Las clases habían terminado, un pesado día escolar llegaba a su fin. Rafaella, mi amiga, se encontraba feliz de acabar las clases.
—¿Estudiarás para el próximo examen?—preguntó.
—Obviamente, papá se enfadada si no apruebo.
—El mío igual —me miró con una cara triste y cansada. Su padre tenía la costumbre de golpearla cada vez que las cosas no salían como él queria—. Si quieres puedo acompañarte hasta la estación de autobuses, para que puedas llegar segura a tomar el autobús y a tu casa.
—No hace falta, de verdad. No queda muy lejos y estoy acostumbrada a ir todos los días allí. Nada del otro mundo. Además si me acompañas llegarás tarde a tu casa y el camino para volver será el doble, agregando que vives más lejos que yo.
—¿De verdad estás segura?
—Si, absolutamente. Adiós, nos vemos mañana en clase.
—Está bien, adiós, nos vemos mañana. Avísame cuando llegues, por favor.
—Claro, yo te aviso. Tú igual avísame si llegas antes.
—Está bien, adiós.
Luego de despedirnos, emprendo camino hacia mí destino.
Hoy no es cómo todos los días.
Discutí con mis padres en la mañana antes de salir a clases. Dicen que gastaron demasiado en mí como para que me de el lujo de suspender un examen.
Trato de ignorar aquel recuerdo y continuo caminando. En estos momentos siento algo que no encaja, es el mismo camino, la misma soledad o ¿no?…
No, no lo era. Sentía una sensación extraña desde que me despedí de Rafaella y comenzé el viaje hacía la estación. La ruta era la misma, pero a la vez no. No sé explicar, pero no me siento bien, no me siento segura.
Hay algo más o alguien más por allí, escondido. No sé en dónde. Miro disimuladamente a mí alrededor, pero nada, no hay nada, ninguna anomalía. Pero la sensación no me abandona, pasé de sentir inquietud a sentir miedo, me estaba desesperando. Eso no era bueno. Tendría que haber aceptado la oferta de que me acompañen a la estación, pero mí orgullo no me dejo.
Mejor apurar el paso, no sé que se esconde entre las sombras. Sea bueno o malo, prefiero no descubrirlo.
Unos minutos después, la sección que debía cruzar para llegar a la estación se podía ver. De seguro que sólo había sido mí imaginación dándome una mala pasada, otra vez. La sensación no me abandonaba pero trataba de ignorarla.
Una vez fuera del sendero, me detengo a esperar que crucen los vehículos por la calle de tierra para luego poder pasar.
Un automóvil de color negro con vidrios polarizados al parecer no andaba muy bien, iba más despacio que un automóvil normal. Pero de todas formas decidí que lo mejor sería esperar a que esté pasara para luego llegar a mí destino.
Me estaba preparando para cruzar ya que creí que el vehículo terminaría de pasar por frente de mí. Pero eso no paso.
El auto se detuvo justo en mí frente. La ventanilla bajó y de allí se asomó un hombre de aproximadamente 30 años, me examinó de pies a cabeza con la mirada, una que me asustó.
—Buenos días señorita, disculpe la molestia pero estamos perdidos. ¿Sabe usted cómo llegar a Firecliff?—si, conocía como llegar a ese pueblo vecino, pero mi mente me dice que solo es una excusa.
Algo me gritaba que debía huir rápidamente de allí, pero mis pies parecían atascados en el suelo.
—Hola… disculpe, no sé dónde queda esa dirección, pero si continúa un kilómetro más encontrará una tienda, en ella hay un mapa local y podrá localizar su dirección.
—No sé a dónde me indicas, verás soy nuevo en la zona, creo que necesito ayuda extra. ¿Podrías acompañarme, nena?
—¿Aco-acompañarlo?
—Claro, sólo será un momento, luego te llevo a casa.
—Disculpe, pero no puedo hacer eso. Ya debo irme, adiós.
Retome el camino con el corazón a mil. Escucho al auto encenderse de nuevo y la tensión va bajando al igual que el ritmo apresurado de mis pasos.
No debería haber cantado victoria tan rápido. Porque a partir de allí todo se oscureció para mí.
Un fuerte golpe en la cabeza me hace perder el equilibrio y todo se volvió como la noche misma.
☁️☁️☁️
Algo helado cae encima de mí y hace que despierte asustada. Inmediatamente un fuerte dolor palpita en mí nuca, esto hace que mi visión se torne borrosa.
La habitación dónde me encuentro es de paredes sucias al igual que el suelo. Intento moverme pero la cadena que tengo en el tobillo me lo impide.
—¿Fue lindo el viaje hasta aquí, niñita?—recién percató que hay un hombre enfrente mío, el mismo que me pidió que lo acompañe y al parecer el mismo que me tiró el balde de un agua sucia y fría.
—¿Don… dónde estoy?¿Quién es usted?¿Qué… —las preguntas salen disparadas de mí boca y no las controlo, pero una bofetada es lo que me hace detener.
—Aquí no tienes derecho de preguntar nada, mocosa. Así que vas a cerrar la boca, hasta que te indique lo contrario, si molestas, créeme te irá muy mal.—su amenaza me deja helada.
Tal cómo lo ordena, cierro la boca y me hago un ovillo contra la pared, mientras abrazo mis piernas. El monstruo me mira por última vez y abandona la habitación dejándome a mí suerte.
La mejilla aún me palpita por el golpe. Un sabor metalizado se empieza a expandir por mí boca. Muevo la cabeza a un costado y escupo aquello. Sangre.
Unas lágrimas me empañan la vista para luego llegar a mí boca, su gusto salado se mezcla con los restos de sangre.
—No llores. Si no quieres que te vaya peor, Marlenemente.—una voz me toma por sorpresa y giro mí cabeza para buscar a su dueña.
Una joven con mis mismas cualidades me sorprende a metros, exactamente en la misma situación en la que estoy. Por la poca luz, se puede divisar que es rubia, tez blanca ligeramente bronceada, ojos verdes.
—¿Quién eres?—la pregunta escapa de mis labios.
—Eso no importa. Solo significa que en cualquier momento dejaré de ser. —la tristeza de su voz es palpable.
—Claro que importa. No sé dónde estoy ni por qué. ¿Por qué estás también aquí? ¿Qué pasará con nosotras?