Mil razones para dejarte ir.

38. El pasado de Sebastian.

Estoy despierta, llevo varios minutos así, pero no quiero levantarme quiero volver a dormir. Puedo sentir mis ojos cansados sin necesidad de abrirlos y mi cabeza está comenzando a doler, gracias a la falta de sueño. No sé qué hora es, pero estoy segura de que no dormí ni siete horas, pero mi teléfono está gruñendo a causa del hambre, y es algo que por más sueño que tenga, no puedo ignorar.

—Sé que estás despierta —susurra la voz de Alina.

Abro mis ojos, que en definitiva se sienten cansados, para ver a mi hermana acostada junto a mí.

—¿Qué haces aquí?

—Evie acaparó toda la cama hace un par de horas, así que vine a dormir a la tuya

Sonrío.

—No recuerdo cuando fue la última vez que viniste a dormir conmigo

—Yo si —ella sonríe—. Fue hace cinco años y desobedecimos a papá y vimos una película de terror. A ti no te asusto mucho, pero a mí...

—Te hizo dormir cinco noches seguidas conmigo —termino la frase por ella, recordándolo—. Siempre has sido más miedosa que yo

—Lo curioso es que sólo le temo a cosas inexistentes ¿no es curioso eso?

—La verdad sí

Alina siempre ha sido la valiente de las dos.

Ella se lanza a lo desconocido sin pensarlo siquiera dos veces, cuando yo debo analizarlo todo a profundidad antes de tomar una decisión. A veces desearía ser más como ella, no pensar demasiado las cosas. Seguramente no estaría tan tensa si lo hiciera y definitivamente no estaría ahora analizando todo lo ocurrido con Sebastian anoche. Nuestros momentos a solas, para ser exacta.

—Por cierto, esto merece una selfie —sonríe Alina mostrándome su IPhone.

—¿Qué? —mis ojos se abren—. Por supuesto que no —cubro mi rostro con mis manos haciéndola reír.

—Vamos, Alice no seas cobarde ahora

—Nos acabamos de despertar Alina

—Y como dignas hijas de nuestra madre, lucimos radiantes —asegura tirando de mis manos.

Luchar contra ella es una batalla perdida, así que cedo, volviendo a ver su rostro sonriente. Se acomoda junto a mí, y eleva su brazo para capturarnos con la cámara frontal de su IPhone. La verdad es que no lucimos como dos chicas que han pasado la mayor parte de la noche en vela, así que sonrío, como ella y la foto es tomada.

—De verdad somos idénticas a mamá —musita Alina con una sonrisa.

—Tú tienes la nariz de papá —comento.

—Cierto, pero igual, no es un gen que predomine —ella teclea algo en su IPhone antes de dejarlo a un lado—. Foto posteada. Seguro que a Sebastian le da envidia cuando la vea

—¿Por qué le daría envidia?

Alina ríe, blanqueado los ojos.

—Ambas estamos en una cama. Saca tus propias conclusiones

Gimo con frustración enterrando mi cara en la almohada.

—No me hagas pensar en eso —hablo contra ésta.

—Oye, espera ¿qué estás diciendo? ¿Acaso tú y Sebastian...? ¡¿Anoche?!

—Por supuesto que no Alina —vuelvo a mirarla—. Pero últimamente, nosotros... Cada vez que estamos cerca... Cada vez que nos besamos... —mis mejillas se sienten calientes.

Alina suspira, sonriendo.

—Creo que sé lo que quieres decir y es algo completamente normal, Alice —asegura Alina—. Nuestros cuerpos están biológicamente programados para reproducirnos, segregan hormonas que nos hacen sentir lo que sentimos cuando estamos con alguien del sexo opuesto. Gracias a Dios no nos reproducimos en realidad, pero todo el asunto del placer y el deseo siguen intactos

—Conozco todo eso, quiero ser doctora ¿lo recuerdas? Pero saberlo y sentirlo, son cosas completamente distintas

—Por supuesto que sí, sentirlas es mil veces mejor

—Alina —la regaño, haciéndola reír.

—Es verdad Alice, no lo niegues. Te gustó lo que sentiste ¿o vas a negarlo?

—No, no voy a negarlo pero... —suspiro, guardando silencio.

—¿Pero...? —insiste Alina.

—No quiero sentirlo —musito al fin—. O quizás si, bueno, no lo sé. Es difícil de explicar

Sus cejas se alzan, sorprendidas.

—¿Te sientes mal de algún modo cuando estás con él?

Sacudo mi cabeza.

—Solo nerviosa, pero supongo que es normal

—Cuando eres virgen si, luego se te pasa —explica con desdén.

Me quedo observándola, sintiendo que en algún momento dejo de ser la niña que venía a dormir conmigo cuando algo la asustaba para convertirse en una mujer que ahora me da consejos sobre sexualidad, siendo ella la hermana menor.

—¿No debería ser yo la que te aconseje sobre esas cosas? —cuestiono.

—No necesariamente, y la verdad es que me agrada ver que sé sobre algo que tu obviamente desconoces, nerd

—No me llames así




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.