Al sentir su respiración y su beso en mi cuello me estremezco, sintiéndome reconfortada por una vez desde hace mucho tiempo. Al separarnos un poco, porque aún seguimos un poco abrazados nos miramos a los ojos.
Se suele decir que los ojos, que la mirada, son el reflejo del alma. Y esta vez tengo que decir que es verdad. Nunca había creído en ello, pero fue mirarle a los ojos y descubrir mil cosas sobra él. Dolor, tristeza, anhelo, amor, carió, gratitud… todos estos sentimientos y muchos más estaban reflejados en sus ojos, en su mirada, haciéndome participe de ello. Y a su vez yo a él de los míos. Porque este instante es únicamente de los dos, es por y para los dos. Y ambos hemos decido dejarnos ver tal y como somos, sin doble cara, siendo transparentes.
Después de un par de minutos así, decidimos separarnos y seguir con la velada. El resto del grupo no se había dado cuenta. O eso creí hasta que vi las miradas picaronas que tenían Isco, Lucas y Dani, cuando nos miraban.
Al ver a Natt dormida encima de una hamaca decidimos que nuestra noche había acabado. Nos despedimos de todos y antes de salir por la puerta no pude evitar mirarle, de cruzar nuestras miradas puesto que Marco también me estaba mirando.
Había pasado una semana ya desde que llegamos a Madrid. Natt y yo habíamos asistido a todos y a cada uno de los entrenamientos del equipo. Creo que a Natt le está gustando demasiado el fútbol por lo emocionada que está cuando va a ver los entrenamientos. Aunque la verdad es que yo también me pongo muy contenta. Y el motivo de mi felicidad tiene nombre y apellido, Marco Asensio. Desde aquel día hemos hablado todos y cada uno de los días, en los entrenamientos nos gastamos bromas, me enseña a jugar al fútbol e incluso hemos quedado alguna tarde para ir a dar una vuelta y a tomar algo.
Con el resto de chicos me llevo muy bien, Marcelo, Sergio y Bale son como unos hermanos mayores para mí, siempre pendientes y preocupados por mi bienestar. Lucas, Llorente y Theo como los amigos locos que cualquiera tiene pero que siempre te sacan risas con cualquier tontería que hagan. Isco, mi gran confidente y amigo, sin duda se ha convertido en una pieza importante del puzzle de mi vida. Y luego esta Marco, que no sé muy bien lo que somos. No lose, simplemente por el hecho de que yo me voy a marchar dentro de poco. No quiero enamorarme de alguien a quien voy a tener muy lejos de mí. Porque me conozco y sé que a la larga voy a sufrir, vamos a sufrir. Aunque para ser sincera no sé si esto que yo estoy empezando a sentir, Marco también lo siente.
No lose, no sé qué va a pasar, que va a ocurrir, pero cada vez que estamos juntos es como si estuviéramos solos, como si la gente que está a nuestro alrededor dejará de existir y solo existiéramos nosotros dos. Y cuando me toca, me acaricia, me abraza o incluso me coloca el pelo tras la oreja, mi respiración se entrecorta, me sonrojo cual tomate y mi boca luce una sonrisa tonta. Una sonrisa que aunque no quiera aceptarlo, es una sonrisa de perdidamente enamorada. Pero lo que me hace creer de verdad que Marco sienta lo mismo que yo son las veces que me coge de la mano, me da besos de despedida en la comisura de mi boca o simplemente cuando me acerco más de la cuenta y noto que se acelera su pulso.
Así que no sé qué es lo que va a pasar, pero lo que tengo claro es que no quiero sufrir más.
Hoy es un día como otro cualquiera de la semana, un día que transcurre con total normalidad. Por la mañana ayudé a mi tía con las labores del hogar y por la tarde nos fuimos las tres de compras por gran vía, ya que Dani y el resto del equipo se encontraban concentrados para el último partido de Liga que se disputaría al día siguiente contra el Málaga, si ganaban se coronarían campeones de Liga. Después de cenar y acostar en la cama a Natt, siento que mi móvil suena. Antes de mirar ni siquiera quien es sonrío como tonta, puesto que a estas horas me suele llamar Marco.
- Hola – digo a través del teléfono muy contenta.
- Hola, ¿qué contentas estás tú hoy eh pillina? – me contesta una voz que no es la de Marco y mi sonrisa medio desaparece.
- ¿Qué pasa que una no puede estar feliz Isco? – le pregunto un poco irritada.
- ¡Si ya! Tú lo que pensabas era que el que te llamaba era Marco y no yo – me dice mientras se ríe.
- ¡Eso es mentira! – contraataco aunque tiene razón.
- Más quisieras bonita – me dice riéndose - ¿qué tal vas con Marco? – me pregunta.
- Bien, igual que toda la semana – le contesto sin entender bien el porqué de su pregunta.