Lilieth
Los primeros meses de relación transcurrieron de forma maravillosa, teníamos nuestras discusiones, pero nada que no se pudiera arreglar hablando y con uno que otro beso de esos deliciosos que me dejaban acalorada. Las intervenciones de Mia cada vez eran más escasas y con menos fuerza, seguían siendo fastidiosas y me sacaban de quicio, pero algo me indicaba que estaba por darse por vencida. En nuestro sexto mesiversario, si no existe el termino ya lo inventé, nos fuimos de día de campo a un parque natural fuera de la ciudad. Un viaje largo, emocionante y que prometía demasiado.
Para poder salir a tiempo, me quedé a dormir en su casa la noche anterior debido a que esta quedaba más cerca del punto de salida del transporte. Esta era particularmente ostentosa, en un sector de la ciudad bastante privado y silencioso. Al inicio me sentí un poco incomoda con ello, pero me explicó que solo sería pasajero mientras su tío el ricachón regresaba de su viaje al exterior. Estaba, diciéndolo de una forma, de cuidandero.
Fueron varias las ocasiones en que nos reuníamos allí, dos de ellas en las cuales me quedé a dormir a su lado. A medida que pasaba el tiempo, que crecían nuestros sentimientos, era más difícil estar a solas con nuestros cuerpos tan juntos que sentíamos el calor del otro, sin que pasara nada más allá que unos besos apasionados. Toda una tortura, ambos deseábamos más que eso, pero no quería arruinarlo apresurando ni forzando las cosas. Con él quería hacerlo bien, con calma y sin presiones.
Salimos a las cinco de la mañana, partiendo en nuestro viaje unos cuarenta minutos después. Este iba a durar tres largas y aburridas horas, por lo que decidimos dormir un rato apoyados el uno con el otro. Mi cabeza sobre su hombro, mientras el descansaba la suya sobre la mía.
Nos despertó un fuerte movimiento, el viaje había terminado llegando a nuestro destino. El lugar era una especie de campamento al estilo Boy Scout, la naturaleza nos rodeaba por donde quiera que miráramos, las familias y demás caminaban con emoción disfrutando y tomando fotografías por doquier. Llegamos a recepción, nos entregaron las llaves de una pequeña cabaña donde nos alojaríamos esa noche y fuimos al comedor a desayunar.
Después de comer nos unimos a varias de las actividades que estaban agendadas para ese día como, por ejemplo, una expedición al centro del bosque hasta el lago y viaje en canoa en parejas. Fue entretenido, solo si consideran emocionante dar vueltas de forma descoordinada mientras todos los demás avanzaban con agilidad.
Al medio día regresamos para almorzar, recoger algunas cosas y cambiarnos en la cabaña. Esperamos a que bajara el sol para poder meternos al lago a nadar, se veía tan fresco y relajante, que nos antojamos. El atardecer y el paisaje nos daba una vista y un ambiente hermoso y romántico, justo lo que esperaba de esa velada.
Al llegar la noche y estando de regreso en la cabaña, la emoción nos ganó después de meses en abstinencia. Nos dejamos llevar por el calor de los besos, la emoción que sus caricias producían en mí y las ganas acumuladas. Fue la mejor noche de mi vida.
Al despertar me sorprendió con un delicioso regalo, el desayuno más lindo que había visto en mi vida: ensalada de frutas, pan tostado con mantequilla, torta de huevo y café. Decorado con unas hermosas palabras que me llenaron de alegría: Te amo, Lilieth. Aún en la cama, sentado a mi lado con sus brazos rodeando mi cintura, me susurró tiernamente a oído.
—De verdad te amo, Lili.
—Yo también te amo —susurré con voz quebrada por la emoción—, gracias por estos maravillosos meses.
—Y serán muchos más —contestó con esa hermosa sonrisa que me mataba.
Después de dos horas encerrados, desayunamos y seguimos con nuestro fin de semana maravilloso. Disfrutamos tanto que nos dio mucho pesar tener que partir, de todas formas, al día siguiente cada quien debería volver a sus trabajos. A partir de ese día, estaba aún más segura que nada ni nadie podría arruinar nuestra relación, ni siquiera una loca obsesionada con mi novio. O eso creía, esperaba y deseaba yo.
Faltando solo dos semanas para cumplir nuestro primer maravilloso año juntos, me encontré con Mia en la cafetería a la que suelo ir al salir del trabajo. No era raro verlos por allí, casualmente la oficina principal de su editorial quedaba cerca y aprovechaban para verme un rato en el café.
—Buenas tardes, Mia —saludé cortésmente.
—¿Qué tiene de buenos? —Me lanzó una mirada llena de odio.
—Lamento que seas tan amargada, pero no es culpa mía —dije mientras recibía mi orden—, y tampoco es que me interese en absoluto.
—En realidad todo es tu culpa —comentó con veneno en su voz—, éramos tan felices hasta que llegaste para arruinarlo. ¿No te cansas de ser un fastidio?
—Que yo sepa, la única que causa fastidio eres tú —repliqué molesta—. ¿Por qué no buscas a quién más joderle la vida? Ya no causas el mismo efecto, cariño.
—De verdad que eres…
—Debería concentrarte más en tu trabajo, esas columnas no se corrigen por si solas, ¿sabes? Porque si no lo sabes, esa obsesión por Jordan no es ni sana, ni dulce y ni te traerá beneficios —argumenté con una sonrisa de fastidio—. Ya es hora que te olvides de él, no te hará caso.
—Tú no eres quien para… —Hizo una pausa pensativa y extrañada—. ¿Qué dijiste? ¿Cuáles columnas?
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Editado: 11.07.2025