Los días en la Serranía de la Macarena se transformaron en semanas. Los exuberantes bosques y ríos coloridos habían sido testigos del florecimiento de una relación inusual entre el reportero y la botánica. Sin embargo, cada avance era seguido por una retirada de parte de Sofía, su mantra de "Mil veces no" actuando como un faro que la guiaba de vuelta a la seguridad.
Una noche, mientras se sentaban alrededor de una pequeña fogata, Mateo rompió el silencio. "¿Por qué siempre te apartas, Sofía?" preguntó, la luz de las llamas iluminaba su rostro. Sofía se quedó sin palabras. Miró hacia la fogata, evitando sus ojos.
"No quiero perderme en alguien más", dijo finalmente, su voz apenas audible. "No puedo permitirme distraerme de mi trabajo, de mi misión aquí". Mateo miró sus manos, pensando en sus palabras.
"No te pido que dejes de lado tu trabajo, Sofía", respondió suavemente. "Pero tampoco creo que el amor sea una distracción. Puede ser una fuente de fuerza, un impulso. Tú me has enseñado a ver la belleza y la importancia de este lugar. Permíteme enseñarte que el amor puede ser igual de hermoso e importante".
Sofía miró a Mateo, su corazón latiendo con fuerza. Sus palabras habían abierto una grieta en su muro de defensa. Pero, ¿se atrevería a dar el salto?