Milagro Navideño en la Oficina

8. Números rojos

Nos encontrábamos en Newport, en la acogedora cabaña de descanso de los padres de Ethan. La cena había terminado y él ayudaba a su padre a subir a su habitación. Me hallaba frente al ventanal, desde donde podía observar el paisaje a través del cristal; el relajante crepitar de la chimenea me acompañaba mientras disfrutaba de la maravillosa vista. El bosque frente a mí era hermoso e incitaba a mi imaginación.

Me vi a mí misma en el futuro, en un lugar parecido a este, corriendo entre los árboles mientras perseguía a dos pequeños. Sus carcajadas resonaban a mi alrededor, llenando mi corazón de una indescriptible felicidad. Seguí corriendo hasta que los alcancé y los envolví en un abrazo. De pronto, unos brazos me rodearon por la espalda y el hombre tras de mí dejó un cariñoso beso en mi coronilla, antes de decir:

—¿Podemos irnos ya? —La voz de Ethan interrumpió mi ensoñación, y lamenté no haber descubierto quién era ese hombre de mis fantasías.

—Hum… sí, por supuesto.

Ambos nos despedimos de su madre, no sin antes prometer que volveríamos pronto.

El aire olía a pino y chimeneas encendidas apenas salimos de la casa. La noche estaba más que gélida. El frío recorrió mi cuerpo en un instante, y el camino desde la puerta hasta el estacionamiento se me hizo eterno mientras me abrazaba a mí misma, dándome un poco de calor. El alivio fue casi inmediato en cuanto entré al auto, y más aún, cuando Ethan encendió la calefacción.

Salimos de la propiedad de sus padres y nos adentramos a la carretera. El auto avanzaba por las serpenteantes calles de Newport, rodeadas de árboles cubiertos de nieve. El cielo estaba despejado y las estrellas brillaban con una intensidad que solo se veía en lugares alejados de la ciudad. El silencio entre nosotros se hizo cómodo, aunque no podía dejar de pensar en el peso que Ethan llevaba sobre sus hombros.

Después de darle muchas vueltas, no pude evitar preguntarle:

—¿En verdad está dispuesto a participar en las actividades benéficas que su padre hace cada año, o solo lo dijo para no decepcionarlo?

Ethan me lanzó una mirada fugaz y respondió con firmeza:

—¿Por qué tendría que mentir? Haré lo que deba y terminaré con eso cuanto antes. Ahora mismo no tengo tiempo extra para nada que no sea el manejo de la empresa.

Su respuesta me dejó pensativa mientras viajábamos de regreso a Boston. Si Ethan creía que podía solo presentarse a una recaudación de fondos para niños con enfermedades terminales, dar un frío discurso y retirarse del lugar sin sentir ningún tipo de emoción, estaba muy equivocado. Lo sabía por experiencia.

Mi vida había dado un giro de ciento ochenta grados desde que empecé a acompañar al señor Sinclair a toda clase de eventos benéficos. Mi perspectiva sobre la vida había cambiado por completo. Me había vuelto más agradecida; más sensible. Y solo esperaba que la vida de Ethan también cobrara un nuevo sentido. Me encargaría de eso.

Una hora pasó sin darme cuenta. Los árboles fueron reemplazados por grandes edificios y calles transitadas.

—¿Adónde la llevo? —preguntó Ethan, rompiendo el silencio.

—Mi auto sigue en la empresa. ¿Puede dejarme ahí, por favor?

—La llevaré a su departamento. Mañana puede recoger su auto —señaló—. Es demasiado tarde para que conduzca sola hasta Brighton.

—Gracias, y perdón por la molestia.

—No es molestia, Bennett. Y soy yo quien debe agradecer que haya aceptado la invitación de mis padres. Mi padre tenía muchas ganas de verla.

—Siendo sincera, disfruté mucho la cena, y la compañía.

Lo decía en serio. Sus padres me habían tratado como a un miembro más de la familia, y la paz había regresado a mí al ver al señor Sinclair después de tantos días en los que estuve preocupada por su salud.

—Fue… agradable —murmuró con esfuerzo, apretando el volante.

Ethan se encontraba más callado que de costumbre. Parecía estresado, como si cargara con todo el peso del mundo sobre sus hombros. Había estado demasiado pensativo durante el camino y, por primera vez, me había mantenido en silencio con tal de no molestarlo.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarlo? —pregunté, un tanto nerviosa por su reacción.

—¿A qué se refiere?

—Lo noto estresado —señalé—. Si puedo ayudarle a aligerar su carga, estaré encantada de hacerlo.

No sabía por qué de pronto me preocupaba tanto hacerlo sentir bien. Desde que lo conocía, no había hecho más que tratarme con indiferencia y evitar mi presencia a toda costa, pero había algo que me decía que Ethan necesitaba un pequeño empujón para dejar salir su verdadera personalidad, pues podía apostar lo que fuera a que no era la que se empeñaba en mostrar a todo el mundo.

Lo meditó durante unos minutos y, cuando pensé que no respondería, me sorprendió diciendo:

—La empresa está en problemas, Alice.

Mi corazón saltó al escuchar mi nombre salir de su boca. Era la segunda vez que lo hacía, y el sentimiento había sido el mismo.

La sinceridad en su voz me atormentó, pues sabía bien a qué se refería.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 10.02.2025

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