Capítulo XXIII:
Donde se pelea por la libertad:
Lunes, 4 de marzo de 1996. Día cuatro, 8:30pm (A tres horas y media del Juicio Final).
-¿Sabes usar esto? -le preguntó Nicolas, pasándole el cuchillo.
Estaban frente a la entrada principal de la iglesia, preparándose para salir.
-Créeme -respondió Angel, antes de que ella pudiera contestar. Tenía la espalda apoyada a la pared de la puerta y los brazos cruzados, el teléfono en una mano, a la espera de que ambos se marcharan-. Lo sabe de sobra.
-Bien, -Nicolas asintió secamente, demasiado preocupado, se dio cuenta, como para preguntarle de qué hablaba- úsalo entonces.
Sara sonrió.
-Vamos a estar b—
-¡No lo digas! -exclamó, y Sara dio un brinco- Siempre que decimos eso, algo pasa.
-Creí que no eras supersticioso -dijo en su lugar, enarcando una ceja
-Todos son ateos hasta que el avión comienza a caer -comentó Angel.
-En estos momentos, creo en el conejo de Pascua - añadió Nicolas, y guardó el cuchillo en el cinturón de su pantalón-. Nunca creí que extrañaría llevar el cinturón de cazador puesto.
-Siempre lo has hecho -rió Sara, escondiendo el suyo en su chaqueta.
Intercambiaron una última mirada, dejadas las bromas, y asintieron con la cabeza.
-Espera a que desaparezcamos para llamar -dijo Nicolas a Angel. Detrás de ellos, Trevor los observaba, de pie junto al último banco de la capilla.
-Suerte -dijo, Nicolas asintió, serio.
-Igualmente, para los dos.
Sara miró a Angel, el temor claro en los ojos del muchacho.
-Tienes que presentarme a Fábio cuando regrese -alegó, y Angel sonrió.
-Entonces, regresa.
Sonrió a medias, esperando que fuera así de fácil.
-Hasta pronto -musitó.
-Hasta pronto. Un placer conocerlos -Angel se apartó de la puerta, esperando junto a Trevor, y el vampiro la miró ahora a ella.
-¿Lista?
Sara tomó su mano en respuesta.
-Lista.
Nicolas tomó aire, preparándose para lo inevitable. Apoyó la mano libre en la aldaba de una de las puertas y tiró, al tiempo que ella hacía lo mismo con la otra. El viento les golpeó la cara, la neblina entrando a la habitación y creciendo lentamente por el suelo.
Frente a ellos se extendía lo desconocido, la ciudad laberíntica que esa noche les develaría un último misterio, y mientras corría en medio de la neblina, con la mano de Nicolas sujeta a la suya como única guía, rezó porque ese destino, fuera cual fuera, llevara a un final feliz.
...
Angel cerró las puertas, esperado hasta que las siluetas de ambos vampiros hubieran desaparecido en la neblina para hacerlo.
-Estarán bien -dijo Trevor, cuando él se dio la vuelta-. Si alguien puede salir de esto, son esos dos.
Asintió, forzándose a creer que era así, y se dejó caer en el suelo, recostado contra la puerta de madera. Tanto la pared como el piso estaban helados, y el viento golpeaba la puerta con fuerza, como si tratara de derrumbarla.
Se le ocurrió que quizás lo hacía.
Negó con la cabeza, esforzándose por concentrarse, y sacó la tarjeta del detective Harrison, marcando los números en el teléfono de Trevor.
Tres largos tonos después, contestaron su llamada.
-Marcus Harrison.
-¿Detective? Soy yo, Angel -Quizás los nervios automáticos que lo invadían al mentir iban finalmente a serle de utilidad.
Hubo una larga pausa, donde creyó escuchar ruidos al otro lado, y luego:
-¿Qué ocurre, Angel?
Tragó el nudo en su garganta. Frente a él, Trevor asintió, dándole ánimos para que continuara.
-Pasó lo que dijo que pasaría...
...
Fábio despertó a las seis del sueño inducido por los sedantes, y despertó para encontrarse en una habitación vacía, con su propio monitor cardiaco como única compañía. En su mesita de noche había un vaso con agua, así que supuso que A.L. sí había vuelto, pero se había marchado otra vez en algún momento. Esperaba que no para siempre, que no se culpara hasta el punto de alejarse y dejar de hablarle...
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Editado: 07.11.2019