Mil razones para dejarte ir.

8. Un mar de confusión.

La cara de Zach cuando me ve bajando de la motocicleta de Sebastian es todo un poema, pero trato de ignorarlo mientras le regreso el casco a Sebastian, dándole la espalda a Zach.

—Gracias por el paseo, fue un respiro —musito al escuchar de nuevo el repiqueteo de la música.

—Puedes volver cuando gustes, solo llámame 

Mi ceño se frunce, porque no tengo su número pero no voy a pedírselo. Ni en un millón de años.

Sebastian me toma del mentón aprovechando mi momento de confusión y me hace mirarlo. Mira más allá de mí, seguramente a Zach, y sonríe antes de inclinarse un poco.

—Te decía en serio lo de que Lewis no va a detenerme

—Si sabes que él existe ¿para qué intentarlo? —pregunto dando un paso atrás.

—Justamente por eso —me guiña un ojo y se aleja sin mirar atrás.

Tomo una profunda respiración antes de voltearme a encarar a Zach que se encuentra de brazos cruzados, apoyado en el auto.

—¿Debería preguntar que fue eso?

—No, no deberías. ¿Cómo está Alina?

—Completamente inconsciente en el asiento trasero del auto

Realmente amo a Zach. No pregunta, no cuestiona. Su curiosidad también es innata pero jamás se pasa de la raya.

—¿Cómo dejamos que esto pasara? —pregunto observando a mi hermana sobre el asiento trasero del auto.

Tiene el cabello revuelto, los labios entre abiertos y Zach se ha tomado la molestia de quitarle los zapatos.

—Mamá y papá van a matarme, la dejaron venir conmigo porque se suponía que yo estaría pendiente de ella

—Tu hermana es difícil de controlar —comenta Zach— y creo que tus padres en el fondo solo querían que tú te divirtieras, que al final de cuentas lo hiciste, solo que a solas y con Sebastian 

¿Qué lo amo por no pasarse de la raya? No, en realidad no lo amo en absoluto.

—Vámonos —digo cerrando la puerta y abriendo la del copiloto—. Con suerte mamá y papá estarán dormidos o muy concentrados el uno en el otro para notar que llegamos

—¿Y cómo crees que pasara desapercibida si ni siquiera puede levantarse ella misma? —pregunta Zach rodeando el carro.

—Fácil —respondo cuando se ha sentado a mi lado—. La llevaras cargada

—¿Qué? —Zach enciende el auto—. ¿Tienes idea de cuánto pesa?

—No, y no creo que a Alina le agrade saber que tú lo sabes

Zach blanquea los ojos mientras sale de la calle. 

Me permito darle un último vistazo a la casa de Sebastian antes de que quede detrás de nosotros. 

—De acuerdo —concede Zach tras unos segundos en silencio—, con una condición 

Despego mi vista del espejo para mirarlo.

—¿Qué condición? 

—Tendrás que contarme que paso con Sebastian —responde con una sonrisa muy parecida a la que me regalo Sebastian más temprano esa noche.

—Con cuidado —susurro tras entrar a casa.

La oscuridad y el silencio gobiernan la estancia. Me quito los botines para no hacer ruido mientras Zach entra detrás de mí cargando a Alina como recién casados, en donde la novia esta inconsciente y el novio resopla con frustración a cada segundo.

—Shhh —le reprendo—. Nos escucharan 

—Cárgala tu entonces —sisea.

Caminamos de puntillas hasta las escaleras. Subo con cuidado y yo sola para cerciorarme de que arriba mamá y papá no estén despiertos. Me acerco con sigilo hacia la puerta de su habitación y espero unos segundos, al no escuchar nada, regreso al inicio de las escaleras y le indico a Zach que suba antes de caminar en dirección opuesta a la de mis padres hasta la habitación de Alina.

Zach entra segundos después y la deja con cuidado en la cama. Mientras yo dejo sus botas en el armario, Zach la cubre con su cobertor y ambos salimos de la habitación. Volvemos a bajar en silencio, salimos de la casa y nos sentamos en el pórtico uno junto al otro.

El silencio de la madrugada me hace rememorar el silencio en ese acantilado junto a Sebastian y en lo cómodo y estresante que fue, pero ahora junto a Zach, es simplemente cómodo, como cada momento que paso con él.

—¿Por dónde quieres comenzar? —pregunta Zach finalmente.

—En realidad no quiero empezar, solo quiero irme a la cama

—Hicimos un trato —me recuerda.

Lo observo antes de sonreír.

—En realidad no, nunca lo acepté

—¿Estás diciéndome que cargue a Alina por nada? —pregunta herido.

—Habrías cargado a Alina aunque no hubiese estado con Sebastian —musito recostando mi cabeza en su hombro— y lo sabes

Zach me rodea con su brazo de inmediato.

—Tienes razón —admite.




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