Mil razones para dejarte ir.

43. Invitado especial.

—Vamos, arriba —me dice mamá tras un rato en el que solo me ha abrazado—. Tienes que desayunar y yo debo ayudar a tu padre con las cosas de la barbacoa

Mi ceño se frunce.

—¿Barbacoa?

—¿Ya lo olvidaste? Lleva toda la semana hablando sobre cómo está vez él ganará la competencia

Oh, sí, ya lo recuerdo.

Mensualmente mi papá y el de Zach hacen una barbacoa, donde compiten por ver quien hace la mejor hamburguesa. Alina, Zach y yo siempre somos el jurado mientras mi mamá y la mamá de Zach se mantienen al margen porque según ellos, las opiniones de sus esposas nunca serán imparciales.

¿Acaso pueden serla la de los hijos?

Cada mes se repite, ya sea en casa de ellos o en la nuestra, y hasta ahora, si no mal recuerdo, Walter, el padre de Zach es quien va a ganando.

—Cierto, lo olvide —musito.

Normalmente amo esa competencia. Los padres de Zach son geniales cuando no intentan emparejarme con él, y siempre nos divertimos mucho, pero este sábado mi plan era encerrarme en mi habitación, estudiar para los tres exámenes que tengo esta semana y tomar una decisión con respecto a Sebastian, no sobre quien prepara la mejor hamburguesa.

—Entonces date una ducha, ponte linda y baja cariño. Ya es casi medio día —mamá deja un beso en mi frente y sale de la cama.

Me acuesto de nuevo sobre mi espalda cuando ella cierra la puerta detrás de mi habitación, cierro mis ojos y pienso en Sebastian, en qué estará haciendo y si como dice Alice estará esperando por mí.

Abro mis ojos para ver hacia mi mesa de noche donde mi IPhone descansa.

Solo tendría que extender mi brazo un poco para llegar hasta él, estar en WhatsApp y ver si está en línea.

¿Y luego qué?

¿Escribirle?

¿Enviarle una nota de voz?

¿Con qué propósito?

Aún no tomo una decisión.

La conversación con mamá ayudó a que la balanza se inclinase más hacia continuar con Sebastian, pero las razones para dejarlo siguen haciendo un peso considerable en la misma y no puedo hacerme la vista gorda con respecto a éstas.

Quizás debo hablar con él nuevamente, antes de tomar una decisión como dijo Alina, pero eso tendrá que ser el lunes porque si hablo con él ahorita, si nada ha cambiado y debemos romper con algo que apenas y está iniciando, sé que estaré peor de lo que ya estoy y no quiero tener que arruinarle el día a papá.

Me levanto de la cama de golpe, me quito la ropa y entro al baño y a la ducha donde el agua caliente cae sobre mi cabeza, relajando un poco más mis tensos músculos.

Es increíble como todo puede pasar de estar increíblemente bien a ser un jodido desastre, y todo porque sus besos decidieron nublarme la mente pero no lo suficiente como para que pudiese continuar hasta el final. Pero si hubiésemos continuado y él luego no pudiese decirme que siente por mí, habría hecho las cosas mucho peor, eso lo sé con certeza, porque tarde o temprano habría querido saber cuáles son sus sentimientos hacia mí ya que yo ya tengo sentimientos hacia él.

Todo lo que me hace sentir no es solo por la atracción física y la química que hay entre nosotros, de eso estoy segura, porque si no fuese así, no estaría sintiéndome tan mal como lo hago.

Quizás soy estúpida por haberme permitido introducir mi corazón en algo que sé que tiene fecha de caducidad, pero de algún modo, Sebastian logró pasar mis barreras e instalarse allí y solo con risas, atenciones, besos y caricias.

¿Cómo se habrían multiplicado mis sentimientos hacia él si le hubiese entregado mi cuerpo?

Sé que para muchos las dos cosas no van de la mano, pero para mí sí que lo hacen, y mucho.

Salgo de la ducha minutos después, intentando dejar de pensar en ello y decidida a no hacerlo, al menos no por lo que queda de día.

Después de todo, no tendré que verlo hasta el lunes, sigo teniendo tiempo para pensar qué demonios hacer.

—Buenos días dormilona, ¿o debería decir buenas tardes?

Le sonrío a papá y beso su mejilla antes de tomar asiento en la barra de desayuno donde mamá ha dejado un humeante plato de huevo y tocino mientras papá está frente a mí condimentando lo que asumo será la carne de las hamburguesas.

—Buenas tardes, oficialmente estamos en horario pm —exclama Alina entrando por la puerta que da al patio trasero de nuestra casa—. Mamá pregunta que donde quieres las mesas

Papá blanquea los ojos.

—Dile a tu madre que yo me ocuparé de eso cuando termine aquí, ustedes ocúpense de las sillas

—¿Y cómo vamos a acomodar las sillas si no sabemos dónde irán las mesas? —interroga Alina cruzándose de brazos.

Papá parece meditarlo un poco antes de sonreír con inocencia.

—En ese caso, coloquen las sillas donde mejor les parezca y ya luego me dicen dónde colocar la mesa




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