Mil razones para dejarte ir.

34. Profundo, intenso y salvaje.

Cuando la canción termina, dejo de moverme.

La intensidad con la que Sebastian me mira comienza a paralizarme, y aunque la siguiente canción que suena es bastante movida también, él y yo permanecemos estáticos. Solo nos miramos mientras todo a nuestro alrededor se mueve.

No quiero bailar, no quiero pensar, solo quiero estar a solas con él y ver que se esconde detrás de esa mirada hambrienta. Cuando acerca su rostro al mío, pienso que va a besarme, pero en lugar de eso, acerca sus labios a mi oído. 

—¿Quieres seguir bailando? —exclama para que pueda escucharlo por encima de la música.

Sacudo la cabeza a modo de respuesta.

Él asiente y toma mi mano. Comienza a caminar, guiándome entre los cuerpos que se mueven al ritmo de la música, hasta las escaleras de la casa. Subimos hasta la segunda planta, donde no hay muchas personas. Sólo unas cuantas parejas besándose o chicas hablando en susurro.

Sebastian camina por el largo pasillo hasta llegar al final de éste, abre la puerta de la derecha y me permite entrar antes que él a una habitación iluminada levemente por una lámpara en la mesa de noche, que por los posters que decoran la pared, el pequeño desorden de ropa en una de las esquinas y la cama individual, asumo es la de Gabe.

—No sabía que bailabas tan bien —susurra Sebastian en mi oído, rodeando mi cintura con sus brazos.

Un estremecimiento recorre mi cuerpo cuando sus labios rozan el lóbulo de mi oreja.

Me giro con lentitud entre sus brazos para encararlo, consiguiendome con la misma mirada oscura y hambrienta que tenía mientras bailábamos.

—No es algo que haga con mucha frecuencia —musito.

Aquí la música se escucha fuerte, pero no demasiado. Por lo que podemos hablar tranquilamente sin tener que alzar demasiado la voz.

—¿Tenemos una nueva experiencia que agregar a la lista?

—Así es —afirmo.

Mis ojos se desvían a sus labios y de vuelta a sus ojos. Él me estrecha más contra su cuerpo, moviendo la yema de sus dedos sobre mi espalda que está descubierta ya que la blusa que he elegido usar esta noche tiene una gran abertura que deja ver gran parte de ésta. El contacto de Sebastian envía una agradable sensación al resto de mi cuerpo, una sensación que aumenta a cada instante.

—Yo hago una lista de cosas que me gustan de ti, y tú haces una de nuevas experiencias —bromea Sebastian.

Sonrío al tiempo que mis manos ascienden por su pecho hasta rodear su cuello. 

—La verdad es que me gustaría hacer una lista de las cosas que sé sobre ti, que hasta ahora, es un tanto corta

Sus cejas se alzan, obviamente sorprendido por mi respuesta.

—¿Qué significa eso?

—Creo que sólo estoy viendo la punta del iceberg contigo, cuando me gustaría verlo completo

Sebastian sonríe.

—Ahora entiendo porque parecía que me cantabas la canción de antes. Sólo espero que la parte en la que aún no superas a alguien, no sea cierta

Mi ceño se frunce.

—¿Por qué?

—No me gusta la idea de saber que existe otro —confieza. 

—No existe ningún otro. Solo tu —susurro mientras siento como mi corazón se acelera de manera casi antinatural.

Sebastian inclina su rostro sobre el mío de nuevo.

—Aún me debes un beso, princesa

Asiento levemente, antes de que nuestros labios hagan el primer contacto, ahogo un suspiro cuando nuestras lenguas se tocan y mis dedos se enredan en su cabello. Puedo sentir las suyas, acariciando la piel de mi espalda con lentitud, dejando un rastro caliente allí donde sus dedos me tocan.

Nuestros cuerpos están tan juntos como lo estaban cuando bailábamos, pero ahora es mucho más íntimo ya que estamos solos, entre cuatro paredes, dentro de una habitación con una cama que está a solo un par de pasos de ambos.

La sola idea me pone nerviosa y aumenta mi adrenalina, que rápidamente es reemplazada por la espectativa y la excitación del momento, lo que me hace apretar con fuerza mi puño, tirando del cabello de Sebastian quien se separa de mí con un gruñido.

—¿Por qué tanta agresividad? —cuestiona en un susurro.

Siento mis mejillas arder mientras su aliento cálido cae sobre mis labios.

—Lo siento

—Yo, no. Me gusta muchísimo más esta Alice que se deja llevar por el momento sin pensar demasiado

—Es difícil pensar cuando te tengo tan cerca —admito.

—Me gusta hacerte sentir de esa manera

La conversación termina cuando Sebastian vuelve a besarme al tiempo que me hace retroceder. Por un segundo, olvido la disposición de la habitación y pienso que nos conduce a la cama, pero no es así, lo sé cuando siento la fría pared contra mi espalda semi desnuda.

Este nuevo beso, es completamente distinto a todos los anteriormente dados.

Es profundo, intenso y salvaje.

Sebastian no es gentil, como acostumbra. Esta bebiendo de mí, tomando todo lo que puedo darle, incluso más, de manera salvaje, rápida y hambrienta.

Creo que ahora puedo entender a qué se debe la mirada que me dio anteriormente: quiere devorarme y creo, que estoy dispuesto a permitir que lo haga. Aunque no lo sé con certeza. Como es costumbre, mi juicio no es muy útil cuando nuestros labios se tocan, y justo ahora que también las manos de Sebastian continúan acariciando mi espalda, está completamente descartada la posibilidad de tomar una decisión lógica.

En algún lugar recóndito de mi mente, ese que la lengua y los dedos de Sebastian no han logrado cegar del todo, me permite reconocer la música que suena de fondo. Pillowtalk de Zayn suena, y en cuanto la reconozco me doy cuenta que la lengua de Sebastian está moviéndose contra la mía al ritmo lento y sensual de la música, la cual vuelve el ambiente aún más intenso, lo que me hace, morder su labio inferior con mis dientes y tirar de éste. 

—Alice —gruñe Sebastian tras esto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.