Después de un tiempo, salimos de la ciudad y a lo lejos empecé a ver una valla. “Fundación Soros”, decía la valla. Berto entró al lugar donde estaba la valla, y estacionó el auto en el estacionamiento.
Nos bajamos del auto y nos dirigimos a una oficina.
—¿En que puedo ayudarlos? –preguntó una mujer que estaba sentada tras un escritorio, vestida formalmente.
—Venimos a dejar este chico aquí –respondió Berto.
—¿Traen los papeles?
—Si, si aquí están los papeles, es mi sobrino, sus padres murieron.
La mujer llamó por radio a un tipo y le dijo:
—Lucho, te necesito aquí ahora.
Al poco tiempo entró un tipo bajito, rechoncho y calvo.
—¿Que ordena mi señora? –preguntó el tipo.
—Asígnale a este chico una cama y un baúl.
—Como ordene.
Lucho me llevó a un dormitorio.
—Esta será tu cama y esta la llave de tu baúl –dijo Lucho.
Después mis tíos se despidieron de mi y se fueron. Luego me dirigí al parque, donde había otros chicos, que me dijeron sus nombres, y como habían sido recogidos de las calles por esta fundación.
Al día siguiente, después de bañarnos y desayunarnos, tuve mi primera lección.
Lucho ató una barra de salchichón a un árbol, tan alto que ninguno la alcanzábamos, y dijo:
—El que pueda bajarla, se la queda –mientras abandonaba el lugar.
—Tal ves si kevin (El chico mas pequeño) –dije-, se subiera a los hombros de Julio (El chico mas grande), podríamos alcanzarla.
—¿Así es como lo hacen en la calle? –preguntó Richie.
Richie era un chico demasiado bajo para su edad, y le faltaban algunos dientes, lo que le daba la apariencia de un chico de la calle.
—Todos no tenemos tu misma historia -respondí.
Richie se acercó para pegarme una patada en los testículos, pero le pegué antes un puño en la nariz.
—¡LUCHO! ¡LUCHO! ¡LUCHO! ¡LUCHO! –empezó a gritar Richie, mientras corría con la nariz sangrando.
Después de eso bajamos la barra de salchichón con mis sugerencias, luego apareció Lucho diciendo:
—¡FELICIDADES! ¡RESOLVIERON EL PROBLEMA!