*Erika*
─ ¡Ay! amiga, no te preocupes... ya verás que pronto tendrás una oportunidad─ me dice Ángela mi mejor amiga desde la preparatoria, siempre sonriente y optimista, tratándome de dar ánimo...
─ Lo sé, pero ya estoy desesperada...─ digo extendiendo las carpetas de mi currículo vitae sobre la mesita de la sala─ ya estoy cansada, en todas las empresas es lo mismo me piden lo que no tengo, y es experiencia, pero digo como voy a tener experiencia si no me dan la oportunidad de adquirirla...
─ Si, lamentablemente, es amiga...pero entonces tus empleos de medio tiempo no te hacen historial de experiencias adquiridas...
─ Pues al parecer no, pero en fin seguiré intentando...─ digo llevándome la mano hacia el estómago, que gruñe de hambre...
─ Que te parece mientras sigas así, de desempleada te invito a comer…antes que lleguen tus diablillos...
─ ¿cómo eres? sí debo reconocer que son traviesos, pero son adorables no lo crees...
─ Bueno sí, pero dime cuantas veces te hablaron del colegio esta semana...
─ Déjame pensar...─digo haciendo señal pensante y tratando de recordar─ umm! creo que tres...
─ Ves lo que te digo ese par de diablillos que tienes... te sacaran canas verdes...
─ Tan vieja me veo...yo a mis 24 años...─ digo soltando una carcajada y levantándome del sillón donde me encontraba...
─ Entonces vamos
─ Claro que si...nunca rechazaría una invitación tuya a comer.
─ Ambas tomamos lo mismo─ dije, al mirar al Ángela, ella siempre ha sido una buena amiga, nos conocemos desde la preparatoria, aunque en realidad ahí nos comenzamos hablar, ya que realmente la primera vez que la vi me pareció una chica pesada y fresa como decimos los fuereños (Se le dice a los que llegamos de la provincia a la gran ciudad.)
Aún recuerdo esa primera impresión, mis padres, mi hermana y yo veníamos de provincia, mi padre tuvo mala suerte de ser estafado y por ello habíamos dejado nuestra casa, y las tierras que mis padres habían heredado de sus padres, mi padre como hombre honesto y trabajador, decidió dar la cara a los acreedores quien no dudaron en cobrarle, y mi padre con lo único que pudo pagar fue con su finca y la casa donde habitamos muy felices en la provincia, yo a mis 13 años entraría a un nuevo colegio, y eso implicaba adaptarme o morir. Ahora comenzamos una nueva vida en la ciudad sin nada, solo mi madre a vender sus pocas joyas y sus ahorros había logrado comprar un pequeño departamento, quizás no era la gran casona que teníamos, pero al menos ya estábamos libres de deudas, mi padre a ser hombre de campo y con escasos estudios, logro conseguir un empleo en una institución de gobierno en la industria de la construcción, mi madre de igual formar consiguió establecer un pequeño negocio de golosinas que ella misma preparaba, además ahora lavaba y planchaba ajeno de los vecinos del condominio donde vivíamos. Poco a poco nos fuimos a adaptando a la ciudad, nosotras teníamos que entrar a la escuela, mi hermana aun pequeña 4 años menor que yo, y como era la consentida de papá aún no se acostumbraba a nuestro nuevo estilo de vida. Ese día en particular, parecía yo un pequeño ratón asustado ante la posibilidad de que un gran gato me comiera, algunos vecinos casi de mi edad irían al mismo colegio que yo por lo que mi padre me acompaño el primer día.
Era una escuela enorme, con varios edificios alrededor para mí era un nuevo universo.
─ Papá, está seguro que este es el lugar─ dije algo tímida
─ Sí, mi hija este es─ mi padre me miro y me abrazo fuertemente─ No tengas miedo, solo recuerda que rutas tomar y estarás bien, y si no te atreves volver sola puedes esperar a Rosy, la hija del señor Guzmán, ella te acompañara y te enseñara el camino.
─ Papá, yo me quiero ir a casa─ dije poniendo ojos llorosos, pensando en mis antiguos amigos y compañeros con los que había pasado mis últimos 10 años de mi vida y a quien conocía perfectamente por vivir en pueblo pequeño, en ese lugar todos nos conocíamos y no importaba si llevábamos o no dinero para comprar algo en la tienda de la esquina, aquí todo era diferente, aquí solo conocía Rosy la hija del señor Guzmán, el portero del edificio y Toño, el chico que trabaja repartiendo cosas en los departamentos, el resto de los habitantes del condominio a penas y regresaban el saludo.
Papá tomo mi mano y entramos al colegio, con sus grandes puertas que intimida a una chica provinciana como yo, avanzamos hacia unas oficinas, al parecer era la del director de colegio, una señora ya entrada en años, nos hizo pasar y tomar asientos en la sala de espera. Esperamos unos minutos y se abrió una de las puertas de la oficina.
─ Señor Rodríguez─ mencionó y un señor algo robusto paso con su hijo, cerrándose nuevamente la oficina.
─ Señora Méndez─ hablaron nuevamente, y esta vez una señora casi de la edad de mamá, elegante con un traje sastre y una niña rubia de mi edad la acompañaba, entraron en otra oficina…seguimos esperando…a pocos minutos, esa misma puerta se abrió y llamarón Señor Arellano…ese es mi papá.
Mi padre avanzo hacia la puerta donde le hablaron, entró dejándome sola en sala de espera.
─ ¡Hola! ─ dije tímida, pero ninguno de los chicos que estaban me contesto, la niña rubia me miro como bicho raro… ¿Qué groseros son los capitalinos? En mi pueblo ese ¡Hola! Hubiera sido el comienzo de una gran amistad.