Mil razones para dejarte ir.

35. Ven conmigo.

—Comienzas a decir más seguido que te gusto —comenta él sin dejar de sonreír.

—Ya no le veo el sentido a seguir negándolo

Desvío mi vista hacia la cartelera, donde hay dos fotos más de Gabe con Sebastian. En una, ambos están utilizando un uniforme de béisbol azul y deben tener cerca de catorce años, creo. Y en la otra, esta la más actual, se pueden apreciar ambos con sus aspectos actuales. Aunque en las tres, las sonrisas son idénticas.

—Entonces dime, chico malo que no es un nerd —bromeo—. ¿De qué es tu examen?

—¿Por qué tanta curiosidad?

—Solo quiero saber que asignatura te causa problemas

—No me causa problema —asegura—. Pero no estuve muy atento a la clase de historia y por eso quiero estudiar

—¿Historia? ¿La ves con el Sr. Murray? —pregunto mientras me volteo a verlo.

Él asiente, haciéndome sonreír. 

—¿Por qué sonríes?

—Desde que me castigo ha estado más al pendiente de mí de lo habitual, no sé si para serciorarse que fue cosa de solo una vez o si espera a que me vuelva a quedar dormida en su clase

—Es curioso que lo digas, porque a mí me ha preguntado si ahora me dedico a llevar por el mal camino a chicas del cuadro de honor

Mis ojos se abren.

—Estas bromeando

Sebastian sacude la cabeza, con su semblante que no deja a relucir nada. Pero eso solo se mantiene durante unos segundos, pues de improviso suelta una gran carcajada.

—Por supuesto que estoy bromeando —exclama—. El Sr. Murray me ve como un chico problemático, pero no creo que sepa que cuando no estoy en la escuela de hecho me dedico a meter a cierta chica del cuadro de honor en problemas

—Si tan solo supiera que por las noches te dedicas a ser un nerd

Sebastian golpea mi costado con su codo, haciéndome reír.

—Entonces ¿te iras pronto? —cuestiono. 

—Te lo dije Alice, pensaba irme antes de que tu llegaras 

En ese momento, el sonido de la música aumenta lo que significa que la puerta de la habitación ha sido abierta. Ambos nos volteamos al mismo tiempo para ver a Gabe en el umbral de la puerta, con un vaso de plástico en la mano.

—¿La fiesta ahora es en mi habitación? —cuestiona mientras se acerca a ambos—. Si es así, es una fiesta muy aburrida. No veo ningún tipo de vasos en sus manos

—Te dije que no bebería esta noche —explica Sebastian.

—Vamos hermano, no puedes venir a mi fiesta y no beber nada. Eso es deshonrar nuestro código

¿Código?

—Te dije que solo estaría de pasada, si me quedé más tiempo, fue por ella —dice Sebastian señalandome.

Sonrío levemente cuando Gabe me mira.

—Justo por eso deberían estar pasándolo bien, no aquí en mi habitación. A menos que hayan decidido tener su propia diversión privada —esto último Gabe lo añade moviendo sus cejas sugerentemente.

Sé a la perfección lo que está sugiriendo, razón por la cual, mis mejillas arden.

—No seas un imbecil Gabe

Él, en lugar de enojarse por el insulto, suelta una carcajada.

—¿No es esa mi mejor cualidad?

Sebastian blanquea los ojos, haciendo que Gabe vuelva a reír.

—Entonces ¿se quedaran aquí o bajaran de nuevo? —pregunta Gabe cuando deja de reír.

Sebastian me mira y yo me en ojo de hombros.

—Creo que deberías irte a casa —murmuro—, por lo que me dijiste que debías hacer

—No, no puedes irte —exclama Gabe—. La fiesta está apenas empezando, recuerda que mis padres no regresan esta noche a casa

—¿Y qué pasará contigo si yo me voy? —me cuestiona Sebastian ignorando por completo a Gabe.

—No lo sé —admito—. Quizás busque a Alina, o a Zach

Sebastian hace una mueca ante mi mención de Zach.

—¿No preferirías que te lleve a casa?

Pienso en su ofrecimiento mientras Gabe resopla.

—En serio Sebastian, no puedes irte —repite.

—Gabe, solo lo diré una vez más: no seas un imbecil

Gabe blanquea sus ojos y levanta sus manos en señal de rendición.

—Bien, haz lo que quieras. Pero si vas a tener problemas con tus clases, por lo menos ten la suficiente inteligencia como para darte cuenta de que tu chica está en el cuadro de honor de la escuela, idiota

Gabe se da la vuelta y camina fuera de la habitación, cerrando la puerta y volviendo a dejarnos a solas.

—A veces es un verdadero idiota —murmura Sebastian—, pero ya se le pasará. Aún no me dices que quieres hacer

—Si me voy a casa tendría que irse Alina conmigo y es demasiado temprano para eso, me mataría. Pero si me quedo... 

—Yo también me quedaría —me interrumpe Sebastian.

Me agrada saber que esta dispuesto a hacer eso por mi, pero sé que me sentiría mal si termina reprobando por mi culpa.

—No quiero que te quedes por mí. Si repruebas por mi culpa, me sentiría fatal 

—Entonces ven conmigo —sugiere—. Tal vez Gabe no es tan idiota después de todo y no tuvo una mala idea

—¿Cómo? —susurro sin llegar a comprenderlo del todo. 

—Si no puedes ir a tu casa aún, por causa de Alina, entonces ven a la mía —explica—. Puedes ayudarme a estudiar, como lo sugirió Gabe, y así matas un poco el tiempo sin tener que quedarte en un lugar en el que no quieres estar

Parpadeo, sin decir nada mientras Sebastian me observa a la espectativas, esperando por una respuesta de mi parte. Una respuesta que me tardo en dar, porque estoy más preocupada en que no se note mi nerviosismo a causa de la sola idea de estar a solas, verdaderamente a solas con él, por un par de horas.

—Yo... Yo... —balbuceo.

—Seré un excelente estudiante —canturrea él acercándose a mí—, haré todo lo que me digas —asegura mientras posa sus manos en mi cadera—. Y dado lo agresiva que descubrí actualmente que eres, te aseguro que no voy a meterme en problemas, a menos que quieras que sea el chico malo y no el nerd por un momento

Las últimas palabras de Sebastian salen como un susurro ronco y su aliento acaricia mis labios por su cercanía. Sus ojos me imploran que diga que sí y es difícil, muy difícil, resistirse a esos ojos color chocolate y debo reconocer, que algo dentro de mí también me implora a gritos que diga que si. 




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