Mil razones para dejarte ir.

49. Maldita realidad.

—¿Lista para irnos? —pregunta Zach alcanzándome cuando estoy a punto de salir del edificio de la escuela.

—Traje mi bicicleta —le explico sin dejar de caminar.

—Puedo llevarte a ti y a la bicicleta en mi jeep —comenta sonriendo, rodeando mis hombros con su brazo para caminar conmigo por el estacionamiento de la escuela.

—¿No tienes nada mejor que hacer?

—No cuando se rumorea por toda la escuela que trataste a Blaire de metiche

Sabía que nuestro encuentro daría mucho de qué hablar en toda la escuela y en cierto modo me sorprendía que Zach esperara a que el día escolar terminara para preguntármelo cuando para el segundo periodo, todo el mundo debía estar enterado. Hasta Alina me envió un WhatsApp preguntándome que había pasado, WhatsApp que había ignorado adrede.

Sin embargo, saber todo eso no evita que mis mejillas se calienten de vergüenza.

—Entonces es por eso que quieres llevarme a casa —afirmo sin mirarlo.

—Eso y que quiero saber que está sucediendo entre Sebastian y tú, ya que él nos interrumpió temprano

Ante la mención de su nombre, me es imposible no buscar su motocicleta entre los autos, pero no la veo por ningún lado. Me molesta la punzada de decepción que me atraviesa cuando eso sucede, pero es solo una más a la larga lista de decepciones que me llevé a lo largo del día cuando no lo vi ni por casualidad.

—Es algo que a mí me encantaría saber —musito llegando hasta mi bicicleta.

Me encargo de quitarle el candado y la cadena ante la mirada de Zach quien después la sostiene y camina con ella a cuestas para caminar hasta su jeep.

—Cada vez suenas menos segura de ti misma y es algo que no me gusta

—¿Recuerdas que una vez me dijiste que estaba hecha un mar de confusión? Creo que la sensación se ha incrementado

—De verdad que sigue sin congeniar lo que me dices con lo que vi el sábado, incluso con lo que vi esta mañana —dice Zach deteniéndose frente a su auto.

—Lo que viste fue a Sebastian y su continúa insistencia en hacer una especie de marca de territorio —espeto enojada al recordar cómo me ignoró luego.

—Lo entiendo —asegura Zach sujetando mi bicicleta a su jeep—. Yo haría lo mismo si tú estuvieses saliendo conmigo

Mi ceño se frunce ante su comentario.

—¿Ah, sí?

—Hay chicas que sin siquiera saberlo, sacan a relucir esa parte medieval que por más que finjamos que no existe, lo hace —explica él—. Al final mandamos al demonio todo lo evolucionado hasta ahora y simplemente hacemos cosas sin siquiera pensarlas, movidos única y exclusivamente por los celos

—Muy bien discurso Zach, pero al parecer Sebastian es incapaz de sentir celos, o cualquier otra emoción que no sea deseo carnal, al parecer —espeto antes de girarme para entrar en el auto.

Segundos después, Zach toma asiento detrás del volante.

—¿Vas a decirme que fue lo que te hizo para partirle la cara? ¿O solo tendré que partirle la cara y ya?

Sonrío, sacudiendo mi cabeza.

—Gracias por querer defenderme Zach pero no vas a partirle la cara a Sebastian

Él hace una mueca antes de encender el auto y salir del estacionamiento.

—De acuerdo, entonces dime que sucedió

—Le dije que lo quiero —murmuro sin mirarlo.

Me siento cohibida de volver a dejar al descubierto mis sentimientos. A pesar de que Zach es mi mejor amigo, no es una conversación que hayamos mantenido con anterioridad y creo que no soy la única que se siente un poco incomoda con la charla, pues él se mantiene en silencio el resto del camino a casa.

—¿Lo quieres? —cuestiona cuando ya ha detenido el auto frente a casa.

—Si, lo hago

—¿Y cómo es que eso es un problema?

Ante su pregunta, me atrevo a mirarlos, encontrándolo con una expresión confusa en el rostro.

—Lo es cuando la persona a la que quieres, no siente lo mismo por ti —explico sintiendo como cada vez que una palabra sale de mis labios, mi tono de voz se va apagando.

Zach extiende su mano hasta tomar la mía y la aprieta ligeramente para luego rodearme con sus dos brazos en un abrazo.

—Escucha Alice, no puedo evitar sorprenderme ante el hecho de que hayas pasado de una negativa a aceptar que Sebastian te gustaba a afirmar abiertamente que lo quieres —murmura Zach contra mi frente—, pero eso solo me demuestra que el idiota hizo algo que te hace pensar menos y sentir más y debo admitir que me agrada eso

—¿Hablas en serio?

—Sí, lo digo en serio —asegura—. Pero continúa siendo un maldito imbécil, si como dices, no corresponde tus sentimientos

—No es algo por lo que puedas culparlo Zach —afirmo, alejándome de él—. No mandamos sobre los sentimientos, yo mejor que nadie lo sé

—En este caso, él debería hacerlo. Por ti Alice. Tú lo vales, eso y hasta más




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