Mil años más

Capítulo XXV

¡Hola! Con estos capítulos terminamos la tercera parte. Espero estén disfrutando la historia hasta ahora.

No se vayan todavía, las aventuras de Sara y Nicolas están apenas iniciando, y las cosas están por ponerse interesantes ;)

¡Hasta pronto! 

Love,

NG

 

Capítulo XXV:

Donde la libertad se disputa entre la playa y el cielo:

Lunes, 4 de marzo de 1996. Día cuatro, 9:45 pm (A dos horas y quince minutos del Juicio Final)

-Tenemos que irnos, -dijo Trevor, bajando las escaleras.

-¿Dónde consiguió eso? -preguntó Angel, siguiéndolo y esquivando las llamas, aun incapaz de creer lo que había pasado.

-Seth me la dio -explicó el otro distraídamente, apartándolo del camino de un demonio que los esperaba abajo. A sus pies, distinguió una de las copas que había marcado su supervivencia, y que se había venido rodando con él por las escaleras.

-¿Por qué no me dio una a mí? -protestó el muchacho, furioso por haber estado a punto de morir, y por haber pasado dos horas lanzando manteles y cubertería a figuras escalofriantes que fácilmente habría podido matar presionando un gatillo.

-Porque tú no sabes usarla.

-¿¡Y usted sí?!

Trevor disparó dos veces antes de responder.

-Juzgando el hecho de que sigues con vida, diría que sí -el humo del incendio bajaba del campanario a través de la escalera, mezclándose con la neblina- ¿No te enseñaron que es sacrilegio quemar una iglesia?

-Si hubiera tenido un arma...

Trevor ignoró el comentario.

-Es la casa de Dios, muchacho. Es...

Las tres cabezas de un demonio cortaron su sermón, gruñendo al unísono, su aliento con olor a sangre a centímetros de ellos. Antes de que Trevor pudiera disparar, Angel lanzó la copa que había recogido del suelo, y el monstruo ardió en llamas rojas.

-Creo que Dios nos perdonará por esto –argumentó el chico.

...

Sara no era claustrofóbica (la mayoría de sus escondites en el bosque solían ser cuevas, y en un caso muy particular llegó a esconderse incluso en una madriguera). Jamás había temido estar encerrada, porque jamás había creído que no pudiera salir.

Pero ahora, prisionera de su propio cuerpo, que se negaba a moverse por mucho que le gritara que lo hiciera, temió no poder escapar. Yacía de lado en el suelo, como una marioneta lanzada sin cuidado, y sus ojos cristalinos, incapaces de parpadear, le mostraban la silueta del demonio serpiente, cada vez más cerca. Un ruido ahogado salió de su garganta, como un grito, uno que no podía atravesar sus dientes sellados, y se dio cuenta que si bien estaba paralizada, podía emitir sonidos. Gritó con toda la fuerza que podía, pero sabía que la neblina ahogaría su voz, de la misma manera que se tragaba al resto de la ciudad.

Llamar a Nicolas con el pensamiento estaba descartado. Cualquier intento de comunicación mental entre los dos había sido inútil después del accidente, y, sin una manera de salvarse de su muerte inminente, se preguntó por qué no había preguntado a Seth sobre ello.

Oh, cierto, estaba enojada con él.

Con todo, no le habría molestado que se apareciera -Demonios, habría sido feliz incluso si se hubiera tratado de Stefan, o de Rosa, de la que no sabía nada desde hace días, o de...

De quien fuera.

Lo peor era tener que verlo. Tendría que ver al monstruo mientras la desgarraba, y sufriría sin poder luchar el dolor de su piel al ser arrancada en pedazos. Quiso poder cerrar los ojos, quiso poder desmayarse a voluntad, alejarse del dolor, pero jamás había estado más despierta.

Cinco pasos, estaba a cinco pasos de ella. Se movía despacio, reptando como una serpiente de verdad, y sintió como su respiración aumentaba cuando la criatura dio otro paso.

Cuatro.

-¡Sara! -gritaba Nicolas, su voz lejana, muy lejana. Jamás llegaría a tiempo.

Tres pasos…

Nicolas se alejaba más.

Dos pasos…

Jamás volvería a verlo.

Un paso…

Jamás vería a Sofía. Jamás...

Muerta.




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