—Alice
Levanto mi vista del escritorio y me giro para ver a mamá de pie en el marco de la puerta.
—¿Si mamá?
—Llevas toda la mañana encerrada en tu habitación —comenta entrando del lleno en mi cuarto—. ¿Estás evitando a tu padre?
Mi ceño se frunce.
—No, ¿por qué lo haría?
—Dada su insistencia en que Sebastian venga a cenar... —deja la frase inconclusa.
Parpadeo un par de veces antes de finalmente entender a qué se refiere.
—No mamá, no lo estoy evitando —aseguro—. Si estoy aquí es porque falte dos días a la escuela y ayer no hice ninguno de los deberes que Zach me envió
No estoy mintiendo para salir del paso, es una realidad la cantidad de trabajo atrasado que tengo. Además, el pequeño encuentro entre papá y yo la noche anterior pareció quedar en el olvido una vez pudimos dormir. Aunque en el desayuno, no olvidó recordarme que estaba castigada y que quería ver a Sebastian a la brevedad posible.
—De acuerdo —concede mamá, sentándose en el borde de mi cama—. No debería interrumpirte entonces pero, creo que debería aprovechar que tu padre es el encargado del almuerzo de hoy para hablar contigo
—¿Tu también quieres que traiga a Sebastian, mamá? —pregunto esperando que su respuesta sea negativa.
No quiero que Sebastian venga. Apenas llegamos a una clase de acuerdo anoche, el cual no incluye conocer a nuestros padres. Al menos, no tan pronto.
—Por supuesto Alice —responde ella con tono condescendiente—. Te encontramos acostada en el sofá con un chico que apenas conocemos Alice, tu padre y yo necesitamos saber quien es él
Hago una mueca.
—Mamá, ni siquiera he tenido una cita real con él ¿de verdad crees que es sensato traerlo cuando ni siquiera sé si lo seguiré viendo?
—Eso debiste pensarlo mejor anoche ¿no crees?
Suspiro resignada.
—Están exagerando
—No, claro que no. ¿Qué habría pasado si tu padre y yo hubiésemos decidido pasar la noche en el hotel? ¿Habrías pasado el resto de la noche con él?
Mis cejas se alzan ante una pregunta que no tiene respuesta.
—No lo sé mamá, no estaba en mi plan quedarme dormida —admito.
Mamá me estudia durante unos segundos, antes de asentir.
—Lo sé cariño, y espero que entiendas porque tu padre y yo insistimos tanto. No es propio de ti, hacer lo que hiciste. Además ... —mamá duda, haciendome fruncir el ceño.
—¿Además?
Mamá suspira.
—¿Y si Sebastian hubiese intentado algo más?
Mi ceño se frunce.
—No entiendo
—A tu padre le preocupa que no hayamos vuelto a tener la charla de sexo seguro contigo desde la primera vez que lo hicimos —explica mamá.
Mis mejillas se sienten calientes al entender sus palabras anteriores. Exactamente igual a la primera vez que decidieron darnos la charla a Alina y a mí cuando yo cumplí dieciséis y ella quince, porque en ese momento, Zach comenzaba a pasar más tiempo de lo habitual en casa y ambos comenzaron a creer que entre él y yo podía ocurrir algo más.
—Mamá, no es necesario que me des la charla —aseguro—. Como te dije, Sebastian y yo apenas nos estamos conociendo
—Eso no impide que a tu edad, sientas la necesidad de...
—¡Mamá! —exclamo interrumpiendola—. De verdad no es necesario que continúes por allí. Nada está pasando ni pasará en un futuro cercano ¿de acuerdo? Confía en mí
Mamá suspira, asintiendo.
—De acuerdo Alice, pero invita al chico. No habrá discusión en eso
El tono de mamá es suave, pero firme, lo que me indica que no tengo escapatoria. Pero al menos, me he safado de volver a escucharla darme la charla más incomoda de la historia.
—De acuerdo mamá
Ella asiente y se levanta, me da un beso en la cabeza y sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de sí.
Me giro de vuelta hacia mis apuntes, pero la tranquilidad con que antes los estaba resolviendo ahora me ha abandonado. Me quito las gafas, cruzo mis brazos sobre éstos y descanso mi cabeza allí, con los ojos cerrados.
¿Cómo le pido a Sebastian que venga a cenar sin sonar como que quiero ir más allá del simple hecho de dos chicos conociéndose?
Todo continúa siendo tan complicado con él. ¿En algún momento dejará de serlo?
Leves golpes a mi puerta llaman mi atención. Me levanto de nuevo, me coloco las gafas y vuelvo a girarme, esta vez para encontrar a Zach con una libreta debajo del brazo.
Sin remedio, sonrío.
—Los terminé hace media hora —digo a modo de saludo.
Zach hace una mueca mientras entra de lleno a mi habitación.
—Sabes que odio los números