Pero no es aquí donde todo empieza, una tarde llegue de la escuela y Micaela (La criada) me dijo:
—¡No le tengo muy buenas noticias! ¡Joven Miguel! Me notificaron que hubo un accidente de trafico, y sus padres fallecieron.
En ese momento sentí que el mundo se me derrumbaba.
—Ya hablé con su tía Graciela –continuó Micaela-, ella viene en camino.
Micaela era una joven guapa de veinte años.
En poco tiempo llegó mi tía Graciela, se paró en frente mió, mirándome con lástima y me dijo:
—¿Ya lo sabes?
—Ya, Micaela me informó.
—Siéntate aquí –continuo Graciela mientras se sentaba en el sofá-, el mundo no se ha acabado, Berto y yo te buscaremos un buen internado donde dejarte.
Berto era el esposo de Graciela, era un tipo bajito con bigote de brocha gorda, que se dedicaba a la docencia, nunca me pareció mala persona.
—Ahora me tengo que ir –continuó Graciela-, tienes a Micaela para que te atienda en lo que necesites.
Esa tarde comí lo que me preparó Micaela, y luego me fui a la cama.
Al día siguiente llegó mi tía con Berto sonriendo y me dijo:
—Berto me ayudó a encontrar un internado muy barato, ya arreglamos todo para que te admitan.
—¿El que sea barato es algo bueno? -pregunté.
—Obvio –respondió Berto-, si no gastamos mucho en tu educación, cuando seas mayor de edad, te entregaremos un cantidad mayor como herencia de tus padres.
—Entiendo.
—Ahora empaca tus cosas –continuó Graciela.
Me dirigí a mi habitación, empaque todo en la maleta de la escuela y luego volví.
—Listo ya empaque todo.
—Sube al auto –respondió mi tía.
Todos nos subimos al auto y Berto empezó a conducir.