María iba a hablar pero me adelanto y no dejo que diga lo que estaba a punto de decir.
- Sé que estás dolida, decepcionada, pero sin ti no soy nada amor – la miro suplicante.
- Marco, te quiero y lo sabes – me dice – estos días en Santander me han ayudado a reflexionar, a pensar en lo nuestro – me explica – Te confieso que no he sabido que hacer, porque tampoco te mereces estar así, esperando una respuesta, no quiero que me sigas esperando – me dice y no puedo evitar que tras oír esas duras palabras mis lágrimas comiencen a surcar mi cara.
- Está bien, me rindo, te dejo ir, no quiero sufrir más – digo desesperado sin saber qué hacer y me separo de ella.
- ¿Puedo acabar? – me pregunta mientras me agarra de la mano para que me siente otra vez en el sofá.
Me limpio las lágrimas que cruzan por mi cara y me vuelvo a sentir por su petición y porque quiero seguir escuchándola, aunque me duela. Coloco mis manos sobre mi cara y me quedo allí un rato, en esa postura, esperando a oír lo que me tenga que decir. María se sienta más cerca de mí, me quita las manos de la cara, me alza la mirada, me coge de las manos y me mira a los ojos.
- Marco, en el momento que te vi allí parado, mirándome, supe que es lo que tenía que hacer – me dice mirándome a los ojos – Y aquí estoy.
La sigo mirando sin entender muy bien por donde va. Mis ojos se empañan cada vez más, intentando no seguir llorando, conteniéndome.
- Marco, mirando a mis ojos deberías de preguntarte esto ¿no ves que de sólo nombrarte mi piel se vuelve de seda? Y es que con tus besos me quedo prendida, te quiero. Tú me has convertido en la persona que soy ahora. Tú amor me hizo mejor persona, pues con la pureza de tu mirada, de tu sonrisa, me has devuelto las ganas de vivir, tus palabras dulces y cariñosas que siempre tienes para mí, hacen que mis días más grises tengan rayos de luz, y me llena completamente de alegría saber que eres mío – comienza a decir.
Mis ojos se abren con sorpresa, mirándola expectante, rogando porque siga hablando. Quiero seguir escuchándola, quiero saber qué es lo que piensa, que es lo que siente, quiero saberlo todo.
- ¡Cómo me gusta cuando me miras! Esos ojos que no saben mentir. Me miras como si quisieras leer mis pensamientos, y si lo hicieras te reirías por dentro porque sólo pienso en besarte ahora mismo – se me dibuja una sonrisa ante sus palabras y mi corazón comienza a acelerarse – Tengo ganas de besarte, y de reír contigo. Olvidar que unos días eran grises y cuanto esperé porque alguien como tú llegará a mi vida para cambiarla.
- Yo… - intento hablar.
- Shhh déjame acabar – me dice mientras me pone un dedo sobre mis labios – Y es que sigo siendo aquella… Aquella que sueña con el día en que al fin pueda abrazarte, que el refugio de mis brazos sea el motivo de tu alegría y en mi cálido regazo por siempre quieras quedarte. Aquella que cada tarde la consume la impaciencia detrás de un monitor viendo un partido, esperando a que vuelvas a mí. Aquella que te quiere aún sintiéndote distante, tan distante cual estrella y yo queriendo alcanzarte, porque sigo siendo aquella que no se cansa de esperarte sentada en el sofá.
Me acerco más hacía ella, más si es posible, pego nuestras frentes y nos miramos a los ojos.
- Dime Marco, ¿cómo podría vislumbrar el mundo lejos de tus brazos, ajena a tus ojos? Te necesito como el aire, como el agua, como a la vida misma, lejos de ti me siento ausente, y sé que tú sientes lo mismo, porque si nos alejáramos, sería como matarme cruelmente. Porque ahora mismo no concibo mi realidad sin la tuya - más lágrimas surcan mi cara, pero esta vez no son de tristeza sino de alegría por escuchar lo que me dice - ¿Cómo podría abandonarte después de tanto buscarte?
- María… - vuelvo a intentar decir algo pero ella no me deja y posa sus manos en mis mejillas.
- Marco, de tu pasado sólo me importa tu futuro. Lo complicado al final sigue siendo lo maravilloso del encuentro y del secreto, la forma casi despreocupada en que se dieron los sucesos, de la forma en la que nos conocimos. No quiero hacerte ningún mal, pero te quiero y por más que pienso en los obstáculos que se ciernen sobre nuestro futuro, no puedo dejar de percibir esa sensación de libertad al final del túnel. Nuestro túnel desproporcionadamente iluminado. ¡Qué le den a los obstáculos! No te tortures con lo que pasó, las cosas tenían que ser así, la culpa no fue tuya o mía, no hay culpa fue del destino que siempre nos pone a prueba. Lo importante es saber cómo saltarlos, cómo superarlos, juntos.