Llevaba un par de días en Santander, en casa, con mis padres y mi hermano. Hacía tiempo que no venía y necesitaba el calor familiar, aunque hubiese desaparecido hace algún tiempo y no sería lo mismo, no hay nada mejor que estar rodeado de los tuyos.
Había ido a la playa aunque el tiempo no acompañaba mucho, pero es lo que tiene que tu sitio favorito este al aire libre. Pero para pensar es el único sitio donde puedo hacerlo, donde me siento tranquila y en paz, donde puedo escucharme a mí misma.
Me siento en la arena fría y observo el mar, el vaivén de las olas y los barcos que pasan por la bahía. Y comienzo a pensar, en todo lo que pasado hasta ahora y en mi vida en Madrid.
Pero la verdad de quien no puedo parar de pensar es en Marco. En él, en su sonrisa, en todo. Y es que la verdad en estos días pensé que iba a conseguir aclarar mis ideas con respecto a él, pero la verdad es que aún no lo sé. Es como si mi cuerpo y mi mente estuviera esperando al momento adecuado, a que algo suceda para reaccionar. Pero claro, a saber cuándo es ese momento. No puedo pasarme la vida como estoy ahora, sin saber qué hacer, sintiendo lo que estoy sintiendo por él.
Porque voy a ser sincera conmigo misma, sigo enamorada de él, lo estoy, por mucho daño que me haya hecho. Pero luego me acuerdo del engaño y mi corazón se encoje de dolor.
Y es que aunque le quiera sigo sufriendo. No puedo evitarlo y tampoco puedo olvidarle. Mi corazón y mi cabeza están confusos, no saben lo que hacer, están divididos. Y si a eso le sumas las muestras de cariño que me hace, los regalos pero sobre todo las cartas, mi mundo se vuelve a bajo, mis esquemas se disuelven y mis muros se derriban. Siempre ha sido así, siempre ha causado ese efecto en mí.
¿Me olvido y me alejo de él o vuelvo con él? Es una pregunta tan difícil… que no sé cómo voy a encontrar la respuesta. Porque ser amigos no es la solución, no puedo mirarlo como tal, sería muy duro para mí y para él. Sería como recordarnos continuamente todo lo que tuvimos y sentimos, y saber que nunca más vamos a poder sentir y estar como estábamos.
Y así son mis días desde que estoy aquí, debatiéndome en si vuelvo o no con Marco.
Salgo de la playa y pongo rumbo a ninguna parte, la verdad es que lo único que me apetece es andar, perderme entre las calles y no pensar en nada, por un momento poder tener la mente en blanco.
La noche comenzaba a caer y yo seguía andando, sabía dónde estaba pero no quería volver a casa, por mucho frío que estuviera haciendo. Sigo andando hasta que siento como alguien me agarra de las manos y me gira.
Le miro, mis ojos se abren como platos de la sorpresa. No pueden creer lo que están viendo mis ojos. De verdad que no pueden creerlo.
- ¿No vas a decirme ni un hola? – me pregunta.
- A ti no tengo que decirte nada – le contesto borde mientras intento zafarme de su agarre.
- Antes no te resistías tanto, cariño – vuelve a decir mientras me agarra más fuerte.
- ¿Qué quieres Harry? – le pregunto comenzando a enfadarme.
- Te quiero a ti – me contesto seguro mientras me agarra esta vez por la cintura y me atraía hacia él.
- Suéltame – le contesto mientras intento separarme de él.
- Eres mía María, siempre lo has sido – me dice mientras me acaricia mi mejilla y no puedo evitar empezar a temblar de miedo.
Me quedo petrificada sin saber qué hacer, mis palabras intentan salir de mi boca pero no consigo pronunciar ni una sola palabra. No puedo, mi cuerpo no responde. No puedo creerme que este volviendo a pasar otra vez.
- ¿Me echabas de menos preciosa? – me pregunta mientras me muestra una sonrisa ladeada de autosuficiencia.
- No – consigo decir.
- ¿Qué tal está Natt? – vuelve a preguntar.
- Ni se te ocurra mencionarla, imbécil – le contesto intentando alejarme de él.
- Estate quieta bonita, no vas a escapar de mí esta vez, eres mía, tenlo siempre presente – me dice riéndose a carcajadas.
- ¡Suéltame! – le exijo – No voy a repetírtelo más.
- ¿Y qué vas a hacerme? – pregunta curioso – No puedes hacer nada, eres una niña indefensa que no sabe cuidarse sola, me necesita para seguir viviendo. Te recuerdo lo que me dijiste: “eres el aire que necesitas para vivir”.