Mil razones para dejarte ir.

12. Un simple beso.

Dynamite de BTS suena a todo volumen en mis oídos mientras entro en el estacionamiento de la escuela. Me había opuesto rotundamente a escuchar K-POP pero Alina había logrado que esta canción en particular me gustara, hasta el punto de encontrarme tarareándola cuando menos me lo esperaba.

Dejo mi bicicleta con su candado en el lugar de siempre, me dirijo hacia el interior del edificio y trato de continuar concentrada en la música pegadiza y no prestar atención a las miradas que todos me dan conforme camino hacia mi casillero.

Fallo miserablemente.

Todos me miran, susurran, me señalan, le piden a otros que me miren y continúan susurrando y señalándome. Algunos hasta se voltean nada más para verme pasar y es algo que me incomoda a niveles estratosféricos.

No me gusta llamar la atención.

—Quien diga que la ciudad es una jungla jamás piso una escuela secundaría —asegura Zach cuando llego a mi casillero.

Él está allí, esperándome como siempre, ignorando las miradas que nos dan como todo un profesional.

—Buenos días para ti también —musito abriendo mi casillero y dejando mi bolso allí.

—¿Siguen mirándonos como si fuésemos fenómenos? —pregunto sin mirarlo.

—Sí, pero no sé si se deba a lo que sucedió ayer o si es porque no estás llevando gafas por primera vez en la escuela

Suspiro.

Por supuesto que no estoy usando gafas, ya que estoy siguiendo el consejo de Alina sobre verme bien el día de hoy y a pesar de llevar un look muy sencillo de jeans y camiseta sin mangas, las gafas podrían quedarse en casa también hoy.

—¿Por cuánto tiempo más crees que nos miraran así?

—Tú sigue viniéndote a diario sin gafas y ya veremos 

Blanqueo los ojos, cerrando mi casillero.

—Eso no pasará

—¿Por qué? Realmente te vez bien así, se ven mucho mejor tus bonitos ojos —asegura Zach mientras rodea mi hombro con su brazo derecho.

Igual que cada día, nada ha cambiado para nosotros y comienzo a hacerme la vista gorda con todo aquel que nos mira.

—Es más fácil colocarme y quitarme las gafas que los lentes de contacto —respondo.

—¿No dice el dicho que para verse bella hay que ver las estrellas?

—Puedo ver las estrellas desde mi cama cada noche y en pijama —bromeo haciéndolo reír.

Cruzamos el pasillo donde casi chocamos con Sebastian, quien nos detalla de arriba abajo, deteniéndose más de lo normal en el brazo de Zach sobre mi hombro.

—Lewis —sisea mirando a Zach.

—Lane —responde Zach de manera neutra.

Los ojos oscuros de Sebastian se centran en mí, haciendo que me estremezca.

—Parker —sisea en el mismo tono que uso con Zach antes de marcharse.

Ni tiempo me da a responder el saludo.

—¿Qué demonios significo eso? —pregunta Zach mirando por donde Sebastian se ha ido.

—Creo que está molesto conmigo —respondo reanudando mi camino.

Me niego a mirar atrás.

—¿Por qué estaría molesto contigo? —continúa Zach alcanzándome.

—Porque me pidió salir ayer y le dije que no 

Zach tira de mi brazo, haciendo que me detenga de golpe y deje caer mi libreta.

—¡Zach! 

—Explícame ¿por qué no aceptaste? 

Lo ignoro mientras me agacho para recoger la libreta. Cuando me incorporo, Zach está de brazos cruzados esperando por una respuesta.

—¿Y bien?

—Le dije que no podía salir con él porque no iba a faltarte el respeto —explico con una calma que no siento.

De nuevo, estoy siendo un manojo de nervios. Y solo por una mirada, eso y su tono frio al llamarme no por mi nombre, si no por mi apellido. 

Ayer no volvió a llamar y yo no volví a intentar llamarlo después del almuerzo. Le había mentido, si pero eso no le daba derecho a colgarme y dejarme hablando sola como si no valiese nada. 

Si trata así a la chica que supuestamente le gusta sin importar que tenga novio, ¿qué quedará para las demás? 

—¿Por qué…? —la comprensión golpea las bonitas facciones de Zach—. No le has aclarado que no somos novios

—No y no lo haré. Nada de esto tiene sentido después de todo

—Te dije que… —la campana resuena interrumpiendo a Zach quien me frunce el ceño—. Terminaremos esta conversación luego

—Seguro —espeto encaminándome a mi primera clase.

No voy a la cafetería. 

Estar rodeada por toda la escuela en un lugar reducido hará que mis nervios terminen de fallar.

Muy a mi pesar, Sebastian continúa en mi mente a lo largo de toda la mañana. Sigo sin entenderlo, quiero ir a donde está y pedirle explicaciones sobre sus recientes acciones a pesar de que no estoy en derecho de hacerlo. Quiero pedirle que deje de actuar de manera bipolar y comience a ser antipático conmigo, pues eso me haría muchísimo más fácil dejar de pensar en él y en lo bien que la pase esa noche en el acantilado. Quiero que haga un comunicado en redes sociales diciendo que su declaración cibernética no fue más que un juego, que no me conoce de nada y que apenas y nos hemos visto un par de veces, aunque al pensar en la posibilidad de que eso ocurra mi corazón se siente pequeñito y no siento satisfacción en absoluto, sino todo lo contrario.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.