Mil años más

Capítulo II

Capítulo II:

Donde las sospechas y las promesas llevan a una nueva aventura:

Nicolas se tragó el comentario que subió a su garganta al ver que Sara no le prestaba atención. No era como si le sorprendiera, en realidad. Desde el momento en que había salido del bosque, no había escuchado a nadie que tratara de decirle lo que tenía que hacer. Era terca en el sentido de que ni siquiera se molestaba en discutir ningún asunto.

Y la mayoría de las veces, así él no creyera que era una buena idea, hacía lo que quería de todas formas.

La siguió, con todo y que no estaba de acuerdo con ella. La siguió porque sabía por experiencia que tendía a olvidar que había cosas en el mundo que todavía podían a hacerle daño. Era como vigilar a una niña pequeña... Una niña inocente e intrépida de setecientos años que no hacía sino meterse en problemas.

Aunque no iba a negar que sintiera algo de curiosidad, más cuando llegaron al lugar de donde venía el ruido. Dos pisos más arriba, la habitación 501 tenía la puerta abierta. La luz estaba apagada, y era extraño cómo la sombra se proyectaba en el pasillo iluminado.

Oscuridad que ahogaba la luz, gritos que engullían el silencio.

Sara irrumpió en la habitación con el mismo impulso con el que había subido. Para cuando Nicolas llegó, estaba de pie en el medio de la sala, contemplando, pasmada, una figura encogida que yacía en el suelo. Un chico, cubierto de sangre.

Y a su derecha, una sombra saltaba por la ventana, dándose a la fuga.

...

En algún punto lejano de la mente de Sara donde la realidad aun continuaba su curso, el chico gimió. Tenía el cuello y el pecho cubiertos de sangre, sus ojos cerrados, su respiración errática. Vio todo eso a través de un cristal, borroso y distante, como si se tratara de un recuerdo. Como si el recuerdo de una situación semejante hubiera crecido hasta tomar el lugar de la realidad, y casi podía sentir la hierba húmeda por la lluvia bajo sus pies y oír el ruido de la cascada a lo lejos.

Por el rabillo del ojo, vio que Nicolas se movía, y su presencia consciente y andante bastó para apartar la pesadilla que cobraba vida incluso estando despierta. Caminó hacia el muchacho, arrodillándose ante él. No era igual a Nicolas. Él se veía más joven, era más bajo, y su piel no era blanca sino bronceada, aunque el dolor la había teñido de un enfermizo tono amarillo. Su cabello, rizado y café, estaba pegado a sus mejillas por el sudor. Era tan diferente, y a la vez...

Nicolas cerró la ventana y se dio la vuelta hacia ella.

-Nada. Quienquiera que fuera, es bastante rápido. ¿Lograste ver algo?

Sara no respondió, y levantó la cabeza para ver que Nicolas fruncía el ceño, confundido.

-¿Qué pasa?

-Se está muriendo.

-Quieres salvarlo- fue todo lo que dijo, arrodillándose junto a Sara, y no necesitaba una respuesta para saber que era así-. Se convertiría también en vampiro, lo sabes.

-Podríamos llamar una ambulancia, es lo que hace la gente ahora- sugirió, sin saber por qué su expresión la incomodaba. Nicolas asintió, poniéndose en pie sin más, y buscó el teléfono de la habitación.

Algo lo molestaba. Podía verlo por la tensión de sus hombros, la sombra en su rostro cuando la miraba... Pero no conseguía convencerse de que estaba haciendo algo malo.

El muchacho murmuró algo incomprensible, incluso para ella, pero que hizo que bajara la cabeza hacia él. La miraba. Había algo extraño en la manera en que lo hacía: Cansada, cautivada, casi suplicante.

-Vas a estar bien- le dijo en español, y sonrió en un intento por tranquilizarlo- Ya pedimos ayuda, sólo tienes que aguantar un poco- No dijo nada, pero pareció entenderla.

Nicolas colgó el teléfono, andando de vuelta hacia ella.

-Dicen que estarán aquí en unos minutos. Parecían sorprendidos de que estuviera vivo.- lo miró sólo un momento, antes de concentrarse en Sara de nuevo-. Deberíamos irnos.

Sara asintió e hizo ademán de ponerse en pie, cuando una mano se aferró a la suya.

-N-no me deje, por favor- su agarre era débil, húmedo por el sudor de sus manos, pero su mirada febril la dejó plantada en el sitio. Miró a Nicolas, suplicándole que comprendiera. No podía dejarlo, no así, no cuando sufría y estaba asustado, no cuando le había pedido que se quedara.




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