosotros no somos nada, que él le da todo lo que necesita, todo aquello que yo no le he podido dar.

 

Nos quedamos observándonos durante unos segundos o quizá unos minutos, la verdad es que no lo sé. Cuando estoy con María es como si el mundo se detuviera y solo existiéramos ella y yo.

 

Mi mirada expresa sorpresa, sufrimiento y desconcierto, aunque la de ella no se aleja mucho de la mía. Pero no me esperaba que viniese hasta aquí.

 

           -       ¿Qué haces aquí? – pregunto  de manera borde y distante, no puedo ablandarme ahora, no después de lo que vi.

             -       Tenemos que hablar – me contesta casi en un susurro.

             -       No tenemos nada que hablar – contesto mientras me dirijo a la puerta.

            -       Sí que tenemos – me contesta mientras me agarra del brazo – ayer no me dejaste explicarte lo que paso.

             -       No tienes que explicarme nada, lo vi todo. Qué rápido te has olvidado de mí. Ahora suéltame y vete – digo bruscamente. No quiero mirarla, no puedo.

          -       No es lo que tú piensas, por favor déjame explicarte – me dice mientras unas lágrimas comienzan a surcar su cara.

            -       No – digo mientras me suelto – no quiero oírte ni verte, ya me ha quedado claro que yo no significo nada para ti – respondo mientras abro la puerta de mi casa.

             -       Marco, por favor… - intenta decirme mientras sigue llorando.

 

María intenta agarrarme de nuevo pero fácilmente me deshago de ella. No deja de insistir en que deje que se explique, pero no puedo así que entro por la puerta y la cierro en su cara, sin dejarla hablar.

 

María golpea la puerta, llama al timbre, pero no abro la puerta.

 

            -       ¡Marco, por favor! Sólo necesito que me escuches, si después no quieres verme lo entenderé, pero por favor, déjame contarte lo que pasó, no es como tú crees.




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