Milagro Navideño en la Oficina

3. Grinch

—Señorita Adams, ¿me haría el favor de regresar a su puesto de trabajo? —La voz de nuestro nuevo jefe interrumpió nuestra conversación.

—Lo siento, señor Sinclair —dijo Jane, asintiendo con obediencia, y me dio una mirada de disculpa antes de salir corriendo por el pasillo.

—Bennett, a mi oficina —ladró, y no supe si solo eran ideas mías, pero me parecía que el señor Sinclair era amable con todos los empleados de la empresa, excepto conmigo.

—Como ordene, señor —acepté, pues no estaba en posición de hacerle frente después de la oportunidad que acababa de darme.

Ethan siguió su camino hacia su oficina y esperó junto al marco de la puerta. Extendió su mano con cortesía, pero no pude dejar de notar la forma en que evadió mi rostro cuando pasé frente a él. Su perfume me envolvió apenas entré al lugar, pero me negué a caer en el hechizo de sus encantos. Sí, era guapo, no podía discutirlo; pero también era un cretino y, por la forma en que me había tratado antes, un misógino de primera.

—¿Tiene los datos que le pedí? —cuestionó, posicionándose en su lugar, detrás el escritorio.

—Así es, señor.

—¿Qué espera para comenzar?

«Esto tiene que ser una broma. ¿Quién se cree para hablarme así? No merezco este tipo de trato», pensé, furiosa, pero hice cuanto pude por disimular mi descontento; esbocé la sonrisa más brillante que pude y suspiré, dejando salir mi frustración.

—Lo siento, señor —murmuré, apretando los dientes con fuerza—. Bien, como sabrá, la próxima semana es acción de gracias. El equipo de Recursos Humanos ha estado trabajando en la organización de una pequeña reunión conmemorativa, la cual se llevará a cabo en un restaurante cerca del edificio. El horario será de seis a nueve de la noche.

»El viernes tiene una reunión con el departamento de Marketing, donde se discutirán los últimos detalles del lanzamiento del producto de temporada. El lunes comienza oficialmente la campaña de marketing. El miércoles, cuatro de diciembre, su padre ha sido invitado a encender el árbol de Navidad del orfanato St. Mary’s. El viernes de esa misma semana, está programada una visita del colegio Boston Trinity a la fábrica de juguetes y se espera que el CEO esté presente.

»Hay algunos eventos que su padre organiza cada año durante la temporada navideña, los cuales no están en la agenda debido a su reciente incapacidad. Sin embargo, si me permite un consejo, creo que debería continuar con la tradición. Además de ser beneficioso para la imagen de la empresa, las actividades altruistas que realiza su padre en beneficio de los niños desfavorecidos de la ciudad son simplemente inspiradoras. Su padre tiene un enorme y generoso corazón.

Ethan escuchó con atención hasta terminar de recitar cada evento en la agenda. Sus ojos frívolos y calculadores me escrutaron durante algunos segundos, antes de decir:

—Mantenga la reunión con el departamento de Marketing. El lanzamiento de la campaña se decidirá una vez tengamos los resultados de esa reunión. La cena de Acción de Gracias está a la vuelta de la esquina, así que, si ya tienen todo organizado, pueden llevarla a cabo. Cancele el resto de las actividades. Tenemos mucho trabajo ahora que mi padre no está, y no hay tiempo para eventos de beneficencia o tours por la fábrica en este momento. Esos eventos pueden esperar a que pase la temporada.

—P-pero… Los niños han estado esperando ese tour desde hace meses —objeté, desconcertada—. Precisamente se realiza en temporada navideña. Su padre siempre ha sido partidario de fomentar el espíritu de la Navidad tanto en la empresa como en la comunidad. ¡Somos una fábrica de juguetes, por todos los cielos!

—Escuche, señorita Bennett —dijo, inclinándose sobre el escritorio con mirada amenazante—. Mi padre no está aquí. Él se encuentra en una cama de hospital debido a las presiones que esta empresa le ocasionó. Usted es una simple empleada en esta oficina y no está enterada del trasfondo de la situación, pero déjeme decirle que por ningún motivo cometeré los mismos errores que mi padre cometió. Así que, por favor haga lo que le pido sin objetar y elimine de mi agenda todas las actividades que no le generen ningún tipo de beneficio monetario a la compañía. Y, sobre todo, aquellas que estén relacionadas con la Navidad.

—Señor Sinclair, usted no puede…

—¡Puedo, y lo haré! —gritó, dando un golpe a la mesa que me sobresaltó—. Ahora, si no quiere que reconsidere mi decisión de darle una oportunidad, salga de mi oficina y haga lo que le pedí. No quiero tener que volver a repetirlo.

—Como ordene, señor —bramé al levantarme de mi silla y me dirigí a la salida, no sin antes lanzarle una mirada furiosa que no logró intimidarlo ni siquiera un poco.

El resto de la semana trabajando para Ethan fue una completa pesadilla; una verdadera montaña rusa de agotamiento. Ya no era solo su secretaria, sino también su asistente personal, y el hombre tenía horarios tan estrictos que parecían dictados por un reloj suizo. Despertaba a las cinco de la mañana, sin falta. A esa hora, yo apenas podía abrir los ojos, pero él ya estaba corriendo dos kilómetros antes de regresar a casa para ducharse. No perdonaba un segundo de su rutina.

Ethan solo comía productos orgánicos, algo que siempre me recalcaba con un aire de superioridad. «¿Esos huevos fueron procesados?», preguntaba cada mañana al tomar su desayuno, y, aunque debo admitir que alguna vez intenté hacer trampa solo para probarlo, el hombre nunca cayó en mis artimañas. Después de dos días, me rendí y acepté ceñirme a su régimen casi militar.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 09.01.2025

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