Mil razones para dejarte ir.

22. Castigada.

Mi mente se siente como en una especie de nebulosa, pero una nebulosa que se siente bien. Hay un extraño calor que irradia desde un costado de mi cuerpo y un peso extra sobre mis piernas. Además, oigo un extraño sonido repetitivo debajo de mi oído.

Abro mis ojos con cautela, teniendo que parpadear un par de veces para poder ubicarme en el tiempo y espacio actual.

La televisión continúa encendida, pero sin sonido y el calor, el peso y el extraño sonido que antes no lograba ubicar, son de Sebastian que está dormido a mi lado en el sofá. Sus brazos me rodean, una de sus piernas está sobre las mías y su rostro está en mi dirección por lo que puedo estudiar sus facciones sin necesidad de moverme.

Su cara es delgada y un poco alargada hacia su barbilla, su nariz no es tan grande pero si un poquito gruesa justo en la punta. Sus labios no son ni muy delgados ni muy gruesos, y el superior tiene una bonita y marcada forma de corazón y sus cejas son bastante pobladas.

Es muy, muy guapo, por lo que ahora entiendo la causa de tantos rumores acerca de sus conquistas.

Conmigo ha podido hacer lo que quiere incluso cuando me he negado todo lo que he podido ¿cómo no pudo haberlo hecho con chicas que estaban más que dispuestas a estar con él?

Continúo viéndolo sin parpadear, intentando grabar sus facciones en mi memoria intentando dejar mis pensamientos a un lado. Y de repente, su ceño se frunce y gruñe apenas perceptible antes de abrir los ojos y parpadear un par de veces antes de fijar sus ojos sobre los míos.

—Hola —susurro un poco insegura de que decir.

Me ha pillado mirándolo.

—Hola —murmura con la voz ronca a causa del sueño—. ¿Qué hora es?

No tengo idea.

Lo último recuerdo es que después de cenar, vinimos al sofá y hablamos, de muchas cosas. Saber más cosas sobre él, como que le encanta leer, adora su motocicleta, que sus padres viajan mucho y que al parecer adora los número, fue genial. Aunque nunca me dijo que era lo que usualmente hacía con las chicas, no quise insistir y de ese modo la conversación entre ambos fluyó de manera natural, más no sé en qué punto me quedé dormida ni que tanto hemos dormido, pero fue un buen sueño y aún mejor, despertar entre sus brazos.

—No lo sé —admito—. Nos quedamos dormidos

Intentando levantarme para ver la hora pero Sebastian se aferra a mí con más fuerza. Lo miro sin entender porque no me permite levantarme cuando él sonríe con pesadez.

—Es agradable sentir tu cuerpo contra el mío —susurra acariciando mi mejilla.

Jadeo sin poder evitarlo al tiempo que él acerca su rostro al mío.

—Sebastian, no —me apresuro a tapar sus labios con mi mano antes de que me bese.

Su ceño se frunce.

—Es la primera vez que una chica rechaza un beso mío

Blanqueo los ojos.

—Sigues siendo un engreído sin remedio

—En realidad solo te estoy siendo honesto, aunque si has hecho que mi intriga hacia ti crezca —su mano mueve un mechón de cabello lejos de mi rostro—. Creí que después de todo lo que hablamos, estábamos bien

—Lo estamos —me apresuro a decir, aunque en realidad no hablamos demasiado sobre el estado actual de nuestra ¿relación?—, pero no quiero contagiarte

—Oh —él sonríe—. Creo que puedo tomar el riesgo

—Pero... —no puedo seguir replicando porque él me interrumpe besándome.

Un ligero estremecimiento me recorre todo el cuerpo cuando nuestros labios se conectan, el cual aumenta cuando su lengua se desliza entre estos para acariciar la mía. Siento mi respiración atorada en mi garganta cuando el beso de profundiza y me obligo a mí misma a respirar para no tener que romperlo mientras enredo mis dedos en su cabello.

Sebastian baja su mano por mi cuello, por mi hombro y por mi costado y allí donde toca, deja mi piel hirviendo de manera descomunal, que me asusta y me gusta a partes iguales.

Su mano se detiene a la altura de mi cadera y la aprieta ligeramente mientras mordisquea mi labio inferior y lo succiona antes de finalmente alejarse.

Abro mis ojos para encontrar mirándome con curiosidad.

—¿Qué sucede? —pregunto con la respiración entrecortada.

Sebastian continúa mirándome unos segundos más antes de sacudir su cabeza y acercarla para besarme de nuevo.

Apenas han hecho contacto nuestros labios cuando escucho el cerrojo de la puerta al abrirse.

¡Mis padres!

Me separo de Sebastian pero ya es demasiado tarde para que lo inevitable ocurra.

—¡Alice Parker! —ruge la voz de papá haciéndome cerrar los ojos.

A mi lado, Sebastian se tensa pero no hace ningún intento por moverse.

—Alice —me llama mamá.

Suspiro y me incorporo para encontrar a papá furioso y a mamá mirándome confundida.

—Mamá, papá, puedo explicarlo

—Por supuesto que me vas a explicar —asegura papá—. Me vas a decir en este instante que está ocurriendo




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