Mil razones para dejarte ir.

37. Sorprendida.

Salto de la encimera y me volteo hacia la madre de Sebastian, la cual me mira con curiosidad a través de sus bonitos ojos color miel, obviamente es un rasgo que Sebastian no heredó de ella, pero si heredó su cabello negro, aunque no sabría decirlo, ya que no sé cómo es físicamente su padre. Lleva un bonito vestido de color gris y un bolso grande de color azul marino.

Todo en ella grita elegancia a más no poder.

—Hola Sebastian —sonríe ella después de repasarme de pies a cabeza—. Y hola a... —deja la frase en el aire, ya que no sabe mi nombre.

—Alice —me apresuro a decir—. Alice Parker

—Un placer Alice, creo que mi hijo ha perdido los modales que le enseñe —ella me extiende su mano por encima de la encimera—. Serena Lane

—Un placer —musito estrechándosela.

Su apretón es fuerte y firme.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Sebastian ignorando por completo la insinuación de su madre.

Ella parpadea, alzando sus cejas.

—Bueno, esta es mi casa ¿no?

—Se suponía que llegarías mañana —explica Sebastian.

—Tome un vuelo antes —ella vuelve a mirarme—. Quería sorprenderte pero es obvio que la sorprendida aquí fui yo. No sabía que tenías novia

—No es mi novia —explica Sebastian de inmediato.

Yo lo sé, lo he sabido siempre, pero escucharlo decirlo en voz alta, aún después de que se supone que ni él ni yo lo queremos... Duele.

—¿Y ella está al tanto? —cuestiona Serena.

Creo que he sido demasiado obvia con mi malestar, así que me obligo a sonreír.

—Por supuesto —le aseguro—. Estoy aquí porque lo ayudaba a estudiar, pero se está haciendo tarde y creo que debería ver si Alina ya está lista para regresar a casa. Disculpen

Rodeo la encimera y salgo de la cocina con dirección a la sala de estar. Sebastián no ha vendido detrás de mí, cosa que agradezco, porque no tengo ganas de darle explicaciones al respecto sobre mis emociones contrariadas.

Camino de inmediato hacia donde mi IPhone ha estado cargándose desde que llegamos, porque unque lo use como excusa para escapar de la incómoda situación, la verdad es que si ha pasado tiempo suficiente para regresar a casa. Marco el número de Alina y espero con ansiedad a que me responda, porque escuchar su voz de seguro me ayuda a ignorar mis sentimientos.

Pero no es ella quien responde mi llamada.

—¿Zach? —pregunto sorprendida—. ¿Por qué respondes el teléfono de Alina?

—Porque tu hermana no está en condiciones de responder el teléfono —explica.

Mis ojos se abren.

—¿Qué paso?

—Decidió igualar el estado de embriaguez de Evie

Suspiro con frustración.

—Eso no significa que no pueda responder su teléfono. Pásamela

—Sé lo quite porque casi lo pierde, dos veces, y ahora la veo bailar con un idiota ¿Y tú donde demonios estás? —espeta—. Estoy cansándome de ser la niñera de tu hermana

—No sabía que volvería a embriagarse Zach

—Da igual, no has respondido mi pregunta —su tono suena molesto, y no lo culpo.

No sé qué sucede con Alina y su amistad tan estrecha con el alcohol, pero eso tiene que acabar, pues Zach tiene razón. No puede ser su niñera siempre.

—Estaré allí en un par de minutos. Trata de que permanezca entera mientras llego

—Pero... —cuelgo antes de que pueda decirme algo más.

Cierro mis ojos momentáneamente, preguntándome qué demonios ocurre con Alina. Aunque en el fondo, sé que no la conozco tanto como me gustaría. Ella tiene una vida de la que nunca he sido muy participe, hasta ahora, y la verdad es que no me agrada mucho lo que estoy conociendo.

Abro mis ojos cuando siento unas manos presionar mis hombros. Giro mi rostro hacia la izquierda para corroborar que es Sebastian.

—No te oí —musito.

—Soy silencioso —explica—. ¿Hay que irse ya?

Asiento, mientras sus manos ejercen la presión exacta en mis hombros que me hace soltar un pequeño gemido de placer.

—Estás tensa

—Siempre lo estoy

—Deberías relajarte un poco, o a los treinta ya no estarás viva

Río brevemente, pero luego recuerdo lo que ha ocurrido en los últimos minutos y me doy cuenta de que estamos perdiendo el tiempo.

Me alejo de sus gloriosas manos y me doy la vuelta para encararlo.

—Tenemos que irnos. Alina volvió a abusar del alcohol y Zach está enfadado por tener que hacer de sí niñera

Sebastian parpadea, me observa unos segundos y se cruza de brazos.

—¿No preguntaras nada con respecto a mi madre?

Su pregunta me toma desprevenida, pero me las arreglo para negar.




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