Mil razones para dejarte ir.

27. ¿Vas a arriesgarte?

¿Arriesgarme a lo desconocido o mantenerme en mi zona de confort?

Me había hecho esa pregunta un millón de veces y continuaba sin tener una respuesta clara.

Arriesgarse conlleva un gran riesgo.

No hacerlo es de cobardes.

Y yo no soy una cobarde ¿cierto? 

Nunca me he considerado una hasta que Sebastian me hizo esa pregunta anoche. Pregunta que no fui capaz de responder y en lugar de ello solo le dije que debía pensarlo y salí corriendo hacia el interior de casa.

Pensándolo mejor, creo que si soy una cobarde.

—Alice

Alzo mi vista hacia mamá que me observa confundida.

—¿Qué pasa? No has tocado tus huevos

Miro mi desayuno que apenas he probado y me encojo de hombros, resignada.

—No tengo demasiado apetito —admito.

Las cejas de mamá se alzan y sin esperar demasiado, se sienta frente a mi.

—Anoche no quisiste decir nada sobre Sebastian cariño ¿paso algo cuando salieron a hablar?

Me planteo la posibilidad de contarle pero me contengo. No sé cómo expresarle mis dudas sin dejar entrever que Sebastian no es el prototipo de novio soñado que ellos seguramente quieren para mí, y aparte de eso, papá y Alina deben estar por bajar a desayunar.

—Sé que no nos llevamos una muy buena primera impresión de Sebastian cariño, pero tu padre y yo creemos que es un chico bastante decente y agradable

Al escuchar eso, me río.

—No metas a papá en esto. Sé que no le agrada que Sebastian no tenga planes universitarios

Ella hace una mueca confirmando lo que ya sé.

—De acuerdo, tienes razón, pero que eso no te detenga cariño. No es como que tu primer novio va a terminar siendo el amor de tu vida

—Sebastian no es mi novio, mamá —la corrijo levantándome.

Camino hasta el fregadero y dejo allí el plato de comida prácticamente lleno.

—¿Y eso es lo que te preocupa? —insiste ella volviendo a estar junto a mi al instante.

Tomo una profunda respiración y decido que si hay alguien que puede ayudarme en mi pequeño dilema, es ella. En mis dieciocho años, siempre me ha dado los mejores consejos, y estoy segura de que está vez, no será diferente.

—La verdad es mamá, que lo que me preocupa es estar cerca de él —los ojos de mamá se abren y de inmediato me apresuro a explicarme—. Tú misma has dicho que el que estemos saliendo ahora significa que será el amor de mi vida. Me iré en un par de meses y no quiero comenzar una nueva etapa de mi vida preocupada por una relación a larga distancia o con un corazón roto ¿entiendes?

Mamá me sonríe con entendimiento.

—Honestamente Alice, jamás creí que el hecho de que a tu edad no estuvieras saliendo con chicos fuese por miedo

—No tengo miedo

—Por supuesto que si, acabas de decírmelo cariño y eso en parte está bien, significa que eres precavida. Pero enamorarse es una de las mejores experiencias de la vida, y no puedes cerrarte a ello solo por miedo —mamá alza su mano y acaricia mi mejilla—. Eres joven, hermosa y tienes una gran vida por delante, y te aseguro que independientemente de como termine tu relación con Sebastian, esto no va a marcar tu vida, solo será una experiencia que te ayudará a crecer

—Es más fácil decirlo que hacerlo ¿no crees? 

Mamá sonríe, sacudiendo su cabeza. 

—Mi querida niña, si quieres un consejo, solo tengo uno para darte y es el siguiente: vive Alice. Vive cada experiencia como si fuera la última y abraza todos y cada uno de los sentimientos que ahora estas sintiendo. No pienses, no analices y sobre todo, no planees. Las cosas imprevistas a veces son las mejores, aunque no le digas esto último a tu padre 

Me acerco a mamá sin poder evitar reír por su último comentario y rodeo su cuello con mis brazos para abrazarla.

—Gracias mamá

Ella me estrecha con sus brazos.

—Sabes que siempre puedes confiar en mi. Siempre

—Lo sé —aseguro alejándome en el instante en el que papá aparece en la cocina.

—¿Hoy es la mañana de los abrazos? —pregunta acercándose a ambas y envolviendonos a las dos entre sus brazos—. Porque si es así, quiero entrar

Mamá y yo reímos mientras papá nos aprieta contra su cuerpo.

—¿Ahora tenemos abrazos familiares matutinos? —pregunta Alina apareciendo también.

—No exactamente pero podemos hacer una nueva tradición —asegura papá.

—Paso —espeta Alina sentándose en el taburete que minutos antes yo ocupaba.

—¿Te levantaste de mal humor? —pregunto confundida.

Alina me mira fijamente sin responder y luego desvía su mirada para comenzar a revisar su IPhone.

Francamente, estoy sorprendida por su actitud. Sé que odia las mañanas pero hoy parece más malhumorada de lo habitual. Sin embargo, no quiero ahondar en el tema, ya que mamá y papá tampoco lo hacen.

—Voy a lavarme los dientes —anuncio saliendo de la cocina.

Subo con rapidez las escaleras y voy directa al baño dentro de mi habitación. Me cepillo los dientes con rapidez, acomodo el moño que tengo en lo alto de mi cabeza hecho solo con una parte de mi cabello dejando lo demás suelto y me coloco las gafas. Salgo a la habitación y tomo mi mochila y mi IPhone, en el cual hay dos llamadas perdidas de Sebastian.

Ver que de algún modo continúa interesado en mi después de dejarlo plantado anoche, me hace sonreír y luego de lo que he hablado con mamá, creo que tengo una respuesta a su pregunta, por lo que le devuelvo la llamada, que atiende en el segundo tono.

—Debo decir, que me sorprende recibir tu llamada —es lo que dice Sebastian al responder.

—Creo que te debo una disculpa, por salir corriendo anoche —admito.

—No tienes porqué disculparte por eso, pero tengo que admitir que no es normal que las chicas huyan de mí como si fuese el ebola andante

Ignoro su comentario para continuar con mi intento de disculpa. 

—Si tengo que disculparme —afirmo—. Fuiste honesto conmigo, como siempre lo haces y yo no te respondí de la mejor manera




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