Mil razones para dejarte ir.

48. Todo cambió.

Camino hacia el interior de la escuela con el estribillo de End Game de Taylor Swift a todo volumen en mis oídos, intentando ignorar el golpeteo dentro de mi pecho que se intensifica cuando ella canta el estribillo de la misma.

Casi se siente como si la canción fuese escrita para describir como me siento ahora. Anhelando algo que sé que no va a suceder.

Lo sé con certeza.

El sábado, él trato de que las cosas continuarán siendo normales entre ambos, pero el domingo no hubo nada de comunicación entre nosotros y hoy, él no está esperándome en mi casillero como lo había estado haciendo las últimas semanas.

Detengo la canción, me deshago de los audífonos y abro mi casillero, tratando de que la decepción de que él no esté esperándome, no me afecte demasiado.

—Que sorpresa —la voz de Zach me hace dar un respingo—. Es extraño verte aquí sola

Le sonrío a mi mejor amigo, el cual de inmediato cambia su gesto relajado por uno de preocupación.

—¿Qué pasó?

Ayer me debati en varias ocasiones si sería buena idea contarle lo sucedido, pero siempre dejaba mi IPhone a un lado, diciéndome que Zach no tenía porqué lidiar con mis inseguridades y mi inexperiencia en las relaciones, pero viendo ahora como sus ojos azules brillan con preocupación, me es imposible no decirle lo que ocurre. Al menos, una parte. 

—Creo que lo arruine todo con Sebastian —susurro.

Su ceño se frunce.

—¿Qué?

—Lo que oyes, no creo que continuemos juntos

Él sacude su cabeza.

—Disculpame si no te creo Alice pero después de verlos juntos el sábado, podría jurar que lo de ustedes era fuerte y especial, nada parecido a lo que Sebastian suele frecuentar y me sentí muy feliz por ti al verlo

—¿Hablas en serio? —pregunto sorprendida.

Zach asiente.

—Rebozaban una gran cantidad de sentimientos e intensidad. Hasta mis padres se dieron cuenta —él blanquea los ojos—. Mi papá no paro de reclamarme el que te dejara escapar

La primera risa genuina después de mi confesión brota de mi boca al escucharlo.

—Quizás el que no ganase la competencia empeoró su humor —comento sonriendo.

—Quizás —Zach estira su mano y mete un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, dejando su mano descansar en mi mejilla—. Entonces dime ¿por qué crees que lo arruinaste?

—Pensé que no me creías

—Me tomaste por sorpresa pero eso no significa que no quiera oír tus razones —explica Zach antes de fijar los ojos en un punto sobre mi cabeza. 

—¿Razones de qué, Lewis?

Mi piel se eriza al escuchar su voz y mi corazón se acelera.

Sebastian se detiene junto a mí y fija sus ojos en Zach. No me toca, tampoco me mira y eso solo refuerza mi teoría: todo cambió.

—No es tu asunto, Lane —espeta Zach antes de mirarme—. Te espero en clase

Asiento para verlo marcharse segundos después. Le doy un vistazo a Sebastian y al ver que continúa mirando a otro punto que no sea yo, le doy la espalda para buscar el libro que necesito en mi casillero.

—Buenos días —susurra en mi oído.

Su aliento cálido me hace estremecer y mi corazón amenaza con salirse de mi pecho.

—Buenos días —respondo sin voltearme a mirarlo.

Sebastian se recuesta al casillero de al lado que se encuentra cerrado, entrando a mi campo de visión. 

Está tan jodidamente guapo como siempre. Su cabello despeinado, su chaqueta de piel abierta mostrando su camiseta negra debajo, su ceño fruncido mientras observa con concentración su IPhone y teclea algo con esos dedos que sé a ciencia cierta son suaves y dan las mejores caricias. 

—¿Me dirás de qué iba tu conversación con Lewis?

El tono de Sebastian es normal. No hay reproche, ni falsedad, ni mucho menos es arisco conmigo, pero continúa sin mirarme y eso está matandome.

—Nada importante —aseguro cerrando mi casillero de golpe, logrando sobresaltarlo.

Finalmente posa sus oscuros ojos en mí, haciendo que mi pecho se oprima.

Todo cambió.

Sus ojos carentes de emoción, me lo confirman.

—¿Estás molesta? —me cuestiona acercándose a mí.

Su aroma me embriaga y sus labios entreabiertos luciendo extremadamente apetitosos me obligan a cerrar mis ojos para no lanzarme sobre él a besarlo.

—No, ¿por qué debería estarlo? —pregunto volviendo a abrirlos.

—No supe nada de ti ayer —murmura, sorprendiéndome.

Lamo mis labios, logrando atraer la atención de sus ojos con este gesto hacia ellos. Algo dentro de mí se enciende al ver que no es tan indiferente a mí a pesar de su actitud extrañamente fría, pero él nunca se ha molestado en fingir que no me desea. En realidad lo ha demostrado con creces y lo ha confesado también.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.