Mientras no me olvides, no me habré marchado del todo

Capítulo 37 - SOÑANDO 2

Y mis sueños viajan a través de mi dolor, como cada noche desde que ella no estás. Y hoy es una fría noche, pero aún así sigo pensando en ti, en el amor que nubla mis sentidos, en cuánto desearía poder tenerte a mi lado para pegarme a tu cuerpo y sentir ese calor que presiento cada vez que rozo tu piel, para percibir ese aroma que desprendes y que a mí me gustaría que me llenara los sentidos. No tienes ni idea del enorme caudal de sentimientos que guarda mi corazón para ti, ni que es esta constante espera la que me roba las horas de sueño, que ideo fantasías en donde solamente existes tú. Tú nombre ronda mi mente a todas horas, pensando, imaginando qué harás en esos momentos en los que no sé nada de ti. Sí, sé que es difícil saber que no te tengo a mi lado, que no me tienes a tu lado, pero sé que nuestro amor nació, en la distancia, entre fronteras que nos separan.

 

Y aún cuando sé que todo es así, no puedo evitar el soñar contigo, el soñar que estamos juntos y que mis noches y las tuyas no son más en soledad. Esa soledad compartida en la que la tristeza abarca mi alma, mi ser y mi corazón, haciendo que el sueño escape de mí, haciéndome volar a través de los recuerdos, a través de recuerdos que me hacen daño.

 

Sueño contigo desde el horizonte de mi cielo invisible, que a pinceladas, ha sido trazado con la mezcla de colores que nacieron en mí, con cada palabra de amor que me has entregado, con cada sonrisa nacida desde el corazón.

 

Y así, de esta manera, dormido, sigo soñando contigo, con estar a tu lado y que me despiertes con un beso…

 

 

De repente me despierto con un dolor de cuello insoportable y es que me he quedado dormido en el suelo contra la puerta de mi casa. A mi mente viajan todos los acontecimientos que han ocurrido en las últimas horas. Me levanto un poco soñoliento y me doy cuenta de que aun es de noche.

 

A mi mente viene María y de repente me preocupo ¿dónde estará ahora? No tendrá lugar para dormir, así decidido abro la puerta para ir a buscarla. Mi sorpresa llega cuando miro hacia el suelo y la encuentro durmiendo allí. Una sonrisa se me escapa al saber que no se ha ido.

 

Miro sus fracciones y me doy cuenta de que no está cómoda y de que tiembla por el frío, por lo que voy hasta ella y la alzo en brazos. Entro con ella en casa mientras siento su respiración en mi cuello, provocándome un escalofrío. Mi intención es recostarla en una cama, para que al menos descanse en una cama cuando siento que se remueve en mis brazos.

 

        -       Marco – me llama para que me dé cuenta de que está despierta.

       -       No quería despertarte, lo siento – respondo sinceramente mientras sigo caminando – sigue durmiendo. Voy a llevarte a la habitación de invitados.

        -       No Marco, por favor – me dice y me paro sorprendido.

 

Me giro para mirarla, para ver sus ojos, mirar su cara y ver sus intenciones, lo que quiere decirme.

 

        -       ¿Qué? – pregunto confundido.

        -       Para por favor, tenemos que hablar – me contesta con mirada suplicante.

       -       María… - digo con desgana porque no quiero discutir – ahora no quiero hablar, te he dejado entrar porque no quiero que duermas en el frío suelo de la escalera, ni que te pongas mala – sigo diciendo.

         -       Por favor, Marco – me mira a los ojos.

 

La sigo mirando y en mi interior se forma una batalla, decidiendo en si ceder a sus suplicas o mantenerme en mi posición. Me debato durante un rato y finalmente asiento mientras la baja al suelo con cuidado.

 

No la suelto del todo, ya que cojo una de sus manos y me dirijo directamente al salón, dónde nos sentamos uno en cada punta. De esta manera intento evitar tener más contacto con ella, no puedo, no sería capaz de mantenerme sereno.

 

       -       Tienes cinco minutos, después me iré a dormir – digo de manera brusca y un poco borde. Necesito mantenerme firme, sin hundirme.

 

Asiente con la cabeza, respira y se prepara para contarme toda la verdad. Que sea lo que tenga que ser, no estoy preparado para el rechazo pero si así ella es feliz, que así sea.

 

          -       Lo que viste no es lo que parece – intenta empezar de alguna manera.

          -       ¿A no? – pregunto incrédulo mientras levanto una ceja – ¿me vas a decir que no te vi besándote con ese tío?

          -       Sí, ese tío me beso, pero yo no quería – me contesta y la miro confuso.




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